Google Website Translator Gadget

La verdadera historia de la creación del ser humano terrestre



Las Palabras del Señor Enki


Lamentación sobre la desolación de Sumer
Cómo huyeron los dioses de sus ciudades a medida que se extendía la nube nuclear
Las discusiones en el consejo de los dioses
La fatídica decisión de liberar las Armas de Terror
El origen de los dioses y las armas terribles en Nibiru
Las guerras norte-sur de Nibiru, unificación y normas dinásticas
Ubicación de Nibiru en el sistema solar
La evanescente atmósfera provoca cambios climáticos
Los esfuerzos por obtener oro para evitar el debilitamiento de la atmósfera
Alalu, un usurpador, utiliza armas nucleares para agitar los gases volcánicos
Anu, heredero dinástico, depone a Alalu
Alalu roba una nave espacial y escapa de Nibiru
Representaciones de Nibiru como planeta radiante

LA PRIMERA TABLILLA

Palabras del señor Enki, primogénito de Anu, que reina en Nibiru.

Con pesar en el espíritu, profiero los lamentos; lamentos amargos que llenan mi corazón. Cuán desolada está la tierra, sus gentes entregadas al Viento Maligno, sus establos abandonados, sus rediles vacíos. Cuán desoladas están las ciudades, sus gentes amontonadas como cadáveres yertos, afligidas por el Viento Maligno. Cuán desolados están los campos, marchita la vegetación, alcanzada por el Viento Maligno. Cuán desolados están los ríos, ya nada vive en ellos, aguas puras y centelleantes convertidas en veneno. De sus gentes de negra cabeza, Sumer está vacía, se ha ido toda vida; de sus vacas y sus ovejas, Sumer está vacía, callado quedó el murmullo de la leche batida.

En sus gloriosas ciudades, sólo ulula el viento; la muerte es el único olor. Los templos, cuyas cúspides alcanzaban el cielo, por sus dioses han sido abandonados. No hay dominio de señorío ni de realeza; cetro y tiara han desaparecido. En las riberas de los dos grandes ríos, en otro tiempo exuberantes y lleno de vida, sólo crecen las malas hierbas. Nadie recorre sus calzadas, nadie busca los caminos; la floreciente Sumer es como un desierto abandonado. ¡Cuán desolada está la tierra, hogar de dioses y hombres!

En esa tierra cayó la calamidad, una calamidad desconocida para el hombre. Una calamidad que la Humanidad nunca antes había visto, una calamidad que no se puede detener. En todas las tierras, desde el oeste hasta el este, se posó una mano de quebranto y de terror. ¡Los dioses, en sus ciudades, estaban tan indefensos como los hombres!

Un Viento Maligno, una tormenta nacida en una distante llanura, una Gran Calamidad forjada en su sendero.
Un viento portador de muerte nacido en el oeste se encaminó hacia el este, establecido su curso por el hado.

Una devoradora tormenta como el diluvio, de viento y no de agua destructora, de aire envenenado, no de olas, abrumadora. Por el hado, que no por el destino, se engendró; los grandes dioses, en su consejo, la Gran Calamidad han provocado. Enlil y Ninharsag lo permitieron; sólo yo estuve suplicando para que se contuvieran. Día y noche, por aceptar lo que los cielos decretan, argumenté, ¡pero en vano! Ninurta, el hijo guerrero de Enlil, y Nergal, mi propio hijo, liberaron las venenosas armas en la gran llanura.

¡No sabíamos que un Viento Maligno seguiría al resplandor!, lloran ellos ahora en su angustia. ¿Quién podía predecir que la tormenta portadora de muerte, nacida en el oeste, tomaría su curso hacia el este?, se lamentan los dioses ahora. En sus ciudades sagradas, permanecieron los dioses, sin creer que el Viento Maligno tomaría su ruta hacia Sumer. Uno tras otro, los dioses huyeron de sus ciudades, sus templos abandonaron al viento. En mi ciudad, Eridú, no pude hacer nada por detener a la nube venenosa. ¡Huid a campo abierto!, di instrucciones a la gente; con Ninki, mi esposa, la ciudad abandoné. En su ciudad, Nippur, lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil no pudo hacer nada por detenerla. El Viento Maligno se abalanzó sobre Nippur. En su nave celestial, Enlil y su esposa partieron apresuradamente.

En Ur, la ciudad de la realeza de Sumer, Nannar a su padre Enlil imploró ayuda; en el lugar del templo que al cielo en siete escalones se eleva, Nannar se negó a considerar la mano del hado. ¡Padre mío, tú que me engendraste, gran dios que a Ur ha concedido la realeza, no dejes entrar al Viento Maligno!, apeló Nannar. ¡Gran dios que decretas los hados, deja que Ur y sus gentes se libren, tus alabanzas proseguirán!, apeló Nannar. Enlil respondió a su hijo Nannar: Noble hijo, a tu admirable ciudad concedí la realeza, pero no se le concedió reinado eterno. ¡Toma a tu esposa Ningal y huye de la ciudad! ¡Ni siquiera yo, que decreto los hados, puedo impedir su destino!

Así habló Enlil, mi hermano; ¡ay, ay, que no era destino! Desde el diluvio, no había caído una calamidad más grande sobre dioses y terrestres; ¡ay, que no era destino! El Gran Diluvio estaba destinado a suceder; pero no la Gran Calamidad de la tormenta portadora de muerte. Por romper una promesa, por una decisión del consejo fue provocada; por las Armas de Terror fue creada. Por una decisión, que no por destino, se liberaron las armas venenosas; por deliberación se echaron las suertes. Contra Marduk, mi primogénito, dirigieron la destrucción los dos hijos; había venganza en sus corazones. ¡No ha de tomar Marduk el poder!, gritó el primogénito de Enlil.

Con las armas me opondré a él, dijo Ninurta. ¡De entre el pueblo ha levantado un ejército, para declarar a Babili ombligo de la Tierra!, así gritó Nergal, hermano de Marduk. En el consejo de los grandes dioses, palabras malévolas se difundieron. Día y noche levanté mi voz opositora; la paz aconsejé, deplorando las prisas. Por segunda vez, el pueblo había elevado su imagen celeste; ¿por qué oponerse a que continúe?, pregunté implorando. ¿Se han comprobado todos los instrumentos? ¿No había llegado la era de Marduk en los cielos?, inquirí una vez más. Ningishzidda, mi hijo, otros signos del cielo citó. Su corazón, yo lo sabía, no podía perdonar la injusticia de Marduk contra él.

Nannar, a Enlil en la Tierra nacido, también fue implacable. ¡Marduk, de mi templo en la ciudad del norte, su propia morada ha hecho! Así dijo. Ishkur, el hijo más joven de Enlil, exigió un castigo; ¡en mis tierras, ha hecho prostituirse al pueblo ante él!, dijo. Utu, hijo de Nannar, contra el hijo de Marduk, Nabu, dirigió su ira: ¡Intentó tomar el Lugar de los Carros Celestiales! Inanna, gemela de Utu, estaba fuera de sí; seguía exigiendo el castigo de Marduk por el asesinato de su amado Dumuzi. Ninharsag, madre de dioses y hombres, desvió la mirada. ¿Por qué no está Marduk aquí? dijo simplemente.

Gibil, mi propio hijo, replicó pesimista: Marduk ha desestimado todas los ruegos; ¡por las señales del cielo reclama su supremacía!

¡Sólo por las armas será detenido Marduk!, gritó Ninurta, primogénito de Enlil. Utu estaba preocupado por la protección del Lugar de los Carros Celestiales; ¡no debe caer en manos de Marduk! Así dijo. Nergal, señor de los Dominios Inferiores, exigía ferozmente: ¡Que se utilicen las antiguas Armas de Terror para arrasar!

A mi propio hijo miré sin podérmelo creer: ¡Para hermano contra hermano las armas de terror se abjuraron!

En lugar de común acuerdo, hubo silencio. En el silencio, Enlil abrió la boca: Debe haber un castigo; como pájaros sin alas quedarán los malhechores, Marduk y Nabu, de nuestro patrimonio nos están privando; ¡hay que privarles del Lugar de los Carros Celestiales! ¡Que se calcine el lugar hasta el olvido!, gritó Ninurta: ¡Dejadme ser El Que Calcina! Excitado, Nergal se puso en pie y gritó: ¡Que las ciudades de los malhechores también sean destruidas, dejadme arrasar las ciudades pecadoras, dejad que a partir de hoy mi nombre sea el Aniquilador! Los terrestres, por nosotros creados, no deben ser dañados; los justos con los pecadores no deben perecer, dije enérgicamente.

Ninharsag, la compañera que me ayudó a crearlos, estaba de acuerdo: La cuestión solamente se ha de resolver entre los dioses, el pueblo no debe ser dañado. Anu, desde la morada celestial, estaba prestando atención a las discusiones. Anu, que determina los hados, su voz hizo escuchar desde su morada celestial: Que las Armas de Terror sean por esta vez usadas, que el lugar de las naves propulsadas sea arrasado, que al pueblo se le perdone. ¡Que Ninurta sea el Calcinador, que Nergal sea el Aniquilador! Y así Enlil la decisión anunció.

A ellos, un secreto de los dioses revelaré; el lugar oculto de las armas de terror a ellos les desvelaré. Los dos hijos, uno mío, uno suyo, en su cámara interior Enlil convocó. Nergal, cuando volvió junto a mí, desvió la mirada. ¡Ay!, grité sin palabras, ¡el hermano se ha revuelto contra el hermano! ¿Acaso por hado han de repetirse los Tiempos Previos? Un secreto de los Tiempos de Antaño les reveló Enlil a ellos, ¡las Armas de Terror a sus manos confió! Aderezadas de terror, con un resplandor se desataron; todo lo que tocan, en un montón de polvo lo convierten. Para hermano contra hermano en la Tierra fueron abjuradas, ninguna región afectar.

Entonces, el juramento se violó, como una vasija rota en inútiles trozos. Los dos hijos, plenos de gozo, con paso rápido de la cámara de Enlil emergieron, para la partida de las armas. Los otros dioses volvieron a sus ciudades; ¡sin presagiar ninguno de ellos su propia calamidad!




He aquí el relato de los Tiempos Previos, y de las Armas de Terror.

Antes de los Tiempos Previos fue el Principio; después de los Tiempos Previos fueron los Tiempos de Antaño. En los Tiempos de Antaño, los dioses llegaron a la Tierra y crearon a los terrestres. En los Tiempos Previos, ninguno de los dioses estaba en la Tierra, ni se había hecho aún a los terrestres. En los Tiempos Previos, la morada de los dioses estaba en su propio planeta; Nibiru es su nombre. Un gran planeta, rojizo en resplandor; alrededor del Sol, una vuelta alargada hace Nibiru. Durante un tiempo, Nibiru está envuelto en el frío; durante parte de su recorrido, el Sol fuertemente lo calienta.

Una gruesa atmósfera envuelve a Nibiru, alimentada continuamente con erupciones volcánicas. Todo tipo de vida esta atmósfera mantiene; ¡sin ella, todo perecería! En el período frío, conserva en el planeta el calor interno de Nibiru, como un cálido abrigo que se renueva constantemente. En el período cálido, protege a Nibiru de los abrasadores rayos del Sol En su mitad, las lluvias aguanta y libera, dando altura a lagos y ríos.

Una exuberante vegetación alimenta y protege nuestra atmósfera; hace brotar todo tipo de vida en las aguas y en la tierra. Después de eones de tiempo, brotó nuestra propia especie, por nuestra propia esencia una simiente eterna para procrear. A medida que nuestro número crecía, nuestros ancestros se extendieron a muchas regiones de Nibiru. Algunos cultivaron la tierra, a criaturas de cuatro patas apacentaban.

Unos vivían en las montañas, otros hicieron su hogar en los valles. Hubo rivalidades, tuvieron lugar usurpaciones; hubo conflictos, y los palos se convirtieron en armas. Los clanes se reunieron en tribus, y luego dos grandes naciones se enfrentaron entre sí. La nación del norte contra la nación del sur tomó las armas.

Lo que sostenía la mano para lanzar proyectiles se trocó; armas de estruendo y resplandor incrementaron el terror. Una guerra, larga y feroz, devoró al planeta; hermano luchó contra hermano. Hubo muerte y destrucción, tanto en el norte como en el sur. Durante muchas vueltas, la desolación reinó en las tierras; toda vida fue diezmada. Después, se declaró una tregua; y más tarde se hizo la paz. Que las naciones se unan, se dijeron los emisarios entre sí: que haya un trono en Nibiru, un rey que reine sobre todos. Que haya un líder del norte o del sur elegido a suertes, un rey supremo ha de ser. Si fuera del norte, que el sur elija a una mujer para que sea su esposa, en igualdad como reina, para reinar juntos. Si por suerte fuera elegido un hombre del sur, que una mujer del norte sea su esposa. Que sean marido y mujer, para hacerse una sola carne.

Que su hijo primogénito sea el sucesor; que una dinastía unificada sea así formada, ¡para establecer la unidad en Nibiru para siempre! En medio de las ruinas se inició la paz. Norte y sur por matrimonio se unieron.

El trono real en una carne combinada, ¡una sucesión no interrumpida de realeza establecida! El primer rey después de la paz fue hecho, un guerrero del norte fue, un poderoso comandante. Por suertes, veraz y justo, fue él elegido; fueron aceptados sus decretos en la unidad. Para morada suya, construyó una espléndida ciudad; Agadé, que significa Unidad, fue su nombre. Para su reinado, un título real le fue concedido; An fue, el Celestial fue su significado. Con brazo fuerte, restableció el orden en las tierras; decretó leyes y regulaciones. Designó gobernadores para cada tierra; la restauración y el cultivo fue su principal tarea.

De él, en los anales reales, así se registró: An unificó las tierras, la paz en Nibiru restauró. Construyó una nueva ciudad, los canales reparó, proveyó alimento para el pueblo; hubo abundancia en las tierras. Por esposa suya, el sur eligió una doncella, dotada tanto para el amor como para la contienda. An. Tu fue su título real; la Líder Que Es Esposa de An, significaba ingeniosamente el nombre dado. Le dio a An tres hijos y ninguna hija. Al primogénito, ella le puso el nombre de An.Ki; Por An un Sólido Fundamento era su significado.

Solo en el trono estuvo él sentado; una esposa a elegir fue dos veces pospuesta. En su reinado, las concubinas iban al palacio; un hijo a él no le nació. La dinastía así iniciada se interrumpió con la muerte de Anki; en el fundamento, ningún descendiente siguió. El hijo mediano, no el primogénito, Heredero Legal fue nombrado.

Desde su juventud, uno de los tres hermanos, Ib fue llamado amorosamente por su madre. El Que Está en Medio significaba su nombre. En los anales reales, An.Ib es nombrado: En realeza celestial; durante generaciones, El Que Es Hijo de An significó su nombre. Sucedió a su padre An en el trono; en suma, fue el tercero en reinar. A la hija de su hermano pequeño eligió por esposa. Nin.Ib fue llamada, la Dama de Ib.

Ninib le dio un hijo a Anib; el sucesor del trono fue, el cuarto de la cuenta de los reyes. Por el nombre real de An.Shar.Gal deseó que se le conociera; Príncipe de An Que Es el Más Grande de los Príncipes era el significado. Su esposa, una hermanastra, Ki.Shar.Gal fue llamada igualmente. El conocimiento y la comprensión fue su principal ambición; estudió asiduamente los caminos de los cielos. Estudió la gran vuelta de Nibiru, su longitud fijó en un Shar. Como un año de Nibiru era la medida, por él los reinados reales serían numerados y registrados. Dividió el Shar en diez partes, de ese modo declaró dos festividades. En las proximidades del Sol, se celebró una festividad del calor.

Cuando Nibiru hacía su morada en la distancia, se decretó la festividad del frío. Sustituyendo a todas las festividades de antaño de tribus y naciones, para unificar al pueblo se establecieron las dos. Leyes de marido y mujer, de hijos e hijas, estableció por decreto; proclamó las costumbres de las primeras tribus para todo el país. Desde las guerras, las mujeres superaban en gran número a los hombres. Decretos hizo, un hombre ha de tener más de una mujer por conocer. Por ley, una mujer ha de ser elegida como esposa oficial, Primera Esposa ha de ser llamada.

Por ley, el hijo primogénito era el sucesor de su padre. Por estas leyes, no tardó en llegar la confusión; si el hijo primogénito no era nacido de la Primera Esposa. Y después nacía un hijo de la Primera Esposa, convirtiéndose por ley en Heredero Legal.¿Quién será el sucesor: aquél que por la cuenta de Shars nació primero? ¿Aquél nacido de la Primera Esposa? ¿El hijo Primogénito? ¿El Heredero Legal? ¿Quién heredará? ¿Quién sucederá? En el reinado de Anshargal, Kishargal fue declarada Primera Esposa. Hermanastra del rey era.

En el reinado de Anshargal, se llevaron concubinas de nuevo a palacio. De las concubinas, le nacieron hijos e hijas al rey. Un hijo de una fue el primero en nacer; el hijo de una concubina fue el Primogénito. Después, Kishargal tuvo un hijo. Heredero Legal por ley era; pero Primogénito no era. En el palacio, Kishargal levantó la voz, iracunda gritó: ¡Si por las normas mi hijo, de una Primera Esposa nacido, se ve privado de la sucesión, que la doble simiente no se olvide! Aunque de diferentes madres, de un mismo padre el rey y yo somos descendientes. Yo soy la hermanastra del rey; de mí, el rey es hermanastro. ¡Por ello, mi hijo posee la doble simiente de nuestro padre Anib! ¡Que, en lo sucesivo, la Ley de la Simiente, la Ley del Desposorio prevalezca! ¡Que, en lo sucesivo, el hijo de una hermanastra, cuando quiera que nazca, por encima de todos los demás hijos alcance la sucesión!

Anshargal, considerándolo, le concedió su favor a la Ley de la Simiente: La confusión de esposa y concubinas, de matrimonio y divorcio, se evitaría con ella. En su consejo, los consejeros reales adoptaron la Ley de la Simiente para la sucesión. Por orden del rey, los escribas anotaron el decreto. Así fue proclamado el próximo rey por la Ley de la Simiente para la sucesión. A él le fue concedido el nombre real An.Shar. Quinto en el trono fue.



Viene ahora el relato del reinado de Anshar y de los reyes que le siguieron. Cuando se cambió la ley, los otros príncipes se enfrentaron. Hubo palabras, no hubo rebelión. Como esposa, Anshar eligió a una hermanastra. La hizo su Primera Esposa; se le llamó con el nombre de Ki.Shar. Así fue, por esta ley, que la dinastía continuó.

En el reinado de Anshar, los campos redujeron sus cosechas, frutos y cereales perdieron abundancia. De vuelta en vuelta, en la cercanía del Sol, el calor fue creciendo en fuerza; en las moradas lejanas, el frío se hizo más intenso. En Agadé, la ciudad del trono, el rey reunió en asamblea a aquéllos de gran entendimiento. A sabios eruditos, gente de gran conocimiento, se les ordenó investigar. La tierra y el suelo examinaron, lagos y ríos pusieron a prueba. Ha ocurrido antes, dio alguien una respuesta: Nibiru, en el pasado, más fría y más cálida ha sido; ¡Destino es esto, en la vuelta de Nibiru arraigado! Otros de conocimiento, observando la vuelta, no consideraron culpable al destino de Nibiru. En la atmósfera, se ha hecho una brecha; ése fue su hallazgo.

¡Los volcanes, forjadores de la atmósfera, lanzaban al cielo menos erupciones! ¡El aire de Nibiru se había hecho más tenue, el escudo protector había disminuido! En el reinado de Anshar y Kishar, hicieron aparición las plagas del campo; no se las podía vencer con trabajo. El hijo de ambos, En.Shar, ascendió después al trono; de la dinastía, era el sexto. Noble Maestro del Shar significaba su nombre. Con gran entendimiento nació, dominó muchos conocimientos con mucha erudición. Buscó caminos para dominar las aflicciones; de la vuelta celeste de Nibiru, hizo mucho estudio. En su bucle, abrazaba a cinco miembros de la familia del Sol, planetas de deslumbrante belleza. Buscando remedios para las aflicciones, hizo examinar sus atmósferas. A cada uno le dio un nombre, a antepasados ancestrales honró; los consideró como parejas celestes An y Antu, los planetas gemelos, llamó a los dos primeros en ser encontrados. Más allá de la vuelta de Nibiru, estaban Anshar y Kishar, por su tamaño los más grandes.

Como un mensajero, Gaga entre los otros corría, a veces el primero en encontrar Nibiru. Cinco en total eran los que recibían a Nibiru en el cielo, mientras circundaba al Sol. Más allá, como una frontera, el Brazalete Repujado circundaba al Sol; como un guardián de la región prohibida del cielo, con escombros protegía. Otros hijos del Sol, cuatro en número, escudaba de la intrusión el brazalete. Las atmósferas de los cinco primeros se puso a estudiar Enshar. En su vuelta repetida, en el bucle de Nibiru, se examinaron atentamente los cinco. Qué atmósferas poseían, se examinaron intensamente por observación y con carros celestiales. Los hallazgos fueron sorprendentes, los descubrimientos confusos. De vuelta en vuelta, la atmósfera de Nibiru más brechas sufría. En los consejos de los eruditos, los remedios se debatían con avidez; se consideraron formas de vendar la herida urgentemente. Se intentó un nuevo escudo que envolviera al planeta; todo lo que se lanzó hacia arriba, cayó de vuelta al suelo.

En los consejos de los eruditos, se estudiaron las erupciones de los volcanes. La atmósfera, se había creado por las erupciones volcánicas; su herida había tenido lugar por la disminución de erupciones. ¡Que con invenciones se potencien nuevas erupciones, que los volcanes escupan de nuevo!, estaba diciendo un grupo de sabios. Cómo alcanzar la hazaña, con qué herramientas conseguir más erupciones, nadie podía dar cuenta al rey. En el reinado de Enshar, se hizo más grande la brecha en los cielos. Las lluvias se negaban, los vientos soplaban más fuerte; los manantiales de las profundidades no emergían. En las tierras, había una maldición; los pechos de las madres se secaron.

En el palacio, había aflicción; había una maldición allí dentro. Como Primera Esposa, Enshar desposó a una hermanastra, ateniéndose a la Ley de la Simiente. Nin.Shar fue llamada, de los Shars la Dama. Un hijo no tuvo. Por una concubina, a Enshar le nació un hijo; fue el hijo Primogénito. Por Ninshar, Primera Esposa y hermanastra, no llegó un hijo. Por la Ley de Sucesión, el hijo de la concubina ascendió al trono; fue el séptimo en reinar. Du.Uru fue su nombre real; En el Lugar de Morada Forjado era su significado; de hecho, fue concebido en la Casa de las Concubinas, no en el palacio. Como esposa, una doncella amada desde su juventud eligió Duuru; por amor, no por simiente, seleccionó una Primera Esposa. Da.Uru fue su nombre real; La Que Está a Mi Lado era el significado. En la corte real, la confusión corría desenfrenada. Los hijos no eran herederos, las esposas no eran hermanastras. En la tierra, iba creciendo el sufrimiento.

Los campos olvidaron su abundancia, y entre el pueblo disminuyó la fertilidad. En el palacio, la fertilidad estaba ausente; no habían tenido ni hijo ni hija. De la simiente de An, siete fueron los soberanos; después, de su simiente se secó el trono. Dauru encontró a un niño en la puerta del palacio; como a un hijo lo abrazó. Al final, Duuru como a un hijo lo adoptó, lo nombró Heredero Legal; Lahma, que significa Sequedad, fue el nombre que se le dio. En el palacio, los príncipes protestaban; en el Consejo, había quejas. Al final, Lahma ascendió al trono. Aunque no era de la simiente de An, fue el octavo en reinar. En los consejos de los eruditos, se dieron dos sugerencias para sanar la brecha: una fue el uso de un metal, oro era su nombre. En Nibiru, era muy raro; dentro del Brazalete Repujado era abundante.

Era la única sustancia que se podía moler hasta el polvo más fino; elevado hasta el cielo, podía quedar suspendido. Así, con reaprovisionamientos, la brecha se sanaría, habría una mejor protección. ¡Que se construyan naves celestiales, que una flota celestial traiga el oro a Nibiru! ¡Que se creen Armas de Terror!, fue la otra sugerencia; armas que sacudan y aflojen el suelo, que agrieten las montañas; Atacar con proyectiles los volcanes, su letargo remover, estimular sus erupciones, ¡recargar la atmósfera, hacer desaparecer la brecha! Lahma era débil para tomar una decisión; no sabía qué opción tomar.

Nibiru completó una vuelta, dos Shars siguió contando Nibiru. En los campos, la aflicción no cejaba. La atmósfera no se reparaba con las erupciones volcánicas. Pasó un tercer Shar, un cuarto se contó. No se obtenía oro. Los conflictos abundaban en el reino; la comida y el agua escaseaban. La unidad se perdió en el reino; las acusaciones eran abundantes. En la corte real, los sabios iban y venían; los consejeros corrían arriba y abajo.

El rey no prestaba atención a sus palabras. Sólo buscaba consejo en su esposa; Lahama era su nombre. Si fuera el destino, supliquemos al Gran Creador de Todo, al rey, dijo ella. ¡Suplicar, no actuar, es la única esperanza! En la corte real, los príncipes estaban inquietos; se le dirigían acusaciones al rey: ¡De forma estúpida y absurda, está trayendo calamidades aún mayores en vez de cura! De los antiguos depósitos, se recuperaron las armas; había mucho que hablar de rebelión. Un príncipe, en el palacio real, fue el primero en tomar las armas. Con palabras de promesa, agitó a los otros príncipes; Alalu era su nombre. ¡Que Lahma ya no sea más el rey!, gritó. ¡Que la decisión sustituya a la vacilación! ¡Venid, vamos a desalentar al rey en su morada; hagamos que abandone el trono!

Los príncipes hicieron caso a sus palabras; las puertas del palacio abrieron con violencia; a la sala del trono, su entrada prohibida, como aguas en avalancha llegaron. El rey escapó a la torre del palacio; Alalu fue en su persecución. En la torre hubo lucha; Lahma cayó muerto. ¡Lahma ya no está!, gritó Alalu. Ya no está el rey, anunció con alborozo. A la sala del trono se dirigió apresuradamente Alalu, en el trono él mismo se sentó. Sin derecho ni consejo, él mismo se proclamó rey. Se había perdido la unidad en el reino; unos se alegraron por la muerte de Lahma, otros se entristecieron por lo que había hecho Alalu. Viene ahora el relato del reinado de Alalu y de la ida a la Tierra. Se había perdido la unidad en el reino; muchos se sentían ofendidos sobre la realeza. En el palacio, los príncipes estaban agitados; en el consejo, los consejeros estaban turbados. De padre a hijo, la sucesión de An prosiguió en el trono; incluso Lahma, el octavo, había sido declarado hijo por adopción. ¿Quién era Alalu? ¿Acaso era un Heredero Legal, era el Primogénito? ¿Bajo qué derecho había usurpado el trono? ¿No era el asesino del rey?

Ante los Siete Que Juzgan, fue convocado Alalu para considerar su suerte. Ante los Siete Que Juzgan, Alalu expuso sus pretensiones: ¡Aún sin ser Heredero Legal ni hijo Primogénito, de simiente real sí que era! De Anshargal desciendo, ante los jueces reclamó. De una concubina, mi antepasado le nació a él; Alam era su nombre. Por la cuenta de Shars, Alam fue el primogénito; a él le pertenecía el trono. Por una confabulación, la reina dejó a un lado sus derechos! La Ley de la Simiente de la nada se inventó, para que su hijo obtuviera la realeza. A Alam se le privó de la realeza; y al hijo de ella, en su lugar, le fue concedida. Por descendencia, soy el continuador de las generaciones de Alam; ¡la semilla de Anshargal está dentro de mí! Los Siete Que Juzgan tuvieron en cuenta las palabras de Alalu.

Al Consejo de Consejeros pasaron el asunto, para que dirimieran su veracidad o falsedad. Se trajeron los anales reales de la Casa de Registros; con mucha atención, se leyeron. An y Antu, la primera pareja real, estaban; tres hijos y ninguna hija a ellos les nacieron. El Primogénito fue Anki; él murió en el trono; no tuvo descendencia. En su lugar, el hijo mediano ascendió al trono; Anib fue su nombre. Anshargal fue su Primogénito; al trono ascendió. Después de él, en el trono, no continuó la realeza del Primogénito; La Ley de Sucesión se sustituyó por la Ley de la Simiente. El hijo de una concubina era el Primogénito; por la Ley de la Simiente, se le privaba de la realeza.

Así se le concedió la realeza al hijo de Kishargal; siendo la razón ser hermanastra del rey. Del hijo de la concubina, del Primogénito, los anales no hacían mención. ¡De él soy descendiente!, gritó Alalu a los consejeros. ¡Por la Ley de Sucesión, a él le pertenecía la realeza; por la Ley de Sucesión, a la realeza tengo ahora derecho! Con vacilaciones, los consejeros de Alalu exigieron un juramento de verdad. Alalu prestó el juramento; como rey le consideró el consejo. Convocaron a los ancianos, convocaron a los príncipes; ante ellos, pronunciaron la decisión. De entre los príncipes, un joven príncipe se adelantó; quería decir algo acerca de la realeza. Se debería reconsiderar la sucesión, dijo a la asamblea. Aunque ni Primogénito, ni hijo de la reina, de pura simiente desciendo: ¡La esencia de An se preservó en mí, sin diluirse en concubina! Los consejeros escucharon sus palabras con sorpresa; al joven príncipe le dijeron que se acercara.

Le preguntaron su nombre. Es Anu; ¡por mi antepasado An, fui así nombrado! Le preguntaron por sus generaciones; de los tres hijos de An, les recordó: Anki fue el Primogénito, sin hijo ni hija murió; Anib fue el mediano, en el lugar de Anki ascendió al trono; Anib tomó por esposa a la hija de su hermano menor; a partir de ellos, se registra en los anales la sucesión. ¿Quién fue el hermano pequeño, hijo de An y de Antu, de la simiente más pura? Los consejeros, admirados, se miraban entre sí. ¡Enuru era su nombre!, les anunció Anu: ¡Él fue mi gran antepasado! Su esposa, Ninuru, era una hermanastra; el hijo de ella fue el primogénito; Enama fue su nombre. La esposa de éste era una hermanastra, por las leyes de simiente y sucesión, un hijo le dio. ¡De descendientes puros continuaron las generaciones, por ley y por simiente perfectas! Anu, por nuestro antepasado An, me pusieron mis padres a mí; Del trono se nos apartó; de la simiente pura de An no se nos apartó! ¡Que Anu sea rey!, gritaron muchos consejeros. ¡Que se destituya a Alalu!

Otros aconsejaron cautela: ¡Evitemos conflictos, que prevalezca la unidad! Llamaron a Alalu, para contarle lo que se había descubierto. Al príncipe Anu, Alalu le ofreció su brazo en abrazo; a Anu le dijo así: Aunque de diferente descendencia, de un único antepasado descendemos ambos; ¡vivamos en paz, juntos devolveremos la abundancia a Nibiru! ¡Déjame conservar el trono, conserva tú la sucesión! Al consejo dirigió estas palabras: ¡Que Anu sea Príncipe Coronado, que sea él mi sucesor! ¡Que su hijo se case con mi hija, que se unifique la sucesión! Anu hizo una reverencia ante el consejo, ante la asamblea declaró así: De Alalu, el copero seré, su sucesor a la espera; un hijo mío a una hija suya elegirá como novia. Ésa fue la decisión del consejo; se inscribió en los anales reales. De esta manera, Alalu siguió sentado en el trono. Él convocó a los sabios, a eruditos y comandantes consultó; para decidir, obtuvo muchos conocimientos.

Que se construyan naves celestiales, decidió, para buscar oro en el Brazalete Repujado, decidió. Los Brazaletes Repujados destruyeron las naves; ninguna de ellas volvió. ¡Que las Armas de Terror abran las entrañas de Nibiru, que los volcanes vuelvan a la erupción!, ordenó entonces. Se armaron carros celestes con las Armas de Terror, con proyectiles de terror golpearon a los volcanes desde los cielos. Las montañas se balancearon, los valles se estremecieron, mientras grandes resplandores estallaban con estruendo. Había mucho alborozo en el reino; había expectativas de abundancia. En el palacio, Anu era el copero de Alalu. Él se postraría a los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano.

Alalu era el rey; a Anu le trataba como a un sirviente. En el reino, el alborozo se apagó; las lluvias se negaban a caer, los vientos soplaban con más fuerza. Las erupciones de los volcanes no aumentaban, no sanaba la brecha en la atmósfera. Nibiru seguía recorriendo sus vueltas en los cielos; de vuelta en vuelta, el calor y el frío se hacían más difíciles de sufrir. El pueblo de Nibiru dejó de venerar a su rey; ¡en vez de alivio, había traído miseria! Alalu seguía sentado en el trono. El fuerte y sabio Anu, el primero entre los príncipes, estaba de pie ante él. Se postraría ante los pies de Alalu, le pondría la copa en la mano. Durante nueve períodos contados, Alalu fue rey en Nibiru.

En el noveno Shar, Anu presentó batalla a Alalu. Desafió a Alalu a un combate mano a mano, con los cuerpos desnudos. Que el vencedor sea rey, dijo Anu. Forcejearon entre sí en la plaza pública; las jambas de las puertas temblaron y las paredes se remecieron. Alalu hincó la rodilla; al suelo cayó sobre su pecho. Alalu fue derrotado en combate; por aclamación, Anu fue proclamado rey. Anu fue escoltado hasta el palacio; Alalu al palacio no volvió. De entre las masas, sigilosamente escapó; tenía miedo de morir como Lahma.

Sin que lo reconocieran, fue apresuradamente hasta el lugar de los carros celestiales. Alalu se subió a un carro que arrojaba de proyectiles; cerró la portezuela tras él. Entró en la cámara de la parte delantera; ocupó el asiento del comandante. Encendió Lo-Que-Muestra-el-Camino, la cámara se llenó con una aura azulada. Levantó las Piedras de Fuego; el zumbido de éstas, como la música, era cautivador. Avivó el Gran Quebrantador del carro; arrojaba un resplandor rojizo. Sin percatarse nadie de ello, Alalu escapó de Nibiru en la nave celestial. Hacia la nivea Tierra puso rumbo Alalu; por un secreto del Principio, eligió su destino.

La huida de Alalu en una nave espacial con armas nucleares
Pone rumbo a Ki, el séptimo planeta (la Tierra)
Por qué espera encontrar oro en la Tierra
La cosmogonía del sistema solar; el agua y el oro de Tiamat
La aparición de Nibiru desde el espacio exterior
La Batalla Celestial y la ruptura de Tiamat
La Tierra, la mitad de Tiamat, hereda sus aguas y su oro
Kingu, el principal satélite de Tiamat, se convierte en la Luna de la Tierra
Nibiru es destinada a orbitar para siempre al Sol
La llegada de Alalu y su aterrizaje en la Tierra
Alalu, al descubrir oro, tiene la suerte de Nibiru en sus manos
Una representación babilónica de la Batalla Celestial

LA SEGUNDA TABLILLA

Hacia la nivea Tierra puso rumbo Alalu; por un secreto del Principio, eligió su destino. Hacia las regiones  prohibidas se encaminó Alalu; nadie había ido antes allí, nadie había intentado cruzar el Brazalete Repujado.
Un secreto del Principio había determinado el curso de Alalu, la suerte de Nibiru ponía en sus manos, ¡mediante un plan, haría su realeza universal!
En Nibiru, el exilio era seguro, a la misma muerte se arriesgaba.
En su plan, había riesgos en el viaje; ¡pero la gloria eterna del éxito era la recompensa!
Como un águila, Alalu exploró los cielos; abajo, Nibiru era una bola suspendida en el vacío.
Su silueta era atractiva, su resplandor blasonaba los cielos circundantes. Su tamaño era enorme, destellaba el fuego de sus erupciones. Su envoltorio sustentador de vida, su tono rojizo, era como espuma marina; En su mitad, se veía la brecha, como una herida oscura.
Miró hacia abajo de nuevo; la amplia brecha se había convertido en una cubeta.
Volvió a mirar, la gran bola de Nibiru se había convertido en una fruta pequeña; La siguiente vez que miró, Nibiru había desaparecido en el gran mar oscuro.
El remordimiento se aferró al corazón de Alalu, el miedo lo tenía entre sus manos; la decisión se trocó en duda.

Alalu consideró si detener su trayectoria; luego, desde la audacia regresó a la decisión.

Cien leguas, mil leguas recorrió el carro; diez mil leguas viajó el carro. En los amplios cielos, la oscuridad fue la más oscura; en la lejanía, las estrellas distantes parpadeaban ante sus ojos. Más leguas viajó Alalu y, luego, su mirada encontró una visión de gran alborozo:
¡En la extensión de los cielos, el emisario de los celestiales le daba la bienvenida!
El pequeño Gaga, El Que Muestra el Camino, le daba la bienvenida a Alalu con su vuelta, hasta él extendía su bienvenida.
Deambulando desvaído, estaba destinado a viajar antes y después del celestial Antu, con el rostro hacia delante, con el rostro hacia atrás, con dos rostros estaba dotado.
Su aparición, al ser el primero en recibir a Alalu, lo consideró éste como un buen augurio; ¡por los dioses celestiales es bienvenido!, así lo entendió.

En su carro, Alalu siguió el sendero de Gaga; hasta el segundo dios de los cielos se dirigía.
Pronto el celestial Antu, el nombre que le diera el Rey Enshar, se divisó en la oscuridad de las profundidades; azul como las aguas puras era su color; de las Aguas Superiores era el comienzo.
Alalu se quedó encantado con la belleza de la visión; a cierta distancia continuó su recorrido.
En la lejanía, el esposo de Antu empezó a brillar, por tamaño igual al de Antu;
Como el doble de su esposa, por un verde azulado se distinguía a An. Una fascinante multitud lo circundaba; de suelos firmes estaban provistos. Alalu les dio una afectuosa despedida a los dos celestiales, discerniendo todavía el sendero de Gaga. Estaba mostrando el sendero hacia su antiguo señor, del cual una vez fue consejero: hacia Anshar, el Primero de los Príncipes de los cielos, se dirigía el recorrido.
Acelerando el carro, Alalu pudo vencer la insidiosa atracción de Anshar; ¡con anillos brillantes de fascinantes colores hechizaba el carro!

Alalu dirigió rápidamente la mirada a un lado, y desvió con fuerza Lo Que Muestra el Camino.
Entonces, ante él apareció una visión aún más temible: ¡en los cielos lejanos, la estrella brillante de la familia llegó a ver!
Una visión más atemorizadora siguió a la revelación:
Un monstruo gigante, moviéndose en su destino, arrojó una sombra sobre el Sol; ¡Kishar se tragó a su creador!
Pavoroso fue el acontecimiento; un mal augurio, pensó de hecho Alalu. El gigante Kishar, el primero de los Planetas Estables, tenía un tamaño abrumador.
Tormentas de remolinos oscurecían su rostro, y movían manchas de colores de aquí para allá; Una hueste innumerable, unos rápidos, otros lentos, circundaban al dios celestial.
Dificultosos eran sus caminos, adelante y atrás se agitaban.
El mismo Kishar lanzó un hechizo, estaba arrojando relámpagos divinos.
Mientras Alalu observaba, su curso se vio afectado, se distrajo su dirección, sus actos se hicieron confusos.

Después, el oscurecimiento de la profundidad comenzó a pasar: Kishar en su destino prosiguió su vuelta.
Moviéndose lentamente, levantó su velo sobre el Sol radiante; Aquél del Principio llegó a verse plenamente.
Pero la alegría del corazón de Alalu no duró demasiado; más allá del quinto planeta, acechaba el mayor de los peligros, como ya sabía.
El Brazalete Repujado dominaba más adelante, ¡era de esperar la destrucción!
De rocas y piedras estaba compuesto, como huérfanos sin madre se agrupaban.
Abalanzándose por delante y por detrás, seguían un destino pasado.

Sus hechos eran detestables; difíciles sus senderos.
Habían devorado a los carros de exploración de Nibiru como leones hambrientos; Se negaban a entregar el precioso oro, necesario para la supervivencia. Hacia el Brazalete Repujado se precipitó el carro de Alalu, a enfrentarse audazmente en estrecho combate con las feroces piedras. Alalu tiró hacia arriba con más fuerza las Piedras de Fuego de su carro, dirigió Lo Que Muestra el Camino con mano firme. Las siniestras rocas cargaron contra el carro, como un enemigo al ataque en la batalla.
Alalu soltó desde el carro un proyectil portador de muerte hacia ellas; y después, otra y otra, contra el enemigo, las armas de terror arrojó. Como guerreros asustados, las rocas regresaron, abriendo un sendero para Alalu.

Como por hechizo, el Brazalete Repujado le abrió una puerta al rey. En la oscura profundidad, Alalu pudo ver los cielos con claridad; no fue derrotado por la ferocidad del Brazalete, ¡su misión no había terminado!
En la distancia, la bola ígnea del Sol extendía su resplandor; estaba emitiendo rayos de bienvenida hacia Alalu. Delante del Sol, un planeta pardo rojizo recorría su vuelta; era el sexto en la cuenta de dioses celestiales.

Alalu no pudo sino entreverlo: sobre su predestinado recorrido, se apartaba con rapidez del sendero de Alalu.
Después, apareció la nivea Tierra, el séptimo en la cuenta celestial. Alalu puso rumbo al planeta, hacia un destino más tentador. Su atractiva esfera era más pequeña que Nibiru, su red de atracción era más débil que la de Nibiru. Su atmósfera era más delgada que la de Nibiru, en ella se arremolinaban las nubes.
Abajo, la Tierra estaba dividida en tres regiones: blanco de nieve en la cima y en la base, azul y marrón entre ellas. Con destreza, Alalu desplegó las alas de detención del carro para circundar la bola de la Tierra.
En la región media, pudo discernir tierra firme y océanos acuosos. Dirigió hacia abajo el Rayo Que Penetra, para detectar las interioridades de la Tierra.

¡Lo he conseguido!, gritó extáticamente: Oro, mucho oro, había indicado el rayo; ¡estaba por debajo de la región de color oscuro, en las aguas también había! Golpeándole el corazón en el pecho, Alalu estaba valorando una decisión:

¿Haría descender su carro sobre la tierra seca, quizás para estrellareis y morir?
¿Pondría rumbo a las aguas, quizás para hundirse en el olvido? ¿Qué camino debía tomar para sobrevivir?
¿Descubriría el valioso oro? En el asiento del Águila, Alalu no se agitó; en manos del hado confió el carro.
Completamente cautivo en la red atractiva de la Tierra, el carro se iba moviendo cada vez más rápido. Las alas extendidas se encendieron; la atmósfera de la Tierra era como un horno.
Luego, el carro tembló, emitiendo un estruendo mortífero.
Abruptamente, el carro chocó, deteniéndose de repente.
Sin sentido por la sacudida, aturdido por el choque, Alalu, se quedo inmóvil,
Luego, abrió los ojos y supo que estaba entre los vivos; al planeta del oro había llegado victorioso.
Viene ahora el relato de la Tierra y su oro; es un relato del Principio, y de cómo los dioses celestiales fueron creados. En el Principio, cuando en el Arriba los dioses de los cielos no habían sido llamados a ser, y en el Ki de Abajo, el Suelo Firme aún no había sido nombrado, solo en el vacío existía Apsu, su Engendrador Primordial.

En las alturas del Arriba, los dioses celestiales aún no habían sido creados; en las aguas del Abajo, los dioses celestiales aún no habían aparecido. Arriba y Abajo, los dioses aún no habían sido formados, los destinos aún no se habían decretado.

Ninguna caña se había formado aún, ni tierra pantanosa había aparecido;
Apsu, solo, reinaba en el vacío.
Después, mediante los vientos de Apsu, las aguas primordiales se mezclaron, un hábil y divino conjuro lanzó Apsu sobre las aguas.
Sobre la profundidad del vacío, él vertió un profundo sueño; Tiamat, la Madre de Todo, forjó como esposa para sí mismo.
¡Una madre celestial, era ciertamente una belleza acuosa!
Junto a él, Apsu trajo después al pequeño Mummu, como mensajero suyo lo nombró, para hacerle un presente a Tiamat.
Un regalo resplandeciente concedió Apsu a su esposa: ¡un radiante metal, el imperecedero oro, para que sólo ella lo poseyera!
Después fue cuando los dos mezclaron sus aguas, para que salieran entre ellos los hijos divinos.
Varón y hembra fueron creados los celestiales; Lahmu y Lahamu por nombres se les dieron.

En el Abajo, Apsu y Tiamat les hicieron una morada. Antes de que hubieran crecido en edad y en estatura, en las aguas del Arriba, Anshar y Kishar fueron formados, sobrepasando a sus hermanos en tamaño. Los dos fueron forjados como pareja celestial; un hijo, An, en los cielos distantes fue su heredero. Después, Antu, para ser su esposa, fue creada como igual de An; la morada de ambos se hizo como frontera de las Aguas Superiores. Así fueron creadas tres parejas celestes, Abajo y Arriba, en las profundidades; por sus nombres se les llamó, ellos formaron la familia de Apsu con Mummu y Tiamat.

En aquel tiempo, Nibiru aún no se había visto, la Tierra aún no había sido llamada a ser. Estaban mezcladas las aguas celestes; aún no estaban separadas por un Brazalete Repujado.
En aquel tiempo, las vueltas aún no estaban del todo diseñadas; los destinos de los dioses aún no estaban firmemente decretados; los parientes celestiales se agrupaban; erráticos eran sus caminos. Para Apsu, sus caminos eran ciertamente detestables; Tiamat, sin poder descansar, se sentía agraviada y enfurecida. Una multitud formó para que marcharan a su lado, una multitud rugiente y terrible creó contra los hijos de Apsu. En total, once de esta especie creó; ella hizo al primogénito, Kingu, jefe entre ellos.

Cuando los dioses celestiales oyeron esto, en consejo se reunieron.
¡Ha elevado a Kingu, le ha dado mando hasta el grado de An!, se dijeron entre sí.
Una Tablilla de Destino en su pecho ha puesto, para que se procure su propia vuelta, ha instruido a su vastago Kingu para combatir contra los dioses.
¿Quién se resistirá a Tiamat?, los dioses se preguntaron entre sí.
Ninguno en sus vueltas se adelantó, ninguno llevaría un arma para la batalla.
En aquel tiempo, en el corazón de lo Profundo fue engendrado un dios, nació en una Cámara de Hados, un lugar de destinos.
Un hábil Creador lo forjó, era hijo de su propio Sol.

Desde lo Profundo, donde fue engendrado, el dios se separó de su familia en un arrebato; con él llevaba un regalo de su Creador, la Simiente de Vida.
Puso rumbo hacia el vacío; un nuevo destino estaba buscando.
La primera en atisbar al celestial errante fue la siempre atenta Antu.
Su figura era atractiva, resplandecía radiante, señoriales eran sus andares, extremadamente grande era su curso. De todos los dioses era el más elevado, su vuelta sobrepasaba a las de los demás. La primera en vislumbrarlo fue Antu, de cuyo pecho ningún hijo había mamado.
¡Ven, sé mi hijo!, le llamó. ¡Deja que sea tu madre! Ella le arrojó su red y le dio la bienvenida, hizo su rumbo adecuado para el propósito. Sus palabras llenaron de orgullo el corazón del recién llegado; aquella que lo criaría lo hizo altivo.

Su cabeza hasta el doble de su tamaño creció; cuatro miembros a sus lados le brotaron.
El movió sus labios en reconocimiento, un fuego divino fulguró desde ellos. Viró su rumbo hacia Antu, y no tardó en mostrar su rostro a An. Cuando An lo vio, ¡Hijo mío!, exaltado gritó.
¡Para el liderazgo se te confiará! ¡Junto a ti, una hueste serán tus sirvientes! ¡Que Nibiru sea tu nombre, conocido por siempre como Cruce!

Él se postró ante Nibiru, volvió su rostro ante el paso de Nibiru; extendió su red, cuatro sirvientes formó para Nibiru, para que fueran, junto a él, su hueste: el Viento Sur, el Viento Norte, el Viento Este, el Viento Oeste.
Con el corazón gozoso, An anunció a Anshar, su predecesor, la llegada de Nibiru.
Al oír esto, Anshar envió a Gaga, que estaba a su lado, como emisario. Palabras de sabiduría le transmitió a An, para asignarle una tarea a Nibiru. Él le encargó a Gaga que pusiera voz a lo que había en su corazón, a An decirle así:
Tiamat, la que nos engendró, ahora nos detesta; ha puesto en pie una hueste de guerra, está enfurecida y llena de ira. Contra los dioses, sus hijos, once guerreros marchan a su lado; de entre ellos, ha elevado a Kingu, y le ha marcado en el pecho un destino sin derecho. Ningún dios entre nosotros podrá sostenerse frente a su malevolencia, su hueste ha puesto el miedo en todos nosotros. ¡Que Nibiru se convierta en nuestro Vengador! ¡Que él venza a Tiamat, que salve nuestras vidas!
¡Para él decreto un hado, que salga y se enfrente a nuestra poderosa enemiga!

Gaga partió hacia An; se postró ante él y las palabras de Anshar repitió. An repitió a Nibiru las palabras de su predecesor, le reveló a él el mensaje de Gaga. Nibiru escuchó maravillado las palabras; fascinado oyó hablar de la madre que devoraría a sus hijos.

Sin decirlo, su corazón ya lo había impulsado a salir contra Tiamat. Abrió la boca, y dijo así a An y a Gaga: ¡Si para salvar vuestras vidas he de vencer a Tiamat, convocad a los dioses en asamblea, proclamad supremo mi destino! ¡Que todos los dioses acuerden en consejo hacerme el líder, someterse a mi mandato!
Cuando Lahmu y Lahamu oyeron esto, gritaron angustiados: ¡Extraña era la demanda, no se puede comprender su sentido!, dijeron ellos. Los dioses que decretan los hados consultaron entre sí; Accedieron a hacer de Nibiru su vengador, para él decretaron un hado exaltado; ¡A partir de este día, inalterables serán tus mandatos!, le dijeron a él.
¡Ninguno de entre nosotros los dioses transgrediremos tus límites!
¡Ve, Nibiru, sé nuestro Vengador!

Forjaron para él una vuelta principesca para que avanzara hacia Tiamat; le dieron sus bendiciones a Nibiru, le dieron armas terribles a Nibiru.
Anshar forjó tres vientos más de Nibiru: el Viento Maligno, el Torbellino, el Viento Sin Par.
Kishar llenó su cuerpo con una llama ardorosa, y una red para envolver a Tiamat. Así, listo para la batalla, Nibiru puso rumbo en dirección a Tiamat.
Viene ahora el relato de la Batalla Celestial, y de cómo la Tierra vino a ser, y del destino de Nibiru.
El señor salió; establecido por los hados, siguió su rumbo; a la terrible Tiamat plantó cara, con sus labios pronunció un conjuro.
Como manto de protección, puso en marcha el Pulsador y el Emisor; con una impresionante radiación fue coronada su cabeza.

A su derecha, apostó al Que Hiere; en su izquierda, colocó al Repulsor.
Los siete vientos, su hueste de auxiliares, como una tormenta envió; Se precipitó hacia la terrible Tiamat, con un clamor de batalla.
Los dioses se arremolinaron junto a él, después se apartaron de su caminó, avanzó solo para examinar a Tiamat y a sus ayudantes, para hacerse una idea de los planes de Kingu, el comandante de su hueste.
Cuando vio al valiente Kingu, se le nubló la vista; mientras miraba a los monstruos, se le distrajo la dirección, su rumbo se trastocó, sus actos se confundieron.

El grupo de Tiamat la rodeaba estrechamente, temblaban de terror.
Tiamat estremeció sus raíces, un rugido poderoso emitió; lanzó un hechizo sobre Nibiru, lo envolvió con sus encantos.
iLa suerte entre ellos estaba echada, la batalla era inevitable!
Cara a cara se encontraron, Tiamat y Nibiru; avanzaban uno contra otro
Se acercaban a la batalla, buscando el singular combate.
El Señor extendió su red, para envolverla la lanzó; Tiamat gritó con furia; como poseída, perdió sus sentidos. El Viento Maligno, que había estado tras él, a Nibiru adelantó, ante el rostro de ella lo soltó; ella abrió la boca para tragarse al Viento Maligno, pero no pudo cerrar los labios.

El Viento Maligno cargó contra su vientre, se abrió paso en sus entrañas. Sus entrañas aullaban, su cuerpo se dilató, la boca se le abrió.
A través de la abertura, Nibiru disparó una flecha brillante, un relámpago divino.
La flecha le despedazó las entrañas, le hizo pedazos el vientre; le desgarró la matriz, le partió el corazón.
Habiéndola sometido así, él extinguió su aliento vital. Nibiru contempló el cuerpo sin vida, Tiamat era ahora un cadáver masacrado.

Junto a su señora sin vida, sus once ayudantes temblaban de terror; quedaron capturados en la red de Nibiru, incapaces como eran de huir. Kingu, a quien Tiamat había hecho jefe de su hueste, estaba entre ellos. El Señor le puso grilletes, y a su señora sin vida lo encadenó. Le arrebató a Kingu las Tablillas de los Destinos, que sin ningún derecho se le habían dado, le estampó su propio sello, sujetó el Destino a su propio pecho. Al resto del grupo de Tiamat los ató como cautivos, en su propia vuelta los atrapó.
Los puso bajo su pie, los cortó en pedazos.

Los ató a todos a su vuelta; les hizo girar alrededor, con el rumbo invertido. Después, Nibiru partió del Lugar de la Batalla, anunció la victoria a los dioses que le habían nombrado. Dio la vuelta alrededor de Apsu, hacia Kishar y Anshar viajó. Gaga salió a recibirle, y como heraldo hacia los demás viajó después. Más allá de An y Antu, Nibiru se encaminó hacia la Morada en lo Profundo.
Sobre la suerte de la inerte Tiamat y de Kingu reflexionó después, a Tiamat, a la que había sometido, el Señor Nibiru volvió más tarde. Se encaminó hacia ella, se detuvo a ver su cuerpo sin vida; estuvo planeando en su corazón dividir hábilmente al monstruo.

Después, como un mejillón, en dos partes la dividió, separó el tronco de las partes inferiores.
Separó los canales internos de ella, maravillado contempló sus venas doradas. Pisando su parte posterior, el Señor cortó completamente la parte superior. El Viento Norte, su ayudante, a su lado llamó, que se llevara la cabeza cercenada, le ordenó al Viento, que la pusiera en el vacío.
El Viento de Nibiru se cernió pues sobre Tiamat, barriendo sus chorreantes aguas.
Nibiru disparó un rayo, al Viento Norte le dio una señal; en un resplandor, la parte superior de Tiamat fue llevada a una región desconocida.

Con ella, también fue exiliado el encadenado Kingu, para que fuera compañero de la parte seccionada.
Después, Nibiru reflexionó sobre la suerte de la parte posterior: quería que fuera un trofeo imperecedero de la batalla, un recordatorio constante en los cielos, que señalara el Lugar de la Batalla.
Con su maza, golpeó la parte posterior hasta hacerla trozos pequeños, después los enlazó en una banda hasta formar un Brazalete Repujado, entrelazándolos, los situó como guardianes, un Firmamento para dividir las aguas de las aguas.
Las Aguas Superiores por encima del Firmamento de las Aguas Inferiores separó; así forjó Nibiru sus hábiles obras.
Después, el Señor cruzó los cielos para inspeccionar las regiones; desde la zona de Apsu hasta la morada de Gaga midió las dimensiones.

Se detuvo y vaciló; después, regresó lentamente al Firmamento, al Lugar de la Batalla.
Pasando de nuevo por la región de Apsu, en la desaparecida esposa del Sol pensó con remordimiento.
Contempló la mitad herida de Tiamat, prestó atención a la Parte Superior; las aguas de vida, generosas en ella, de las heridas seguían manando, sus venas doradas reflejaban los rayos de Apsu. De la Simiente de la Vida, del legado del Creador, se acordó entonces Nibiru. ¡Cuando puso su pie sobre Tiamat, cuando la partió en pedazos, sin duda él le impartió la simiente a ella!
Nibiru se dirigió a Apsu, diciéndole así: ¡Con tus cálidos rayos, da salud a las heridas! ¡Que a la parte rota nueva vida le sea dada, que sea en tu familia como una hija, que las aguas en un lugar se reúnan, que aparezca tierra firme! ¡Por Tierra Firme que sea llamada, Ki será su nombre a partir de ahora! Apsu hizo caso a las palabras de Nibiru: ¡Que la Tierra se una a mi familia, Ki, Tierra Firme del Abajo, que Tierra sea su nombre a partir de ahora! ¡Que, con su giro, haya día y haya noche; en los días, la proveeré con mis rayos curadores!

¡Que Kingu sea una criatura de la noche, lo designaré para que brille en la noche compañera de la Tierra, para siempre Luna será! Nibiru escuchó satisfecho las palabras de Apsu. Nibiru cruzó los cielos e inspeccionó las regiones, a los dioses que le habían elevado concedió posiciones permanentes, destinó sus vueltas para que ninguno transgrediera la de los demás ni se quedara corto.
Fortaleció las esclusas celestes, puso puertas en ambos lados. Una morada remota eligió para sí, más allá de Gaga estaban sus dimensiones.

Le suplicó a Apsu que decretara para él la gran vuelta como su destino. Todos los dioses levantaron su voz desde sus posiciones: ¡Que la soberanía de Nibiru sea sobresaliente!
¡El más radiante de los dioses es, que sea en verdad el Hijo del Sol! Desde su región, Apsu dio su bendición: ¡Nibiru mantendrá el cruce de Cielo y Tierra; Cruce será su nombre!
Los dioses no cruzarán ni arriba ni abajo;
Él mantendrá la posición central, será el pastor de los dioses.

¡Un Shar será su vuelta; ése será su Destino para siempre!
Viene ahora el relato de cómo comenzaron los Tiempos de Antaño, y de la era que, en los Anales, fue conocida por el nombre de Era Dorada, y cómo fueron las misiones de Nibiru a la Tierra para obtener oro.
La huida de Alalu desde Nibiru fue su comienzo.

Alalu estaba dotado de gran entendimiento, muchos conocimientos había adquirido en su aprendizaje. De su antecesor Anshargal, de los cielos y las vueltas había amasado muchos conocimientos, a través de Enshar, sus conocimientos aumentaron grandemente; de todo ello aprendió mucho Alalu; con los sabios discutía, a eruditos y comandantes consultaba. Así se determinaron los conocimientos del Principio, así poseyó Alalu estos conocimientos. El oro en el Brazalete Repujado era la confirmación, el oro en el Brazalete Repujado era el indicio del oro en la Parte Superior de Tiamat.

Y al planeta del oro llegó Alalu victoriosamente, con un choque atronador de su carro. Con un rayo, exploró el lugar, para descubrir sus alrededores; su carro descendió en tierra seca, al filo de amplias tierras pantanosas aterrizó.
Se puso un casco de Águila, se puso un traje de Pez.
Abrió la portezuela del carro; ante la portezuela abierta se detuvo para asombro.
Oscuro era el suelo, azul-blanco eran los cielos; no había sonidos, nadie que le ofreciera la bienvenida.
¡Estaba solo en un planeta extraño, quizás exiliado para siempre de Nibiru!
Bajó a tierra, sobre el oscuro suelo puso el pie; había colinas en la distancia; en las cercanías, había mucha vegetación.

Ante él, había tierras pantanosas, en ellas se introdujo; con el frío de sus aguas se estremeció.
¡Volvió al suelo seco; estaba solo en un planeta extraño! Se vio poseído por sus pensamientos, esposa y descendientes con nostalgia recordaba; ¿estaría exiliado de Nibiru para siempre?, se preguntaba esto una y otra vez.

No tardó en volver al carro, con alimento y bebida para mantenerse. Después, le venció un profundo sueño, una poderosa ensoñación. Cuánto tiempo estuvo durmiendo, no podía recordarlo; tampoco podía decir qué le había despertado.
Fuera había mucho resplandor, un resplandor nunca visto en Nibiru. Extendió un palo desde el carro; con un Probador estaba equipado. El Probador respiró el aire del planeta; ¡indicó su compatibilidad! Abrió la portezuela del carro, con la portezuela abierta tomó aire. Otra vez tomó aire, y otra y otra; ¡ciertamente, el aire de Ki era compatible!

Alalu aplaudió, se puso a cantar una alegre canción. Sin el casco de Águila, sin el traje de Pez, bajó hasta el suelo. ¡El resplandor del exterior era cegador; los rayos del Sol lo abrumaban! Volvió al carro, se puso una máscara para los ojos. Tomó el arma portátil, asió el práctico Tomador de Muestras. Bajó a tierra, sobre el oscuro suelo puso el pie. Se encaminó hacia los cenagales; oscuras y verdosas eran las aguas. En el borde de la ciénaga había guijarros; Alalu tomó un guijarro, lo arrojó a la ciénaga.

Sus ojos vislumbraron un movimiento en la ciénaga: ¡las aguas estaban llenas de peces!
Introdujo el Tomador de Muestras en la ciénaga, para considerar las turbias aguas; el agua no era adecuada para beber, descubrió Alalu muy decepcionado. Se alejó de las ciénagas, y fue en dirección a las colinas. Pasó a través de la vegetación; los arbustos daban paso a los árboles.
El lugar era como un huerto, los árboles estaban cargados de frutos.
Seducido por su dulce aroma, Alalu tomó una fruta; se la puso en la boca.
¡Si dulce era su aroma, más dulce era su sabor! Alalu se deleitó enormemente.
Alalu caminaba evitando los rayos del Sol, dirigiéndose hacia las colinas.
Entre los árboles, sintió humedad bajo sus pies, una señal de aguas cercanas.
Puso rumbo en dirección a la humedad; en mitad del bosque había un estanque, una laguna de aguas silenciosas.

Sumergió el Tomador de Muestras en la laguna, ¡el agua era buena para beber!
Alalu rió; una risa sin fin hizo presa en él.
¡El aire era bueno, el agua era apta para beber; había fruta, había peces!
Entusiasmado, Alalu se agachó, juntó las manos haciendo un cuenco, llevó agua hasta su boca.
El agua tenía frescura, un sabor diferente del agua de Nibiru.
Bebió una vez más y luego, asustado, dio un salto: podía escuchar un bisbiseo; ¡un cuerpo se deslizaba por la orilla de la laguna!
Aferró el arma portátil, dirigió una ráfaga de su rayo hacia lo que silbaba.
Lo que se movía se detuvo, el silbido terminó.
Alalu se adelantó para examinar el peligro.

El cuerpo que se deslizaba estaba inmóvil; la criatura estaba muerta, una visión de lo más extraña: su largo cuerpo era como una cuerda, sin manos ni pies era el cuerpo; había ojos fieros en su pequeña cabeza, fuera de la boca colgaba una larga lengua.
¡Algo que nunca antes había visto en Nibiru, una criatura de otro mundo!
¿Sería el guardián del huerto?, meditó Alalu para sí mismo. ¿Sería el dueño del agua?, se preguntó.
Puso agua en un recipiente que llevaba; muy alerta, reemprendió el camino hasta su carro.
También tomó las frutas dulces; hacia el carro se encaminó.
La brillantez de los rayos del Sol había disminuido enormemente; era oscuro cuando llegó al carro.
Alalu reflexionó sobre la brevedad del día, su brevedad le sorprendió.
Sobre los pantanos, una fría luminosidad se elevaba en el horizonte.
No tardó en elevarse en los cielos una esfera blanquecina:
Kingu, el compañero de la Tierra, estaba contemplando.

Lo que en los relatos del Principio, sus ojos podían ver ahora la verdad: los planetas y sus vueltas, el Brazalete Repujado, Ki, la Tierra, Kingu, su luna, ¡todos fueron creados, todos por sus nombres llamados!
En su corazón, Alalu conocía una verdad más que era necesario contemplar: el oro, el medio para la salvación, era necesario encontrarlo.
Si había verdad en los relatos del Principio, si fueron las aguas las que lavaron las venas doradas de Tiamat, ¡en las aguas de Ki, su mitad cercenada, se encontraría el oro!
Con manos vacilantes, Alalu desmontó el Probador del palo del carro.
Con manos temblorosas, se puso el traje de Pez, esperando ansioso la rápida llegada de la luz diurna.
Al nacer el día, salió del carro, a los pantanos rápidamente se encaminó.
Se introdujo en aguas más profundas, sumergió el Probador en las aguas.
Ansioso observaba su iluminada faz, el corazón le golpeaba en el pecho.

El Probador indicaba los contenidos del agua, con símbolos y números desvelaba sus hallazgos.
Y, después, el latido del corazón de Alalu se detuvo: ¡Hay oro en las aguas, estaba diciendo el Probador!
Inestable sobre sus piernas, Alalu se adelantó, se dirigió hacia lo más profundo del pantano.
Una vez más, sumergió el Probador en las aguas; ¡una vez más, el Probador anunció oro!
Un grito, un grito de triunfo, de la garganta de Alalu emanó: ¡la suerte de Nibiru estaba ahora en sus manos!
De vuelta al carro se dirigió, se quitó el traje de Pez, ocupó el asiento del comandante.
Animó las Tablillas de los Destinos que conocen todas las vueltas, para encontrar la dirección hacia la vuelta de Nibiru.

Levantó el Hablador de Palabras, para llevar las palabras a Nibiru.

Después, hacia Nibiru pronunció las palabras, diciendo así: Las palabras del gran Alalu hacia Anu en Nibiru se dirigen. ¡En otro mundo estoy, he encontrado el oro de la salvación; la suerte de Nibiru está en mis manos; debes escuchar mis condiciones!

Alalu transmite las noticias a Nibiru, reclama la realeza Anu, asombrado, plantea el asunto ante el consejo real Enlil, el Hijo Principal de Anu, sugiere una verificación in situ Ea, el Primogénito de Anu y yerno de Alalu, es elegido en cambio
Ea equipa con ingenio el barco celestial para el viaje
La nave espacial, pilotada por Anzu, lleva a cincuenta héroes
Superando los peligros, los nibiruanos se estremecen ante la visión de la Tierra
Dirigidos por Alalu, amerizan y ganan la costa Eridú, Hogar Lejos del Hogar, se tunda en siete días
Comienza la extracción de oro de las aguas
Aunque la cantidad es minúscula, Nibiru exige la entrega
Abgal, un piloto, elige la nave espacial de Alalu para el viaje
Se descubren armas nucleares prohibidas en la nave espacial
Ea y Abgal sacan las Armas de Terror y las ocultan
Conexión Tierra-Marte (representación hacia el 2500 a.C.)

 
LA TERCERA TABLILLA

¡La suerte de Nibiru está en mis manos; mis condiciones debes escuchar!
Ésas fueron las palabras de Alalu, de la oscura Tierra a Nibiru las transmitió el Hablador.
Cuando las palabras de Alalu a Anu, el rey, le fueron comunicadas, Anu se asombró; se asombraron también los consejeros, los sabios quedaron sorprendidos.
¿Alalu no está muerto?, se preguntaban entre sí. ¿Es que podía estar vivo en otro mundo?, se decían con incredulidad.

¿No se había ocultado en Nibiru, habiendo ido con el carro hasta un lugar ignoto?
Se convocó a los comandantes de los carros, los sabios reflexionaron sobre las palabras transmitidas.
Las palabras no llegaron desde Nibiru; se dijeron desde más allá del Brazalete Repujado, ésta fue su conclusión, y esto se le reportó al rey, Anu.
Anu quedó aturdido; reflexionó sobre lo sucedido.
Que se le envíen palabras de reconocimiento a Alalu, dijo a los reunidos.

En el Lugar de los Carros Celestiales se dio la orden, a Alalu palabras le fueron dichas: Anu, el rey, te envía sus saludos; se complace en saber que te encuentras bien; no había razón para que te fueras de Nibiru, en el corazón de Anu no hay enemistad; Si realmente has encontrado el oro de la salvación, ¡que Nibiru se salve!
Las palabras de Anu llegaron al carro de Alalu; Alalu las respondió con rapidez:
Si vuestro salvador he de ser, para vuestras vidas salvar, convocad a los príncipes en asamblea, ¡declarad suprema mi ascendencia!

¡Que los comandantes me conviertan en su líder, que se inclinen ante mis órdenes!
¡Que el consejo me nombre rey, para sustituir a Anu en el trono! Cuando las palabras de Alalu se escucharon en Nibiru, grande fue la consternación. ¿Cómo se podía deponer a Anu?, se preguntaban los consejeros. ¿Y si no era cierto lo que contaba Alalu? ¿Y si era una artimaña? ¿Dónde está su asilo? ¿De verdad ha encontrado oro? Reunieron a los sabios, pidieron el consejo de los doctos e instruidos. El más anciano de ellos habló: ¡Yo fui el maestro de Alalu!, dijo. Él había escuchado con atención las enseñanzas del Principio, de la Batalla Celestial había aprendido; del monstruo acuoso Tiamat y de sus venas doradas adquirió conocimientos; si realmente ha ido más allá del Brazalete Repujado, ¡en la Tierra, el séptimo planeta, está su asilo!
En la asamblea, un príncipe tomó la palabra; era un hijo de Anu, del vientre de Antu, la esposa de Anu, había surgido.

Enlil era su nombre, que quiere decir Señor del Mandato. Palabras de cautela estaba pronunciando: Alalu no puede hablar de condiciones. Las calamidades fueron su obra, y perdió el trono en combate singular.
Si es cierto que ha encontrado oro en Tiamat, hacen falta pruebas de ello; ¿habrá suficiente oro para proteger nuestra atmósfera? ¿Cómo lo traeremos hasta Nibiru a través del Brazalete Repujado? Así habló Enlil, el hijo de Anu; y otras muchas preguntas formuló también. Muchas pruebas hacían falta, muchas respuestas se precisaban, coincidieron todos. Se le transmitieron a Alalu las palabras de la asamblea, una respuesta se exigió.

Alalu ponderó el mérito de las palabras, y accedió a transmitir sus secretos; de su viaje y sus peligros hizo en verdad relato.
Del Probador sacó el cristal de sus entrañas, del Tomador de Muestras sacó su corazón de cristal; Insertó los cristales en el Hablador, para transmitir todos los hallazgos.
¡Ahora que se han entregado las pruebas, declaradme rey, inclinaos ante mis órdenes!, exigió severamente.
Los sabios se horrorizaron; ¡con Armas de Terror, Alalu causaría más estragos en Nibiru, con Armas de Terror un sendero había abierto a través del Brazalete!

En el momento Nibiru pase en su vuelta por esa región, ¡Alalu está amasando calamidades!
En el consejo había mucha consternación; alterar la realeza era, ciertamente, un asunto grave.
Anu no sólo era rey por ascendencia: ¡había alcanzado el trono en justa lid!
En la asamblea de los príncipes, un hijo de Anu se levantó para hablar.
Era sabio en todas las materias, entre los sabios se le reconocía.
De los secretos de las aguas era un maestro; E.A, Aquel Cuyo Hogar Es el Agua, era llamado.
De Anu era el Primogénito; con Damkina, la hija de Alalu, estaba casado.
Mi padre por nacimiento es Anu, el rey, dijo Ea; Alalu, por matrimonio, es mi padre.
Llevar al unísono los dos clanes fue la intención de mis desposorios; ¡Dejadme ser el que traiga la unidad en este conflicto!
¡Dejadme ser el emisario de Anu ante Alalu, dejadme ser el que dé soporte a los descubrimientos de Alalu!
Dejad que vaya en viaje a la Tierra en un carro, trazaré un sendero a través del Brazalete con agua, no con fuego.
En la Tierra, dejad que obtenga de las aguas el precioso oro; a Nibiru se enviará de vuelta.

Que Alalu sea rey en la Tierra, un veredicto de los sabios esperar: si Nibiru se salva, que haya una segunda lucha; ¡que ésta determine quién gobernará Nibiru! Los príncipes, los consejeros, los sabios, los comandantes escucharon las palabras de Ea con admiración; estaban llenas de sabiduría, pues encontraban solución al conflicto. ¡Que así sea!, anunció Anu. Que parta Ea, que se ponga a prueba el oro.
¡Lucharé con Alalu por segunda vez, que el vencedor sea rey de Nibiru!

Se le transmitieron a Alalu las palabras de la decisión;
Éste las ponderó y accedió: ¡Que Ea, mi hijo por matrimonio, venga a la Tierra! ¡Que se obtenga oro de las aguas, que se ponga a prueba para la salvación de Nibiru; que una segunda lucha por la realeza se salde entre Anu y yo! ¡Así sea!, decretó Anu en la asamblea.
Enlil hizo una objeción; la palabra del rey era inalterable.
Ea fue al lugar de los carros, con comandantes y sabios consultó. Contempló los peligros de la misión, consideró cómo extraer y traer el oro. Estudió con detenimiento la transmisión de Alalu, y pidió a Alalu más pruebas de los resultados. Diseñó una Tablilla de Destinos para la misión. Si el agua fuera la Fuerza, ¿dónde se podría repostar? ¿Dónde, en el carro, se almacenará? ¿Cómo se convertirá en Fuerza? Toda una vuelta de Nibiru pasó con las reflexiones, un Shar de Nibiru pasó en los preparativos.

Se ha preparado el carro celestial más grande para la misión, se ha calculado su destino de vuelta, una Tablilla de Destino se ha fijado con firmeza; ¡cincuenta héroes harán falta para la misión, para viajar a la Tierra y obtener el oro!

Anu dio su aprobación al viaje; los astrónomos eligieron el momento adecuado para comenzarlo. En el Lugar de los Carros se congregaron las multitudes, llegaron para despedir a los héroes y a su líder. Llevando cascos de Águila, portando cada uno un traje de Pez, los héroes entraron al carro de uno en uno.
El último en embarcar fue Ea; de los congregados se despidió. Se arrodilló ante su padre, Anu, para recibir la bendición del rey. Mi hijo, el Primogénito: un largo viaje has emprendido, para ponerte en peligro por todos nosotros; que tu éxito destierre de Nibiru la calamidad; ¡ve y vuelve con vida! Así hizo Anu para pronunciar una bendición para su hijo, despidiéndose de él.

La madre de Ea, a la que llamaban Ninul, lo apretó contra su pecho.
¿Por qué, después que me fueras dado como hijo de Anu, él te dotó con un corazón incansable?
¡Ve y vuelve, recorre sin novedad el peligroso camino!, le dijo ella.
Con ternura, Ea besó a su esposa, abrazó a Damkina sin palabras.
Enlil estrechó los brazos con su hermanastro. ¡Que seas bendito, que tengas éxito!, le dijo.
Con el corazón encogido, Ea entró en el carro, y dio la orden de remontarse.

Viene ahora el relato del viaje hasta el séptimo planeta, y de cómo se inició la leyenda del Diospez que vino de las aguas. Con el corazón encogido, Ea entró en el carro, y dio la orden de remontarse. El asiento de comandante estaba ocupado por Anzu, no por Ea; Anzu, no Ea, era el comandante del carro; Aquel Que Conoce los Cielos significaba su nombre; para esta tarea se le había seleccionado especialmente.

Era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su ascendencia. El carro celestial guió con pericia; lo elevó poderosamente de Nibiru, hacia el distante Sol lo dirigió.
Diez leguas, cien leguas el carro recorrió, mil leguas el carro viajó. El pequeño Gaga salió a recibirlos, les transmitió a los héroes la bienvenida. La azulada Antu, hermosa y encantadora, le mostró el camino. Anzu se sintió atraído ante su vista. ¡Examinemos sus aguas!, dijo Anzu. Ea dio la orden de continuar sin detenerse; es un planeta sin retorno, dijo enérgicamente.
Hacia el celestial An, el tercero en la cuenta planetaria, prosiguió el carro. A su lado yacía An, su ejército de lunas se arremolinaban. Los rayos del Probador revelaron la presencia de agua; se le indicó a Ea si era necesario detenerse, Ea dijo que se continuara el viaje, hacia Anshar, el mayor de los príncipes del cielo, se estaba dirigiendo. Pronto pudieron sentir el insidioso tirón de Anshar, y admiraron con temor sus anillos de colores.

Con pericia, Anzu guió el carro, los demoledores peligros hábilmente evitó. La gigante Kishar, el mayor de los planetas estables, fue el siguiente en encontrarse. La atracción de su red era abrumadora; con gran habilidad, Anzu desvió el rumbo del carro.
Con furia, Kishar estuvo lanzando rayos al carro divino, dirigió su ejército hacia el intruso.
Lentamente, Kishar se alejó, para que el carro se encontrara con el siguiente enemigo: ¡más allá del quinto planeta, el Brazalete Repujado estaba al acecho! Ea ordenó que en su artefacto se fijara un-zumbido, que se preparara el Propulsor de Agua.

Hacia el ejército de rocas giratorias se precipitaba el carro, cada una, como la piedra de una honda, se dirigía ferozmente hacia el carro. La palabra de Ea fue dada; con la fuerza de un millar de héroes, se lanzó la corriente de agua. Una a una, las rocas volvieron la cara; ¡estaban dejando un sendero para el carro!
Pero, mientras una roca huía, otra atacaba en su lugar; ¡una multitud más allá de toda cuenta era su número, un ejército buscando venganza por la división de Tiamat!

Una y otra vez, Ea dio las órdenes para que el Propulsor de Agua mantuviera un-zumbido;
Una y otra vez, se dirigieron corrientes de agua hacia el ejército de rocas;
Una y otra vez, las rocas volvieron sus caras, dejando un sendero para el carro. Y, después, al fin, el sendero quedó claro; ¡el carro podía continuar sin daños!

Los héroes elevaron un grito de alegría; y doble fue la alegría ante la visión del Sol que ahora se revelaba.
En medio del regocijo, Anzu hizo sonar la alarma: para trazar el sendero, se había consumido demasiada agua, ¡no había agua suficiente para alimentar las Piedras ígneas del carro durante el resto del viaje!
En la oscura profundidad, podían ver el sexto planeta, estaba reflejando los rayos del Sol. Hay agua en Lahmu, estaba diciendo Ea. ¿Puedes hacer descender el carro sobre él?, le preguntó a Anzu.
Diestramente, Anzu dirigió el carro hacia Lahmu; al llegar al dios celestial, a su alrededor hizo circundar el carro.
La red del planeta no es grande, su atracción se puede manejar con facilidad, dijo Anzu.
Lahmu merecía ser contemplado, tenía muchos tonos; de blanca nieve era su gorro, de blanca nieve eran sus sandalias.

Rojizo en su mitad, ¡en su mitad lagos y ríos relucían!
Hábilmente, Anzu hizo viajar al carro más despacio, junto a la orilla de un lago lo hizo descender suavemente.
Siguiendo las órdenes, los héroes extendieron Lo Que Aspira Agua, las entrañas del carro se llenaron con las aguas del lago.
Mientras el carro se llenaba de agua, Ea y Anzu examinaron los alrededores.
Con el Probador y el Tomador de Muestras, determinaron todo lo que importa: las aguas eran buenas para beber, había aire suficiente.
Todo se registró en los anales del carro, y se describió la necesidad de desviarse.
Reabastecido su vigor, el carro se remontó, despidiéndose del benévolo Lahmu.

Más allá, el séptimo planeta estaba dando su vuelta; ¡la Tierra y su compañero estaban invitando al carro!
En el asiento del comandante, Anzu estaba sin palabras; Ea también estaba callado.
Delante de ellos estaba su destino, que contenía el oro de la salvación o la perdición de Nibiru.
¡El carro debe frenarse, o perecerá en la gruesa atmósfera de la Tierra!, declaró Anzu a Ea.
¡Haz círculos para frenar alrededor del compañero de la Tierra, la Luna!, le sugirió Ea.
Circundaron la Luna; yacía postrada y llena de cicatrices, tras la victoria de Nibiru en la Batalla Celestial.
Después de frenar así el carro, Anzu lo dirigió hacia el séptimo planeta.

Una vez, dos veces hizo circundar el carro alrededor del globo de la Tierra, aún más cerca de la Tierra Firme lo hizo descender. Había tonos niveos en las dos terceras partes del planeta, de un tono oscuro era su parte media. Podían ver los océanos, podían ver las Tierras Firmes; estaban buscando la señal de la baliza de Alalu.
Donde un océano tocaba tierra seca, donde cuatro ríos eran tragados por los pantanos, balizaba la señal de Alalu.

¡El carro es demasiado pesado y grande para los pantanos!, declaró Anzu. ¡La red de atracción de la Tierra es demasiado poderosa para descender en tierra seca!, anunció Anzu a Ea.
¡Ameriza! ¡Ameriza en las aguas del océano!, le gritó Ea a Anzu. Anzu dio una vuelta más alrededor del planeta; con mucho cuidado, hizo descender el carro hacia el borde del océano. Llenó de aire los pulmones del carro; en las aguas amerizó, no se hundió en las profundidades. En el Hablador se escuchó una voz: ¡Sed bienvenidos a la Tierra!, estaba diciendo Alalu.
Por la transmisión de sus palabras, se determinó la dirección de su paradero. Hacia el lugar dirigió Anzu el carro, flotando como un barco se movía sobre las aguas. Pronto se estrechó el amplio océano, apareciendo tierras secas a ambos lados como dos guardianes.

En la parte izquierda, se elevaban colinas pardas; en la derecha, las montañas elevaban sus cabezas hasta el cielo. Hacia el lugar de Alalu se dirigió el carro, iba flotando sobre las aguas como un barco. Por delante, la tierra seca estaba cubierta de agua, los pantanos sustituían al océano. Anzu dio órdenes a los héroes, les ordenó que se pusieran los trajes de peces. Entonces, se abrió una portezuela del carro, y los héroes descendieron a los pantanos.

Ataron fuertes cuerdas al carro, con las cuerdas tiraron del carro. Las palabras transmitidas por Alalu llegaban con más fuerza. ¡Rápido! ¡Rápido!, estaba diciendo.
Al filo de los pantanos, una visión había que contemplar: reluciendo bajo los rayos del Sol, había un carro de Nibiru; ¡era el barco celestial de Alalu! Los héroes aceleraron sus pasos, hacia el carro de Alalu se apresuraron.

Impaciente, Ea se puso su traje de pez; en su pecho, el corazón golpeaba como un tambor.
Saltó al pantano, con paso apresurado se dirigió hacia la orilla.
Altas eran las aguas del pantano, el fondo estaba más hondo de lo que esperaba.
Dejó de caminar para nadar, con brazadas audaces avanzó.
Mientras se acercaba a la tierra seca, pudo ver verdes praderas.
Después, sus pies tocaron suelo firme; se puso de pie y siguió caminando.
Delante de él, pudo ver a Alalu, de pie, saludando con las manos vigorosamente.
Alcanzando la orilla, Ea salió de las aguas: ¡estaba sobre la oscura Tierra!
Alalu llegó corriendo hasta él; abrazó con fuerza a su hijo por matrimonio.
¡Bienvenido a un planeta diferente!, le dijo Alalu a Ea.

Viene ahora el relato de cómo se fundó Eridú en la Tierra, de cómo comenzó la cuenta de los siete días. Alalu abrazó a Ea en silencio, con los ojos llenos de lágrimas de alegría.
Ea inclinó su cabeza ante él, en señal de respeto ante su padre por matrimonio.
En los pantanos, los héroes seguían avanzando; otros más se pusieron los trajes de peces, otros más hacia la tierra seca se apresuraban.

¡Mantened a flote el carro!, ordenó Anzu. ¡Ancladlo en las aguas, evitad el fango de la orilla!
Los héroes alcanzaron la orilla, ante Alalu se inclinaron.
Anzu llegó a la orilla, el último en salir del carro.
Se inclinó ante Alalu; con él estrechó los brazos Alalu en señal de bienvenida.

A todos los que habían llegado, Alalu dio palabras de bienvenida. A todos los que estaban reunidos, Ea dio palabras de mandato. ¡Aquí en la Tierra, yo soy el comandante!, les dijo.
En una misión a vida o muerte hemos llegado; ¡en nuestras manos está la suerte de Nibiru!
Miró alrededor, estaba buscando un lugar para acampar. ¡Amontonad tierra, haced montículos allí!, ordenó Ea para levantar un campamento.

A un lugar no lejano estaba señalando, una cabana de cañas erigió por morada para Alalu. Luego, dirigió estas palabras a Anzu: Transmite estas palabras a Nibiru, ¡al rey, mi padre Anu, anuncia la feliz llegada!
No tardó en cambiar el tono de los cielos, del resplandor al rojizo se tornó. Ante sus ojos se reveló una visión nunca antes vista: ¡el Sol, como una esfera roja, estaba desapareciendo en el horizonte! ¡El temor se apoderó de los héroes, temían una Gran Calamidad! Alalu, con palabras risueñas, les confortó diciendo: Es una puesta de Sol, marca el fin de un día en la Tierra. Echaos para un breve descanso; una noche en la Tierra es más corta de lo que podáis imaginar. Antes de lo que podáis esperar, el Sol hará su aparición; ¡será de día en la Tierra!

Inesperadamente, llegó la oscuridad, y separó los cielos de la Tierra. Los relámpagos rompían la oscuridad, y a los truenos les siguieron las lluvias. Los vientos soplaron sobre las aguas, eran tormentas de un dios extraño. En el carro, los héroes se pusieron en cuclillas; en el carro, los héroes se acurrucaron.
Para ellos, no llegó el descanso; estaban muy agitados. Con los corazones acelerados, esperaban el regreso del Sol. Sonrieron cuando aparecieron sus rayos, contentos y dándose palmadas en la espalda.
Y anocheció y amaneció, fue su primer día en la Tierra. Al romper el día, Ea reflexionó sobre la situación; debía pensar sobre cómo separar las aguas de las aguas. Nombró a Engur señor de las aguas dulces, para que proveyera de aguas potables.

Éste fue a la laguna de la serpiente con Alalu, para valorar sus aguas dulces; ¡La laguna estaba abarrotada de serpientes malignas!, dijo Engur a Ea.
Entonces, Ea contempló los pantanos, sopesando la abundancia de aguas de lluvia.
A Enbilulu lo puso al cargo de los pantanos, se le indicó que señalara los matorrales de cañizos. A Enkimdu se le puso al cargo de la zanja y del dique, para que elaborara una frontera frente a los pantanos, para que hiciera un lugar donde reunir las aguas que llovían del cielo, Así se separaron las aguas de debajo de las aguas de arriba, se separaron las aguas de los cenagales de las aguas dulces.

Y anocheció y amaneció, fue el segundo día en la Tierra.
Cuando el Sol anunció la mañana, los héroes ya estaban llevando a cabo las tareas asignadas. Ea dirigió sus pasos, junto a Alalu, hacia el lugar de hierba y árboles, para examinar todo lo que crece en el huerto, hierbas y frutas según su especie.

A Isimud, su visir, Ea le hizo unas preguntas: ¿Qué planta es ésta? ¿Qué planta es aquélla?, le preguntaba.
Isimud, muy instruido, pudo distinguir los alimentos que crecen bien; arrancó una fruta para Ea, ¡es una planta de miel!, le decía a Ea: ¡Él mismo comió una fruta, Ea estaba comiéndose una fruta!
Del alimento que crece, diferenciado por su bondad, Ea puso al cago al héroe Gurú.
Así se proveyeron los héroes de agua y alimentos; no se hartaban.
Y anocheció y amaneció, fue el tercer día en la Tierra.

El cuarto día cesaron de soplar los vientos, el carro ya no se vio perturbado por las olas.
¡Que se traigan herramientas desde el carro, que se construyan moradas en el campamento!, ordenó Ea.
Ea puso a Kulla al cargo del molde y el ladrillo, para que hiciera ladrillos de arcilla; a Mushdammu se le indicó que pusiera los cimientos, para levantar moradas habitables.

Todo el día estuvo brillando el Sol, una gran luz hubo durante el día. Al anochecer, Kingu, la luna de la Tierra, arrojó en su plenitud una luz pálida sobre la Tierra, una luz menor para gobernar la noche, para ser contado entre los dioses celestiales.

Y anocheció y amaneció, fue el cuarto día en la Tierra. El quinto día, Ea le ordenó a Ningirsig que hiciera un barco de juncos, para tomar la medida de los pantanos, para valorar la extensión de los cenagales.
Ulmash, el que conoce lo que prolifera en las aguas, el que tiene conocimientos de las aves de caza que vuelan, a Ulmash llevó Ea por compañero, para que distinguiera lo bueno de lo malo. De las especies que pululan en las aguas, de las especies que ofrecen sus alas en el cielo, muchas eran desconocidas para Ulmash; su número era desconcertante. Buenas eran las carpas, entre lo malo iban nadando. Ea convocó a Enbilulu, el señor de los pantanos; Ea convocó a Enkimdu, a cargo de la zanja y el dique; a ellos les dio palabras, para hacer una barrera en los pantanos; para hacer un recinto con cañas y juncos verdes, y separar allí unos peces de otros, una trampa para carpas, que de una red no pudieran escapar, un lugar de cuya trampa no pudiera escapar ningún ave que fuera buena para comer. Así, los héroes se proveerían de pescado y de caza, separando las especies buenas.

Y anocheció y amaneció, fue el quinto día en la Tierra. El sexto día, Ea tuvo en cuenta a las criaturas del huerto. A Enursag se le asignó la tarea de distinguir lo que se arrastra por el suelo de lo que camina sobre pies; Enursag se asombró de sus especies, de su ferocidad dio cuenta a Ea. Ea convocó a Kulla, a Mushdammu dio órdenes urgentes: ¡Para la noche, las moradas han de estar terminadas, y rodeadas por una valla de protección! Los héroes pusieron manos a la obra, sobre los cimientos se pusieron los ladrillos con rapidez. Los tejados se hicieron de caña, y la valla se levantó con árboles cortados.

Anzu trajo del carro un Rayo-Que-Mata, un Hablador-Que-Transmite-Palabras puso en la morada de Ea; ¡Al anochecer, el campamento estaba terminado! Los héroes se congregaron en su interior por la noche.
Ea, Alalu y Anzu consideraron los hechos; ¡todo lo que se había hecho era en verdad bueno!
Y anocheció y amaneció, el sexto día.
El séptimo día se reunieron los héroes en el campamento, Ea les dijo estas palabras:
Hemos emprendido un peligroso viaje, hemos recorrido un peligroso camino desde Nibiru hasta el séptimo planeta.

A la Tierra hemos llegado sin novedad, muchas cosas buenas hemos conseguido, hemos establecido un campamento.
¡Que este día sea de descanso; a partir de ahora, el séptimo día será siempre de descanso!
¡Que a partir de ahora se le llame a este lugar Eridú, Hogar en la Lejanía será su significado!
¡Que se mantenga una promesa, que Alalu sea declarado comandante de Eridú!
Los héroes así reunidos, gritaron al unísono los acuerdos.
Palabras de acuerdo pronunció Alalu, después rindió gran homenaje a Ea:
¡Que se le dé un segundo nombre a Ea, que se le llame Nudimmud, el Hábil Forjador!
Al unísono, los héroes anunciaron el acuerdo.
Y anocheció y amaneció, el séptimo día.

Viene ahora el relato de cómo comenzó la búsqueda de oro, y de cómo los planes en Nibiru no proporcionaban la salvación a Nibiru. Tras establecerse el campamento de Eridú y después de saciarse los héroes de alimento, Ea comenzó la tarea de obtener oro de las aguas.
En el carro, se levantaron las Piedras de Fuego, y cobró vida el Gran Crujidor; esde el carro, se extendió Lo Que Succiona Agua, se insertó en las aguas pantanosas.
Las aguas se introdujeron en un recipiente de cristales, de las aguas, los cristales del recipiente extrajeron todo lo que había de metal.

Después, desde el recipiente, Lo Que Escupe escupió las aguas a la laguna de los peces; así se recogían en el recipiente los metales que había en las aguas. El artefacto de Ea era ingenioso, ¡en verdad, era un Hábil Forjador! Durante seis días de la Tierra se introdujeron aguas pantanosas, se escupieron aguas pantanosas; ¡en el recipiente se recogían los metales! El séptimo día, Ea y Alalu examinaron los metales; de muchas clases eran los metales que había en el recipiente. Había hierro, había mucho cobre; el oro no era abundante. En el carro otro recipiente, el ingenioso artefacto de Nudimmud, los metales se separaron según tipos, se llevaron a la orilla por clases. Así trabajaron los héroes durante seis días; al séptimo día descansaron. Durante seis días, los recipientes de cristal se llenaron y se vaciaron, el séptimo día se hizo cuenta de los metales. Había hierro y había cobre, y otros metales también; de oro, se había acumulado el montón más pequeño. Por la noche, la Luna subía y bajaba; a su vuelta, Ea le puso el nombre de Mes.

Al comienzo del Mes, seis días se mostraban sus cuernos luminosos, con su media corona se anunciaba el séptimo día; era un día de descanso. A mitad de camino, la Luna se distinguía por su plenitud; después, se detenía para empezar a decrecer. Con el curso del Sol, iba apareciendo la vuelta de la Luna, iba revelando su rostro con la vuelta de la Tierra. Ea estaba fascinado con los movimientos de la Luna, contemplaba su atracción como Kingu a Ki:
¿A qué propósito servía esa atracción? ¿Qué señal celeste estaba dando? Mes llamó Ea a la vuelta de la Luna, le dio el nombre de Mes a su vuelta. Por un Mes, por dos meses, se separaron las aguas en el carro; el Sol, cada seis meses, daba a la Tierra otra estación; Invierno y Verano las llamó Ea.

Hubo Invierno y hubo Verano; y Ea llamó Año de la Tierra a toda la vuelta
Al finalizar el Año se hizo cuenta del oro acumulado; no había mucho para enviar a Nibiru.
¡Las aguas de las ciénagas son insuficientes, que se traslade el carro a lo profundo del océano!, así dijo Ea.
Se soltó el carro de sus amarras, de vuelta de donde llegó se volvió. Se elevaron con mucho cuidado los recipientes de cristal, las aguas saladas pasaron a través de ellos.
Se separaron los metales por clases; ¡entre ellos centelleaba el oro!
Desde el carro, Ea transmitió a Nibiru palabra de los acontecimientos; para
Anu fue agradable de escuchar.

En su predestinada vuelta, Nibiru estaba volviendo a la morada del Sol, en su vuelta de Shar, Nibiru se estaba aproximando a la Tierra.
Ansiosamente, Anu preguntó por el oro. ¿Hay suficiente para enviarlo a Nibiru?, preguntó.
¡Ay!, no se había recogido suficiente oro de las aguas; ¡Que pase otro Shar, que se doble la cantidad!, le aconsejó Ea a Anu. Se siguió obteniendo oro de las aguas del océano; el corazón de Ea se llenaba de aprensión.

Se extrajeron partes del carro, con ellas se montó una cámara celeste. Abgal, el que sabe pilotar, fue asignado al cargo de la cámara celeste; Ea se remontaba a diario en el aire con Abgal en la cámara celeste, para descubrir los secretos de la Tierra.

Se construyó un recinto para la cámara celeste, se puso junto al carro de Alalu: Ea estudiaba a diario los cristales en el carro de Alalu, para comprender lo que por sus rayos se descubría; ¿De dónde viene el oro?, preguntó a Alalu. ¿Dónde en la Tierra están las venas doradas de Tiamat?
Ea se remontó en el aire con Abgal en la cámara celeste, para conocer la Tierra y sus secretos.
Vagaron sobre las grandes montañas, grandes ríos vieron en los valles; estepas y bosques se extendían bajo ellos, miles de leguas recorrieron.

Tomaron nota de vastas tierras separadas por océanos, con el Rayo Que Explora penetraron los suelos.
La impaciencia crecía en Nibiru. ¿Puede ofrecer protección el oro?, crecía el clamor. ¡Reunid el oro, cuando se acerque Nibiru tendréis que entregarlo!, ordenó Anu a Ea. ¡Reparad el carro de Alalu, disponedlo para que vuelva a Nibiru, para que esté dispuesto cuando termine el Shar!, dijo así Anu. Ea obedeció las palabras de su padre, el rey; se puso a reflexionar sobre la reparación del carro de Alalu.
Una noche en la que aterrizaron la cámara celeste junto al carro, entró en éste con Abgal, para llevar a cabo una acción secreta en la oscuridad.

Las Armas de Terror, las siete, sacaron del carro; las llevaron a la cámara celeste, dentro de la cámara celeste las escondieron. Al amanecer, Ea y Abgal se remontaron en el cielo con la cámara celeste, con dirección a otra tierra.

Allí, en un lugar secreto, Ea ocultó las armas; en una cueva, un lugar desconocido, las almacenó. Después, Ea dio a Anzu palabras de mandato, le indicó que reparara el carro de Alalu, que lo dispusiera para volver a Nibiru, que estuviera listo para cuando terminara el Shar.
Anzu, muy experto en los asuntos de los carros, se puso manos a la obra; hizo que sus propulsores zumbaran de nuevo, tuvo mucha cuenta de sus tablillas; ¡pero no tardó en descubrir la ausencia de las Armas de Terror! Anzu gritó enfurecido; Ea le dio explicación de su ocultación: ¡Es un peligro utilizar estas armas!, dijo Ea. ¡Jamás deben ser armadas ni en los cielos ni en las Tierras Firmes! ¡Sin ellas, será peligroso atravesar el Brazalete Repujado!, dijo Anzu. ¡Sin ellas, y sin los Propulsores de Agua, hay peligro de que no resista! Alalu, comandante de Eridú, consideró las palabras de Ea, a las palabras de Anzu prestó atención: ¡Las palabras de Ea quedan atestiguadas por el Consejo de Nibiru!, dijo Alalu;
Pero, si no regresa el carro, ¡Nibiru estará perdido!

Abgal, el que sabe pilotar, se adelantó audazmente hacia los líderes.
¡Yo seré el piloto, afrontaré los peligros valerosamente!, dijo.
Así se tomó la decisión: ¡Abgal será el piloto, Anzu se quedará en la Tierra!
En Nibiru, los astrónomos contemplaron los destinos de los dioses celestiales, eligieron el día oportuno.
Se llevaron cestadas de oro al carro de Alalu; Abgal entró en la parte delantera del carro, ocupó el asiento del comandante.
Ea le dio una Tablilla de Destino de su propio carro; ¡Será para ti Lo-Que-Muestra-El-Camino, con ella encontrarás un camino abierto!

Abgal levantó las Piedras de Fuego del carro; su zumbido cautivaba como la música.
Dio vida al Gran Crujidor del carro, arrojando un resplandor rojizo.
Ea y Alalu, junto con la multitud de héroes estaban de pie alrededor, le estaban dando la despedida.
Después, con un rugido, el carro se elevó hacia los cielos, ¡a los cielos ascendió!
A Nibiru se transmitieron palabras del ascenso; en Nibiru había mucha expectación.


Los nibiruanos celebran incluso la pequeña cantidad de oro entregada Las pruebas sobre la utilización del oro como escudo atmosférico tienen éxito
Se envían a la Tierra más héroes y nuevos equipos
La extracción de oro de las aguas sigue siendo decepcionante
Ea descubre menas de oro que precisan de una profunda extracción en el Abzu
Enlil, y después Anu, vienen a la Tierra para tomar decisiones cruciales Cuando los hermanastros se pelean, las suertes deciden las tareas
Ea, renombrado Enki (Señor de la Tierra), va al Abzu Enlil se queda para desplegar instalaciones permanentes en el Edin
Mientras Anu se prepara para partir, es atacado por Alalu
Los Siete Que Juzgan sentencian a Alalu al exilio en Lahmu
Ninmah, hija de Anu y oficial médico, es enviada a la Tierra
Al hacer una parada en Lahmu (Marte),
Ninmah encuentra muerto a Alalu
Una roca, tallada con el aspecto del rostro de Alalu, le sirve de tumba Se le da a Anzu el mando de la Estación de Paso en Lahmu
Enki representado como dios de las aguas y la minería


LA CUARTA TABLILLA

A Nibiru se transmitieron palabras del ascenso; en Nibiru había mucha expectación.
Abgal dirigió el carro con confianza; dio una vuelta alrededor de Kingu, la Luna, para ganar velocidad con la fuerza de su red.
Mil leguas, diez mil leguas viajó hasta Lahmu, para obtener con la fuerza de su red una dirección hacia Nibiru.
Más allá de Lahmu se arremolinaba el Brazalete Repujado; Con destreza, Abgal hizo brillar los cristales de Ea, para localizar los senderos abiertos.
¡El ojo del hado le miró favorablemente!
Más allá del Brazalete, el carro recibió las señales transmitidas desde Nibiru; Hacia casa, hacia casa era la dirección.

Frente a él, en la oscuridad, con un tono rojizo brillaba Nibiru; ¡una hermosa visión!
El carro se dirigía ahora por medio de las señales transmitidas.
Tres vueltas dio alrededor de Nibiru, para frenarse con la fuerza de su red.
Acercándose al planeta, Abgal pudo ver la brecha en su atmósfera; sintió que se le encogía el corazón, pensando en el oro que traía. Atravesando el espesor de su atmósfera, el carro refulgió, su calor insoportable; Hábilmente, Abgal desplegó las alas del carro, deteniendo así su descenso.
Más allá estaba el lugar de los carros, una visión de lo más atractiva; Suavemente, Abgal hizo bajar el carro hasta un lugar elegido por los rayos.

Abrió la portezuela; ¡había una multitud reunida!
Anu se adelantó hacia él, le estrechó los brazos, pronunció palabras de bienvenida. Los héroes se precipitaron dentro del carro, sacaron los cestos de oro.
Llevaban los cestos encima de la cabeza, Anu exclamó palabras de victoria ante los reunidos: ¡La salvación está aquí!, les dijo. Abgal fue acompañado hasta palacio, se le escoltó para que descansara y lo contara todo.

El oro, una visión de lo más deslumbrante, se lo llevaron los sabios rápidamente; para convertirlo en el más fino polvo, para lanzarlo hacia el cielo se transportó.
La elaboración llevó todo un Shar, otro Shar llevaron las pruebas. Con proyectiles se llevó el polvo hasta el cielo, con rayos de cristales se dispersó.

¡Donde hubo una brecha, había ahora sanación! La alegría llenó el palacio, era de esperar la abundancia en las tierras. Anu transmitió buenas palabras a la Tierra: ¡El oro da la salvación! ¡La extracción de oro debe continuar!

Cuando Nibiru llegó a las cercanías del Sol, el polvo de oro se vio perturbado por sus rayos; disminuyó la curación en la atmósfera, la brecha se volvió a hacer grande. Anu ordenó que Abgal volviera a la Tierra; en el carro viajaron más héroes, en sus entrañas, se pusieron más Lo Que Succiona las Aguas y Expulsadores; Con ellos, se le ordenó a Nungal que partiera, para que ayudara a Abgal en el pilotaje.

Hubo gran alegría cuando Abgal volvió a Eridú; ¡hubo mucha bienvenida y estrechar de brazos! Ea reflexionó con detenimiento sobre las nuevas obras hidráulicas; había una sonrisa en su rostro, pero su corazón estaba encogido. Para cuando llegó el Shar, Nungal estaba listo para partir en el carro; en sus entrañas, el carro sólo llevaba unas cuantas cestas de oro. ¡El corazón de Ea le estaba anticipando la decepción en Nibiru!
Ea intercambió palabras con Alalu, reconsideraron lo que sabían:
si la Tierra, la cabeza de Tiamat, fue cortada en la Batalla Celestial, ¿dónde estaba el cuello, dónde estaban las venas de oro que se cortaron?
¿Por dónde sobresaldrían las venas de las entrañas de la Tierra?
Ea viajó sobre montañas y valles en la cámara celeste, examinó con el Explorador las tierras separadas por los océanos.

Una y otra vez, se encontraba la misma indicación: las entrañas de la Tierra se revelaron donde se desgarró la tierra seca de la tierra seca; ¡donde la masa de tierra tomó la forma de un corazón, en la parte inferior de la misma, las venas doradas de las entrañas de la Tierra serían abundantes! Abzu, del Oro el Lugar de Nacimiento, le puso por nombre Ea a la región. Luego, Ea transmitió a Anu palabras de sabiduría: En verdad, la Tierra está llena de oro; de las venas, no de las aguas, hay que conseguir el oro.

De las entrañas de la Tierra, no de sus aguas, se tiene que obtener el oro, ¡de una región más allá del océano, Abzu será llamada, se puede conseguir oro en abundancia! En el palacio, hubo gran asombro, sabios y consejeros reflexionaron sobre las palabras de Ea; que hay que obtener oro, en eso había unanimidad; cómo obtenerlo de las entrañas de la Tierra, en eso había mucha discusión. En la asamblea, un príncipe habló; era Enlil, el hermanastro de Ea. Primero Alalu, luego su hijo por matrimonio, Ea, en las aguas pusieron todas sus esperanzas; aseguraban la salvación por el oro de las aguas, Shar tras Shar, todos esperábamos la salvación, ahora escuchamos cosas diferentes, emprender un trabajo más allá de lo imaginable, ¡hacen falta pruebas de las venas doradas, hay que garantizar un plan para el éxito!
Así dijo Enlil a la asamblea; muchos estuvieron de acuerdo con sus palabras. ¡Que vaya Enlil a la Tierra!, dijo Anu. ¡Que obtenga pruebas, que ponga en marcha un plan!
¡Sus palabras serán tenidas en cuenta, sus palabras serán órdenes!
La asamblea dio su consentimiento, aprobó la misión de Enlil.

Con Alalgar, su lugarteniente, Enlil partió hacia la Tierra; Alalgar era su piloto.
A cada uno se les proveyó con una cámara celeste. Se transmitieron a la Tierra las palabras de Anu, el rey, palabras de decisiones:
¡Enlil estará al mando de la misión, su palabra será orden! Cuando Enlil llegó a la Tierra, Ea estrechó los brazos cálidamente con su hermanastro, Ea le dio la bienvenida a Enlil como hermano.

Ante Alalu, Enlil hizo una reverencia, Alalu le dio la bienvenida con débiles palabras.
Los héroes profirieron palabras de cálida bienvenida a Enlil; mucho esperaban de su mandato.
Enlil ordenó que se ensamblaran las cámaras celestes, en una cámara celeste, se remontó en el cielo; Alalgar, su lugarteniente, iba de piloto con él. Ea, en otra cámara celeste pilotada por Abgal, les mostró el camino hacia el Abzu.

Inspeccionaron las tierras secas, de los océanos tomaron cuidadosa nota. Desde el Mar Superior hasta el Mar Inferior, exploraron las tierras, de todo lo que había arriba y abajo tomaron nota. Hicieron pruebas del suelo en el Abzu. En verdad, había oro; con mucha tierra y rocas estaba mezclado, no estaba refinado como en las aguas, estaba oculto en una mezcla. Volvieron a Eridú; reflexionaron sobre lo que habían encontrado. ¡Hay que emprender nuevos trabajos en Eridú, no puede seguir sola en la Tierra!, así dijo Enlil; describió un gran plan, estaba proponiendo una gran misión: traer más héroes, fundar más asentamientos, para obtener el oro de las entrañas de la Tierra, para separar el oro de la mezcla, y transportarlo en naves celestes y carros, para llevar a cabo trabajos en lugares de aterrizaje.

¿Quién estará al mando de los asentamientos, quién estará al mando del Abzu?, así le preguntó Ea a Enlil. ¿Quién tomará el mando para la ampliación de Eridú, quién supervisará los asentamientos?, así decía Alalu. ¿Quién tomará el mando de las naves celestes y del lugar de aterrizaje?, así inquirió Anzu. ¡Que venga Anu a la Tierra, que tome él las decisiones!, así dijo Enlil en respuesta.

Viene ahora el relato de cómo Anu vino a la Tierra, de cómo se echaron suertes entre Ea y Enlil, de cómo se le dio a Ea el título-nombre de Enki, de cómo luchó Alalu por segunda vez con Anu.
En un carro celestial viajó Anu a la Tierra; siguió la ruta junto a los planetas.
Nungal, el piloto, dio una vuelta alrededor de Lahmu; Anu lo observó atentamente.
La Luna, que en otro tiempo fue Kingu, circundaron y admiraron.

Por ventura, ¿no se podrá encontrar oro ahí?, se preguntaba Anu en su corazón.
En las aguas, junto a los pantanos, amerizó su carro; para la llegada, Ea preparó embarcaciones de juncos, para que Anu llegara navegando.
Arriba se cernían las cámaras celestes, le estaban ofreciendo una bienvenida real.
En la primera embarcación, iba el mismo Ea, fue el primero en recibir al rey, su padre.
Ante Anu se inclinó, después Anu lo abrazó. ¡Hijo mío, mi Primogénito!, exclamó Anu.
En la plaza de Eridú, los héroes estaban formados, dando una bienvenida regia en la Tierra a su rey.

Frente a ellos estaba Enlil, su comandante.
Éste se inclinó ante Anu, el rey; Anu lo abrazó contra su pecho.
Alalu también estaba allí, de pie, no estaba seguro de qué hacer; Anu le ofreció el saludo. ¡Estrechemos los brazos, como camaradas!, le dijo a Alalu.

Dudando, Alalu se adelantó, ¡con Anu estrechó los brazos! Se preparó una comida para Anu; por la noche, Anu se retiró a una cabaña de caña que le había construido Ea.
El día siguiente, el séptimo por la cuenta comenzada por Ea, era día de descanso. Era un día de palmadas en la espalda y celebración, como correspondía a la llegada de un rey.

Al día siguiente, Ea y Enlil presentaron sus hallazgos ante Anu, discutieron con él lo que se había hecho y lo que había que hacer. ¡Dejad que vea las tierras por mí mismo!, les dijo Anu. Todos ellos se elevaron en las cámaras celestes, observaron las tierras de mar a mar.

Volaron hasta el Abzu, aterrizaron en su suelo, donde se ocultaba el oro. ¡La extracción de oro será difícil!, dijo Anu. Es necesario obtener oro; ¡hay que conseguirlo, por muy profundo que se encuentre! ¡Que Ea y Enlil diseñen herramientas para este propósito, y que les asignen trabajo a los héroes, que averigüen cómo separar el oro de la tierra y las rocas, cómo enviar oro puro a Nibiru! ¡Que se construya un lugar de aterrizaje, que se asignen más héroes a los trabajos en la Tierra! Así dijo Anu a sus dos hijos; en su corazón, estaba pensando en estaciones de paso en los cielos.

Ésas fueron las órdenes de Anu; Ea y Enlil inclinaron la cabeza aceptándolas.
Hubo anocheceres y amaneceres; y a Eridú volvieron todos. En Eridú tuvieron un consejo, para asignar trabajos y deberes. Ea, que había fundado Eridú, fue el primero en pronunciarse: yo he fundado Eridú; que se establezcan otros asentamientos en esta región, que se conozca por el nombre del Edin, Morada de los Rectos.
¡Déjeseme a mí el comando del Edin, que se encargue Enlil de la extracción del oro!
Enlil se enfureció con estas palabras: ¡El plan es improcedente!, le dijo a Anu.
Del mando y de trabajos a realizar, yo soy el mejor; de naves celestes, yo tengo los conocimientos.

De la Tierra y sus secretos, mi hermanastro, Ea, es conocedor; él descubrió el Abzu, ¡que sea él el señor del Abzu!
Anu escuchó con atención las airadas palabras; los hermanos eran dé nuevo hermanastros, ¡el Primogénito y el Heredero Legal contendían con palabras como armas¡
Ea era el Primogénito, nacido a Anu de una concubina; Enlil, nacido después, fue concebido por Antu, la esposa de Anu. Era hermanastra de Anu, haciendo por tanto a Enlil Heredero Legal, imponiéndose así al Primogénito para la sucesión.
Anu estaba temiendo un conflicto que pusiera en peligro la obtención del oro; uno de los hermanos debía regresar a Nibiru, la sucesión debía ser excluida de cualquier consideración, así se decía Anu a sí mismo. Y en voz alta les hizo una sorprendente sugerencia a los dos:
¡Uno volverá a Nibiru para sentarse en el trono, uno mandará en el Edin, uno será el señor del Abzu, entre los tres, yo con vosotros, lo determinaremos a suertes!

Los hermanos se quedaron callados, aquellas audaces palabras los tomado por sorpresa.
¡Echémoslo a suertes!, dijo Anu. ¡Que la decisión venga de la mano del hado!
Los tres, el padre y los dos hijos, unieron las manos.
Echaron suertes, las tareas se dividieron por suertes:
Anu para que vuelva a Nibiru, para seguir siendo su soberano en el trono; el Edin le tocó a Enlil, para ser el Señor del Mandato, como su nombre indicaba, Para fundar más asentamientos, para hacerse cargo de las naves celestes y de sus héroes, para ser el líder de todas las tierras hasta que encontraran la barrera de los mares.

A Ea se le concedieron como dominio los mares y los océanos, para que gobernara las tierras bajo la barrera de las aguas, para ser el señor del Abzu, para con ingenio procurar el oro.
Enlil estuvo conforme con las suertes, aceptó con una inclinación la mano del hado. Los ojos de Ea se llenaron de lágrimas, no quería separarse de Eridú ni del Edin. ¡Que Ea conserve para siempre su hogar de Eridú!, le dijo Anu a Enlil,
¡Que se recuerde siempre que fue el primero en amerizar, que se conozca a Ea como el señor de la Tierra; Enki, Señor de la Tierra, sea su título! Enlil aceptó con una inclinación las palabras de su padre; a su hermano dijo así: Enki, Señor de la Tierra, será a partir de ahora tu título-nombre; yo seré conocido como Señor del Mandato.

Anu, Enki y Enlil anunciaron las decisiones a los héroes en asamblea. ¡Las tareas están asignadas, el éxito está a la vista!, les dijo Anu. ¡Ahora puedo despedirme de vosotros, puedo volver a Nibiru con el corazón tranquilo!
Alalu se adelantó hacia Anu. ¡Se ha olvidado un asunto importante!, gritó. ¡El señorío de la Tierra se me asignó a mí; ésa fue la promesa cuando anuncié a Nibiru el hallazgo del oro!

¡Tampoco he renunciado a mis pretensiones sobre el trono de Nibiru, y es una grave abominación que Anu lo comparta todo con sus hijos! Así desafió Alalu a Anu y a sus decisiones.
Al principio, Anu se quedó sin palabras; después, enfurecido, respondió: ¡Que nuestra disputa se decida en una segunda lucha, peleemos aquí, hagámoslo ahora!
Con desprecio, Alalu se quitó la ropa; del mismo modo, Anu se desnudó. Desnudos, los dos miembros de la realeza comenzaron a forcejear, fue una poderosa lucha.

Alalu hincó la rodilla, al suelo Alalu cayó; Anu pisó con su pie el pecho de Alalu, declarando así la victoria en la lucha.
Por la lucha se tomó la decisión; ¡yo soy el rey, Alalu no volverá a Nibiru!
Así estaba hablando Anu cuando quitó el pie del caído Alalu.
Como un rayo, Alalu se levantó del suelo. Derribó a Anu por las piernas.
Abrió la boca y, rápidamente, le arrancó de un bocado su hombría a Anu, ¡Alalu se tragó la hombría de Anu!
En dolorosa agonía, Anu lanzó un alarido a los cielos; al suelo cayó herido.
Enki se precipitó sobre el caído Anu, Enlil tomó cautivo al riente Alalu.

Los héroes llevaron a Anu a su cabaña, palabras de maldición pronunció él contra Alalu. ¡Que se haga justicia!, gritó Enlil a su lugarteniente. ¡Con tu arma-rayo, que Alalu sea muerto! ¡No! ¡No!, gritó encarnizadamente Enki. ¡La justicia está dentro de él, en sus entrañas ha entrado el veneno! Llevaron a Alalu a una cabaña de cañas, ataron sus manos y sus pies como a un prisionero.

Viene ahora el relato del juicio de Alalu, y de los sucesos que acaecieron después en la Tierra y en Lahmu.
En su cabaña de caña, Anu estaba herido; en la cabaña de caña, Enki le aplicaba la curación.
En su cabaña de caña, Alalu estaba sentado, escupía saliva de su boca;
en sus entrañas, la hombría de Anu era como una carga, sus entrañas se habían impregnado con el semen de Anu; como una hembra en el parto, el vientre se le estaba hinchando.
Al tercer día, los dolores de Anu remitieron; su orgullo estaba enormemente herido.
¡Quiero volver a Nibiru!, dijo Anu a sus dos hijos.

¡Pero antes se tiene que hacer un juicio a Alalu; debe ser impuesta una sentencia adecuada al crimen!
Según las leyes de Nibiru, hacían falta siete jueces, presidiría el de mayor rango de ellos.
En la plaza de Eridú, los héroes se reunieron en asamblea para presenciar el juicio de Alalu.
Para los Siete Que Juzgan se pusieron siete asientos; para Anu, presidiendo, se preparó el asiento más alto.
A su derecha se sentó Enki; Enlil se sentó a la izquierda de Anu.

A la derecha de Enki se sentaron Anzu y Nungal; Abgal y Alalgar se sentaron a la izquierda de Enlil.
Ante estos Siete Que Juzgan fue llevado Alalu; sin desatar sus manos y sus pies. Enlil fue el primero en hablar: ¡En justicia, se llevó a cabo una lucha, Alalu perdió la realeza ante Anu! ¿Qué dices tú, Alalu?, le preguntó Enki.
¡En justicia, se llevó a cabo una lucha, la realeza perdí!, dijo Alalu. ¡Habiendo sido vencido, Alalu perpetró un abominable crimen, la hombría de Anu mordió y se tragó!

Así hizo Enlil la acusación del crimen. ¡La muerte es el castigo!, dijo Enlil. ¿Qué dices tú, Alalu?, le preguntó Enki a su padre por matrimonio. Hubo silencio; Alalu no respondió a la pregunta.
¡Todos presenciamos el crimen!, dijo Alalgar. ¡La sentencia debe ser conforme a ello! ¡Si hay palabras que quieras pronunciar, dilas antes del juicio!, dijo Enki a Alalu.

En el silencio, Alalu comenzó a hablar lentamente: En Nibiru fui rey, por derecho de sucesión estuve reinando; Anu fue mi copero. A los príncipes puso en pie, a una lucha me desafió; durante nueve vueltas fui rey en Nibiru, a mi simiente le pertenecía la realeza. El mismo Anu se sentó en mi trono, y para escapar de la muerte hice un peligroso viaje hasta la distante Tierra.

¡Yo, Alalu, descubrí en un planeta extraño la salvación de Nibiru! ¡Se me prometió que volvería a Nibiru, para reponerme en justicia en el trono! Después, vino Ea a la Tierra; el que, por compromiso, fue designado el siguiente para reinar en Nibiru.
Después, vino Enlil, reivindicando para sí la sucesión de Anu. Después, vino Anu, a suertes engañó a Ea; Enki, el Señor de la Tierra, fue proclamado, para ser el señor de la Tierra, no de Nibiru.

Después, se le concedió a Enlil el mando, al distante Abzu fue relegado Enki.
De todo esto se dolía mi corazón, el pecho me ardía de vergüenza y furia; después, Anu puso su pie sobre mi pecho, ¡sobre mi dolido corazón estaba pisando! En el silencio, Anu levantó la voz: Por la simiente real y por la ley, en justa lucha gané el trono.
¡Mi hombría mordiste y tragaste, para interrumpir mi linaje!
Enlil habló: El acusado ha admitido el crimen, que se dicte sentencia, ¡que el castigo sea la muerte! ¡Muerte!, dijo Alalgar. ¡Muerte!, dijo Abgal. ¡Muerte!, dijo Nungal.

¡Por sí misma le llegará la muerte a Alalu, lo que ha tragado en sus entrañas le traerá la muerte!, dijo Enki.
¡Que Alalu esté en prisión para el resto de sus días en la Tierra!, dijo Anzu.
Anu reflexionaba en las palabras de ellos; se sentía abrumado por la ira y la compasión a un tiempo.
¡Morir en el exilio, que ésa sea la sentencia!, dijo Anu.
Sorprendidos, los jueces se miraron unos a otros. No entendían lo que Anu estaba diciendo.
¡Ni en la Tierra ni en Nibiru será el exilio!, dijo Anu.

En el trayecto, está el planeta Lahmu, dotado con aguas y atmósfera.
Enki, siendo Ea, se detuvo allí; acerca de él he estado pensando para una estación de paso.
La fuerza de su red es menor que la de la Tierra, una ventaja que hay que considerar sabiamente; Alalu será llevado en el carro celestial, cuando yo parta de la Tierra, él hará el viaje conmigo.
Daremos vueltas alrededor del planeta Lahmu, le proporcionaremos a Ala lu una cámara celeste, para que en ella descienda al planeta Lahmu.
¡Solo en un planeta extraño, exiliado estará, Para que cuente por sí mismo sus días hasta su último día!
Así pronunció Anu las palabras de la sentencia, con toda solemnidad

Por unanimidad se impuso esta sentencia sobre Alalu, en presencia de los héroes se anunció. Que Nungal sea mi piloto hasta Nibiru, para que desde allí dirija de nuevo a otros carros portando héroes hacia la Tierra.

¡Que Anzu se una al viaje, para que se haga cargo del descenso a Lahmu! Así pronunció sus órdenes Anu.
Para el día siguiente se dispuso la partida; todos los que tenían que marchar fueron llevados en embarcaciones hasta el carro. ¡Tienes que preparar un lugar para aterrizajes en tierra firme!, le dijo Anu a Enlil. ¡Tendrás que hacer planes sobre cómo utilizar Lahmu como estación de paso!

Hubo despedidas, tanto alegres como tristes. Anu embarcó en el carro cojeando, Alalu entró en el carro con las manos atadas.
Después, el carro se remontó en los cielos, y la visita real terminó. Dieron una vuelta alrededor de la Luna; Anu estaba encantado con su visión.
Viajaron hacia el rojizo Lahmu, dos veces lo circundaron. Descendieron hacia el extraño planeta, vieron montañas tan altas como el cielo y grietas en la superficie.
Observaron el sitio donde una vez aterrizó el carro de Ea; estaba a la orilla de un lago.
Frenados por la fuerza de la red de Lahmu, dispusieron en el carro la cámara celeste.

Entonces, Anzu, su piloto, le dijo a Anu unas palabras inesperadas: Descenderé con Alalu al suelo firme de Lahmu, ¡no quiero volver al carro con la cámara celeste!
Me quedaré con Alalu en el planeta extraño; lo protegeré hasta que muera. ¡Cuando muera por el veneno en sus entrañas, lo enterraré como se merece un rey! En cuanto a mí, habré hecho mi nombre; ¡Anzu, dirán, frente a todo, fue compañero de un rey en el exilio, vio cosas que otros no vieron, en un planeta extraño se enfrentó a cosas desconocidas!
¡Anzu, hasta el final de los tiempos dirán, ha caído como un héroe! Había lágrimas en los ojos de Alalu, había asombro en el corazón de Anu.

Tu deseo será honrado, le dijo Anu a Anzu. Desde este momento, te hago una promesa, levantando la mano yo te hago este juramento:
En el próximo viaje, un carro circundará Lahmu, su nave celeste descenderá derá hasta ti.
Si te encuentra con vida, serás proclamado señor de Lahmu; ¡cuando se funde en Lahmu una estación de paso, tú serás su comandante! Anzu inclinó la cabeza. ¡Así sea!, dijo a Anu. Alalu y Anzu se acomodaron en la cámara celeste, con cascos de águilas y trajes de peces fueron provistos, se les suministraron alimentos y herramientas.
La nave celeste partió del carro, desde el carro se observó su descenso. Después, desapareció de la vista, y el carro prosiguió hacia Nibiru.

Durante nueve Shars fue Alalu rey de Nibiru, durante ocho Shars comandó en Eridú.
En el noveno Shar, su suerte fue morir en el exilio en Lahmu.
Viene ahora el relato del regreso de Anu a Nibiru, y de cómo fue enterrado Alalu en Lahmu, de cómo construyó Enlil el Lugar de Aterrizaje en la Tierra.
Hubo una alegre bienvenida para Anu en Nibiru.
Anu dio cuenta de lo sucedido en el consejo y ante los príncipes; no buscaba de ellos ni piedad ni venganza.

Les dio instrucciones a todos para que se discutieran los trabajos que había que hacer.
Esbozó para los reunidos una visión de gran alcance: ¡Establecer estaciones de paso entre Nibiru y la Tierra, reunir a toda la familia del Sol en un gran reino!

Había que diseñar la primera en Lahmu, también había que considerar en los planes a la Luna; levantar estaciones en los demás planetas o en sus huestes circundantes, una cadena, una caravana constante de carros de suministro y salvaguarda, traer sin interrupciones oro desde la Tierra a Nibiru, ¡quizás, incluso, también se pudiera encontrar oro en algún otro lugar! Los consejeros, los principes, los sabios tomaron en consideración los planes de Anu, todos veían en los planes una promesa de salvación para Nibiru. Los sabios y los comandantes perfeccionaron los conocimientos de los dioses celestiales, a los carros y las naves celestes se les añadió una nueva clase, las naves espaciales. Se seleccionaron héroes para los trabajos, para los trabajos había mucho que aprender. Se les transmitieron los planes a Enki y a Enlil, se les dijo que aceleraran los preparativos en la Tierra. Hubo mucha discusión en la Tierra sobre lo que había acaecido y sobre lo que se requería hacer. Enki señaló a Alalgar para que fuera el Supervisor de Eridú, y dirigió sus propios pasos hacia el Abzu; después, determinó dónde obtener oro de las entrañas de la Tierra. Calculó cuántos héroes necesitaba para los trabajos, consideró qué herramientas se necesitaban:
Enki diseñó un Agrietador de Tierra, pidió que se elaborará en Nibiru, con él haría un corte en la Tierra, llegar a sus entrañas a través de túneles; también diseñó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura, para que los forjaran en Nibiru para el Abzu.

A los sabios de Nibiru les pidió que reflexionaran sobre otros asuntos. Hizo una relación de necesidades, de los asuntos de salud y bienestar de los héroes.
Los héroes se estaban viendo afectados por las rápidas vueltas de la Tierra, los rápidos ciclos día-noche de la Tierra les causaban vértigos. La atmósfera, aunque buena, tenía carencias en algunas cosas, y era demasiado abundante en otras; los héroes se quejaban de la uniformidad de las comidas. Enlil, el comandante, se veía afectado por el calor del Sol en la Tierra, anhelaba frescura y sombra.

Mientras en el Abzu Enki hacía sus preparativos, Enlil supervisaba en su nave celeste los trabajos en el Edin.
Tomó cuenta de montañas y ríos, tomó medidas de valles y llanuras.
Estaba buscando dónde establecer un Lugar de Aterrizaje, un lugar para las naves espaciales.
Enlil, afectado por el calor del Sol, estaba buscando un lugar fresco y umbrío.
Las montañas cubiertas de nieve de la parte norte del Edin eran de su agrado; allí, en un bosque de cedros, estaban los árboles más altos que hubiera visto jamás.

Allí, en un valle entre montañas, allanó la superficie con rayos de fuerza. Los héroes extrajeron de las laderas grandes piedras para tallarlas.
Las transportaron y las colocaron para sostener la plataforma con las naves celestes.
Enlil vio con satisfacción la obra, ¡realmente, era una obra increíble, una estructura imperecedera!
Una morada para él, en la cima de la montaña, era su deseo.
De los altos árboles en el bosque de cedros se prepararon largas vigas, decretó que de ellos se construyera una morada para sí mismo: la nombró la Morada de la Cima Norte.

En Nibiru, se preparó un nuevo carro celestial para elevarse en las alturas, se transportaron nuevas clases de naves espaciales, naves celestes, y lo que Enki había diseñado.
Un grupo de refresco de cincuenta partió desde Nibiru; entre ellos había mujeres escogidas.
Estaban comandadas por Ninmah, Dama Elevada; estaban entrenadas en auxilios y sanación.
Ninmah, Dama Elevada, era hija de Anu; era hermanastra, no hermana del todo, de Enki y Enlil.
Estaba muy instruida en auxilio y sanación, sobresalía en el tratamiento de las enfermedades.
Prestó mucha atención a las quejas de la Tierra, ¡estaba preparando una curación!
Nungal, el piloto, siguió el rumbo de carros previos, registrado en las Tablillas de Destinos.

Sin novedad, llegaron al dios celestial Lahmu; circundaron el planeta, lentamente descendieron a su superficie.
Un grupo de héroes siguió una débil transmisión; Ninmah iba con ellos. Encontraron a Anzu a orillas de un lago; eran de su casco las señales de transmisión.
Anzu no se movía, estaba postrado, yacía muerto.
Ninmah tocó su rostro, prestó atención a su corazón.
Sacó el Pulsador de su bolsa; lo dirigió sobre el latido del corazón de Anzu. Saco el Emisor de su bolsa, dirigió sobre el cuerpo de Anzu las emisiones dadoras de vida de sus cristales.

Sesenta veces dirigió Ninmah el Pulsador, sesenta veces dirigió el Emisor; en la sexagésima ocasión, Anzu abrió los ojos, movió los labios. Con mucho cuidado, Ninmah derramó Agua de Vida sobre su rostro, humedeció sus labios con ella. Suavemente, puso en su boca Alimento de Vida; Entonces, ocurrió el milagro: ¡Anzu se elevó de entre los muertos! Más tarde, le preguntaron sobre Alalu; Anzu les contó la muerte de Alalu. Los llevó hasta una gran roca, sobresalía desde la llanura hacia el cielo. Allí les contó lo que había sucedido: Poco después del aterrizaje, Alalu empezó a gritar de dolor. De su boca, sus entrañas escupía; ¡con tremendos dolores se asomó al otro lado del muro! Así les dijo Anzu. Los llevó hasta una gran roca, que se elevaba como una montaña desde la llanura hacia el cielo.

En la gran roca encontré una cueva, dentro de ella oculté el cadáver de Alalu, cubrí su entrada con piedras. Así les dijo Anzu. Ellos lo siguieron hasta la roca, quitaron las piedras, entraron en la cueva.
Dentro encontraron lo que quedaba de Alalu; ¡El que una vez fuera rey de Nibiru yacía ahora en una cueva, era una pila de huesos! ¡Por vez primera en nuestros anales, un rey no ha muerto en Nibiru, no ha sido enterrado en Nibiru! Así dijo Ninmah. ¡Que descanse en paz por toda la eternidad!, dijo.
Volvieron a cubrir la entrada de la cueva con piedras; sobre la gran montaña rocosa, tallaron con rayos la imagen de Alalu.
Le mostraban llevando un casco de águila; dejaron el rostro descubierto.
¡Que la imagen de Alalu mire para siempre hacia el Nibiru que gobernó, hacia la Tierra cuyo oro descubrió!

Así habló Ninmah, Dama Elevada, en nombre de su padre Anu.
¡En cuanto a ti, Anzu, Anu, el rey, mantendrá la promesa que te hizo!
Permanecerán aquí, contigo, veinte héroes, para que comiencen a construir la estación de paso; las naves espaciales de la Tierra entregarán aquí el mineral de oro, carros celestiales transportarán después, desde aquí, el oro hasta Nibiru.
Centenares de héroes harán su morada en Lahmu, ¡tú, Anzu, serás su comandante!

Así dijo a Anzu la Gran Dama, en nombre de su padre Anu.
¡Mi vida te pertenece, Gran Dama!, dijo Anzu. ¡Mi gratitud a Anu no tendrá límites!
El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la Tierra.


Ninmah llega a la Tierra con un grupo de enfermeras Hace entrega de semillas para plantas que proporcionarán un elixir
Lleva noticias a Enlil de su hijo extramatrimonial Ninurta En el Abzu, Enki establece una morada e instalaciones mineras
En el Edin, Enlil construye instalaciones espaciales y de otros tipos Los nibiruanos en la Tierra («Anunnaki») suman seiscientos Trescientos «Igigi» operan las instalaciones en Lahmu (Marte) Estando exiliado por la violación de su acompañante Sud, Enlil se entera de las armas escondidas Sud se convierte en la esposa de Enlil, le da un hijo (Nannar)
Ninmah se une a Enki en el Abzu, le da hijas
Ninki, esposa de Enki, llega con el hijo de ambos, Marduk
A medida que Enki y Enlil engendran más hijos, se forman clanes en la Tierra Acosados por las privaciones, los Igigi lanzan un golpe contra Enlil
Ninurta derrota a su líder, Anzu, en las batallas aéreas Los Anunnaki, obligados a producir oro con más rapidez, se amotinan
Enlil y Ninurta denuncian a los amotinados Enki sugiere la creación artificial de Trabajadores Primitivos
Enlil, Ninmah, Enki e Isimud (Representación sumena)

LA QUINTA TABLILLA

El carro partió del planeta Lahmu; continuó su viaje hacia la Tierra.
Dieron vueltas alrededor de la Luna, para ver de hacer allí una estación de paso.
Dieron vueltas alrededor de la Tierra, decelerando hacia un amerizaje. Nungal hizo descender el carro en las aguas, junto a Eridú.

Desembarcaron en un muelle construido por Enlil; ya no hacían falta las embarcaciones.
Enlil y Enki recibieron con abrazos a su hermana; con Nungal, el piloto, estrecharon los brazos.
Los héroes, hombres y mujeres, fueron recibidos con vítores por los héroes presentes.
Todo lo que llevaba el carro se descargó con rapidez: naves espaciales y naves celestes, y las herramientas diseñadas por Enki, y provisiones de todo tipo.
De todo lo que ocurría en Nibiru, de la muerte y el entierro de Alalu, les habló Ninmah a sus hermanos; de la estación de paso de Lahmu y de la comandancia de Anzu les habló.
Enki expresó su visto bueno a esto, Enlil expresó palabras de desconcierto.
¡Es una decisión de Anu, su palabra es inalterable!, dijo Ninmah a Enlil.
He traído alivio para las enfermedades, dijo Ninmah a sus hermanos.

Sacó de su bolsa un paquete de semillas, semillas para ser plantadas en la tierra; multitud de matorrales brotarán de las semillas, y producirán frutos jugosos.
Con el jugo se hará un elixir, será bueno para que lo beban los héroes.
¡Esto ahuyentará las enfermedades; les pondrá contentos!
¡Hay que sembrar las semillas en un lugar fresco, necesitan calor y agua para alimentarse!

Así habló Ninmah a sus hermanos. ¡Te voy a mostrar un sitio perfecto para ello!, le dijo Enlil. ¡Es donde se construyó el Lugar de Aterrizaje, donde construí una morada de madera de cedro! En la nave celeste de Enlil se remontaron en el cielo los dos, Enlil y Ninmah; Hermano y hermana fueron hasta el Lugar de Aterrizaje, en las montañas cubiertas de nieve, junto al bosque de cedros.

En la gran plataforma de piedra aterrizó la nave celeste, fueron a la morada de Enlil.
Una vez dentro, Enlil la abrazó, con fervor besó a Ninmah. ¡Oh, hermana mía, amada mía!, susurraba Enlil. La tomó por el bajo vientre, no derramó el semen en su útero.
¡De nuestro hijo, Ninurta, te traigo noticias!, le dijo suavemente Ninmah. ¡Es un joven príncipe, está dispuesto para la aventura, está preparado para unirse a ti en la Tierra! ¡Si te quedas tú aquí, que traigan a Ninurta, nuestro hijo!, le dijo Enlil a ella.

Los héroes iban llegando al Lugar de Aterrizaje, las naves celestes llevaban naves espaciales hasta la plataforma. De la bolsa de Ninmah se sacaron las semillas, se sembraron en las tierras del valle.
¡Un fruto de Nibiru crecería en la Tierra!. En la nave celeste, Enlil y Ninmah volvieron a Eridú.
De camino, Enlil le mostró el paisaje, le mostró el Edin en toda su extensión, desde los cielos, Enlil le explicó sus planes. ¡He diseñado un plan imperecedero!, le decía. He dispuesto lo que determinará su construcción para siempre; lejos de Eridú, donde comienza la tierra seca, estará mi residencia, Laarsa será su nombre, se convertirá en un lugar de mando.

A orillas del Burannu, el Río de Aguas Profundas, estará ubicada, una ciudad gemela de ella surgirá en el futuro, la nombraré Lagash.
Entre las dos, en las llanuras, he trazado una línea, a sesenta leguas de allí, habrá una ciudad de sanación, será tu propia ciudad, Shurubak, la Ciudad Refugio la nombraré.
En la línea central estará ubicada, dirigirá hacia la cuarta ciudad; Nibru-ki, Lugar del Cruce de la Tierra la nombraré, estableceré en ella un Enlace Cielo-Tierra.

¡Albergará las Tablillas de los Destinos, controlará todas las misiones! Junto a Eridú, sumarán cinco ciudades, ¡existirán para toda la eternidad! En una tablilla de cristal, Enlil le mostró a Ninmah su plan; en la tablilla, ella vio más marcas, sobre ellas le preguntó a Enlil. Más allá de las cinco ciudades, construiré en un futuro un Lugar del Carro, ¡para que llegue directamente de Nibiru a la Tierra!, le respondió Enlil. Entonces comprendió Ninmah por qué el desconcierto de Enlil ante los planes de Anu sobre Lahmu.

¡Hermano mío, es magnífico tu plan para las cinco ciudades!, le dijo Ninmah.
La creación de Shurubak, una ciudad de sanación, como morada mía, para mí misma, es algo por lo que estoy agradecida; ¡más allá de ese plan, no transgredas a tu padre, no ofendas tampoco a tu hermano!
¡Eres tan sabia como hermosa!, le dijo Enlil.

En el Abzu, Enki también estaba concibiendo planes, dónde construir su casa, dónde preparar moradas para los héroes, por dónde entrar en las entrañas de la Tierra.
En su nave celeste, midió la extensión del Abzu, inspeccionó cuidadosamente sus regiones.
El Abzu era una tierra distante, estaba más allá de las aguas del Edin; era una tierra rica, rebosante de riquezas, perfecta en su totalidad.

Poderosos ríos atravesaban la región, grandes aguas discurrían rápidamente; una morada junto a las aguas corrientes hizo Enki para sí mismo, en medio del Abzu, en un lugar de aguas puras se puso Enki a sí mismo. En esa tierra, Enki determinó el Lugar de la Profundidad, para que los héroes descendieran a las entrañas de la Tierra. Allí puso Enki el Agrietador de Tierra, para con él hacerle un corte a la Tierra, llegar por medio de túneles a las interioridades de la Tierra, descubrir las venas doradas.
Muy cerca, emplazó Lo-Que-Parte y Lo-Que-Tritura, para partir y triturar el mineral aurífero, para transportarlo en naves celestes, llevarlo al Lugar de Aterrizaje en las montañas de cedros, para desde allí transportarlo a la estación de paso de Lahmu con naves espaciales. Más héroes iban llegando a la Tierra, unos eran asignados al Edin, a otros se les daban trabajos en el Abzu.

Enlil construyó Laarsa y Lagash, fundó Shurubak para Ninmah. Un ejército de sanadoras vivía allí con ella, las jóvenes que dan auxilio. En Nibru-ki, Enlil estaba ensamblando un Enlace Cielo-Tierra, para comandar todas las misiones desde allí.
Enki viajaba entre Eridú y el Abzu, iba y venía para supervisar. En Lahmu, la construcción seguía progresando; también iban llegando los héroes para la Estación de Paso.

Un Shar, dos Shars duraron los preparativos; entonces, Anu dio la palabra. En la Tierra, era el séptimo día, un día de descanso decretado por Enki en el principio. En todas partes, los héroes se reunieron para escuchar un mensaje de Anu transmitido desde Nibiru; En el Edin se reunieron, Enlil estaba allí al mando. Con él, estaba Ninmah; su ejército de jóvenes estaban a su lado reunidas. Alalgar, señor de Eridú, estaba allí; Abgal, que comandaba el Lugar de Aterrizaje, también estaba.

En el Abzu estaban reunidos los héroes, ante la mirada de Enki se encontraban; Con Enki, estaba su visir Isimud; Nungal, el piloto, también estaba. En Lahmu, estaban reunidos los héroes; con su orgulloso comandante, An-zu, estaban. Seiscientos había en la Tierra, trescientos se reunían en Lahmu.

En total, fueron novecientos los que escucharon las palabras de Anu, el rey:
¡Héroes, vosotros sois los salvadores de Nibiru! ¡La suerte de todos está en vuestras manos!
Vuestros logros serán recordados por toda la eternidad, se os llamará con nombres gloriosos.
¡Los que están en la Tierra serán conocidos como Anunnaki, Los Que del Cielo a la Tierra Vinieron!
¡Los que están en Lahmu, serán nombrados Igigi, Los Que Observan y Ven serán!
Todo lo que hace falta está dispuesto: ¡Que empiece a llegar el oro, que se salve Nibiru!
Viene ahora el relato de Enki, Enlil y Ninmah, de sus amores y esponsales, y de las rivalidades por sus hijos.
Los tres líderes eran descendientes de Anu, de diferentes madres nacidos.
Enki fue el Primogénito; una concubina de Anu fue su madre.

Enlil, de Antu, la esposa de Anu, nació; convirtiéndose así en el Heredero Legal.
Ninmah fue hija de otra concubina, siendo hermanastra de los dos hermanastros.
Era la Primogénita de Anu, esto quedaba indicado por su título-nombre de Ninmah.
Era sumamente hermosa, llena de sabiduría, rápida en aprender.

Ea, como se le llamaba entonces a Enki, fue elegido por Anu para que se casara con Ninmah, por lo cual el hijo de ambos se convertiría a partir de entonces en el sucesor legal.
Ninmah estaba enamorada de Enlil, un arrojado comandante; ella se dejó seducir por él, en su vientre derramó él su simiente, de la simiente de Enlil, ella tuvo un hijo; Ninurta le nombraron los dos. Anu se enfureció con lo ocurrido; ¡como castigo, le prohibió a Ninmah que se casara con nadie!

Ea abandonó a la que, por decreto de Anu, tenía que ser su novia; y se casó en su lugar con una princesa llamada Damkina; un hijo, un heredero, les nació; Marduk le pusieron por nombre, que significaba El Nacido en un Lugar Puro. En cuanto a Enlil, no tenía hijo alguno por matrimonio, no tenía a su lado una esposa.

Fue en la Tierra, no en Nibiru, donde Enlil se casó; su historia es la historia de una violación, de un exilio y de un amor que trajo el perdón, y de más hijos que no fueron más que hermanastros. En la Tierra, era verano; Enlil se retiró a su morada en el bosque de cedros. Por el bosque de cedros iba Enlil paseando cuando refrescaba el día; en un frío torrente de montaña, estaban bañándose unas jóvenes de Ninmah asignadas al Lugar de Aterrizaje. Enlil quedó hechizado por la belleza y la gracia de una de ellas, Sud era su nombre.

Enlil la invitó a su morada en el bosque de cedros: ¡Ven y bebe conmigo del elixir del fruto de Nibiru que crece aquí!, le dijo a ella.
Sud entró en la morada de Enlil; en una copa, le ofreció Enlil el elixir.
Sud bebió, Enlil también bebió; Enlil le habló de relaciones sexuales. No estaba dispuesta la muchacha. ¡Mi vagina es muy pequeña, no conoce la cópula!, le dijo a Enlil.

Enlil le habló de besos; no estaba dispuesta la muchacha: ¡Mis labios son demasiado pequeños, no conocen los besos!, le dijo a Enlil. Enlil se echó a reír y la abrazó, él se rió y la besó; ¡Su semen derramó en su matriz!
A Ninmah, la comandante de Sud, se le informó de la inmoral acción. ¡Enlil, el inmoral! ¡Por tu acción, tendrás que afrontar un juicio! Así le dijo la enfurecida Ninmah.

En presencia de cincuenta Anunnaki, se reunieron los Siete Que Juzgan, los Siete Que Juzgan decretaron un castigo para Enlil: ¡Quede desterrado Enlil de todas las ciudades, sea exiliado a una Tierra Sin Retorno!

En una cámara celeste le hicieron abandonar el Lugar de Aterrizaje; Abgal era su piloto.
A una Tierra Sin Retorno se le llevó, ¡para no volver jamás!
Los dos viajaron en la cámara celeste, a otra tierra se dirigieron.
Allí, en medio de inhóspitas montañas, en un lugar de desolación, aterrizó Abgal la cámara celeste.

¡Éste será tu lugar de exilio!, le dijo Abgal a Enlil.
¡No por casualidad lo he elegido!, le dijo a Enlil. Hay oculto aquí un secre to de Enki; en una cueva cercana, Enki ocultó siete Armas de Terror, las sacó del carro celestial de Alalu.
¡Toma posesión de las armas, con las armas conseguirás la libertad!
Así le dijo Abgal a su comandante; ¡un secreto de Enki le reveló a Enlil!
Luego, Abgal partió del lugar secreto; Enlil quedó allí solo.

En el Edin, Sud le habló a Ninmah, su comandante:
¡De la simiente de Enlil estoy embarazada, he concebido en mi matriz a un hijo de Enlil!
Ninmah le transmitió a Enki las palabras de Sud; ¡él era el Señor de la Tierra, en la Tierra era supremo!
Convocaron a Sud ante los Siete Que Juzgan: ¿Tomarás a Enlil como esposo?, le preguntaron.
Ella pronunció palabras de consentimiento; Abgal le transmitió las palabras a Enlil en su exilio.
Enlil volvió de su exilio para casarse con Sud; de este modo, Enki y Ninmah le dieron el perdón.
Sud fue declarada esposa oficial de Enlil; se le concedió el título-nombre de Ninlil, Dama del Mandato.
Después de ello, un hijo les nació a Ninlil y Enlil; Nannar, el Brillante, le llamó Ninlil.
¡Fue el primero de los Anunnaki en ser concebido en la Tierra, uno de la simiente real de Nibiru nacido en un planeta extraño!

Fue después de esto que Enki le habló a Ninmah: ¡Ven conmigo al Abzu!
En medio del Abzu, en un lugar de aguas puras, he construido una morada.
Con un metal brillante, plata es su nombre, la he embellecido, con una piedra de un azul profundo, lapislázuli, está adornada; ¡ven, Ninmah, ven conmigo, abandona tu adoración por Enlil!
Al Abzu, a la morada de Enki, viajó Ninmah; allí, Enki le habló palabras de amor, de estar hechos el uno para el otro, dulces palabras le susurró.
¡Sigues siendo mi amada!, le dijo acariciándola.

La abrazó, la besó; ella hizo que su falo rebosara.
Enki derramó su semen en la matriz de Ninmah. ¡Dame un hijo! ¡Dame un hijo!, gritaba.
Ella acogió el semen en su matriz, el semen de Enki la fecundó. Un día de Nibiru era un mes de la Tierra para ella, dos días, tres días, cuatro días de Nibiru, eran como meses de la Tierra, cinco, seis, siete y ocho días de meses se completaron; la cuenta novena de la maternidad se culminó; Ninmah estaba de parto. Dio a luz a una niña; la recién nacida era hembra; ¡a orillas del río, en el Abzu, nació una hija de Enki y Ninmah! Enki estaba decepcionado con la niña. ¡Besa a la pequeña!, le decía Ninmah. ¡Besa a la pequeña!, le dijo Enki a su visir Isimud: ¡Yo deseaba un hijo, he de tener un hijo de mi hermanastra! De nuevo besó a Ninmah, por el vientre la tomó, su semen derramó en su matriz.

De nuevo dio a luz ella, de nuevo una hija le dio a Enki. ¡Un hijo, un hijo he de tener un hijo contigo!, le gritaba Enki a Ninmah.
Después de lo cual, Ninmah pronunció una maldición sobre Enki, que todo alimento que coma sea veneno en sus entrañas; que le duela la mandíbula, que le duelan los dientes, que le duelan las costillas. Isimud convocó a los Anunnaki, a Ninmah le rogaban alivio. Distanciarse de la vulva de Ninmah juró Enki con el brazo en alto; uno a uno, los achaques le quitó, Enki se liberó de la maldición de ella. Ninmah volvió al Edin, para no casarse nunca; ¡la orden de Anu se cumplió! Enki trajo a la Tierra a su esposa Damkina y a su hijo Marduk; Ninki, Dama de la Tierra, se le concedió a ella por título. Enki tuvo cinco hijos más, de ella y de concubinas, éstos fueron sus nombres: Nergal y Gibil, Ninagal y Ningishzidda, y Dumuzi el más joven. Enlil y Ninmah trajeron a la Tierra a su hijo Ninurta, con su esposa Ninlil, tuvo Enlil un hijo más, un hermano de Nannar; Ishkur fue su nombre.
Tres hijos en total tuvo Enlil, ninguno nacido de concubinas, Dos clanes se establecieron así en la Tierra; sus rivalidades llevaron a las guerras.

Viene ahora el relato del motín de los Igigi,  y de cómo se le dio muerte a Anzu, en castigo por robar las Tablillas de los Destinos.
Desde el Abzu, se llevaba el oro de las venas de la Tierra hasta el Lugar de Aterrizaje, de allí, los Igigi lo transportaban en naves espaciales hasta la estación de paso en Lahmu.
Desde el planeta Lahmu, el metal precioso se llevaba a Nibiru en carros celestiales; en Nibiru, el oro se convertía en el más fino polvo, se empleaba para proteger la atmófera.
¡Lentamente se curó la brecha en los cielos, lentamente se salvó Nibiru! En el Edin, las cinco ciudades se perfeccionaron.

Enki se hizo una morada deslumbrante en Eridú, desde la tierra la elevó hacia el cielo, como una montaña la elevó por encima del suelo, en un buen lugar la construyó.
Su esposa Damkina moraba en ella; y allí le enseñó Enki la sabiduría a su hijo Marduk.

Enlil estableció en Nibru-ki el Enlace Cielo-Tierra, era digno de ver.
En su centro, un alto pilar el mismo cielo alcanzaba, se puso sobre una plataforma que no se podía derrumbar; con esto, las palabras de Enki llegaban a todos los asentamientos, en Lahmu y en Nibiru se podían escuchar. Desde allí se elevaron rayos, podían buscar en el corazón de todas las tierras; sus ojos podían explorar todas las tierras, su red hacía imposible una aproximación no deseada.
En su elevada casa, una cámara como una corona era el centro, miraba con atención los cielos distantes; miraba fijamente hacia el horizonte, perfeccionó el cénit celestial.

En su santificada cámara oscura, con doce emblemas estaba marcada la familia del Sol, en los ME estaban registradas las fórmulas secretas del Sol y la Luna, Nibiru y la Tierra, y los ocho dioses celestiales.
Las Tablillas de los Destinos emitían sus tonos de colores en la cámara, con ellas, Enlil supervisaba todas las idas y venidas.

En la Tierra, los Anunnaki trabajaban sin descanso, se quejaban del trabajo y del sustento. Estaban trastornados por los rápidos ciclos de la Tierra, y del elixir sólo se les daban pequeñas raciones. En el Edin, los Anunnaki trabajaban sin descanso; en el Abzu, el trabajo era aún más extenuante. Por equipos, se enviaban Anunnaki de vuelta a Nibiru; por equipos, otros nuevos llegaban.

Los Igigi, que moraban en Lahmu, eran los que más ruidosamente se quejaban: demandaban un lugar de descanso en la Tierra, para cuando bajaban de Lahmu a la Tierra.
Enlil y Enki intercambiaron palabras con Anu, al rey consultaron: ¡Dejad que el líder vaya a la Tierra, discutidlo con Anzu! Así les dijo Anu. Anzu descendió de los cielos a la Tierra, entregó los términos de las quejas a Enlil y Enki.
¡Deja que Anzu conozca el mecanismo!, le dijo Enki a Enlil.
¡Yo le mostraré el Abzu, revélale tú el Enlace Cielo-Tierra!
Enlil consintió con las palabras de Enki.

Enki le mostró el Abzu a Anzu, el agotador trabajo en las minas le mostró; Enlil invitó a Anzu a Nibru-ki, en la sagrada cámara oscura le dejó entrar; En lo más profundo del santuario, le explicó a Anzu las Tablillas de los Destinos.
Le mostró a Anzu lo que los Anunnaki estaban haciendo en las cinco ciudades; prometió alivio a los Igigi que llegaban al Lugar de Aterrizaje.
Volvió después a Nibru-ki para discutir las quejas de los Igigi.

Anzu era un príncipe entre los príncipes, de simiente real era su ascendencia; malvados pensamientos llenaron su corazón cuando volvió al Enlace Cielo-Tierra.
Estaba planeando llevarse las Tablillas de los Destinos; en su corazón, estaba planeando tomar el control de los decretos del cielo y la Tierra.
¡Concibió en su corazón arrebatar.la Enlildad, su objetivo era gobernar a Igigi y a Anunnaki!
Sin albergar sospechas, Enlil dejó a Anzu que se instalara en la entrada del santuario; sin albergar sospechas, Enlil dejó el santuario, se fue a darse un baño refrescante.

Con malvadas intenciones, Anzu se apoderó de las Tablillas de los Destinos; huyó en una cámara celeste, se fue rápidamente a la montaña de las cámaras celestes; allí, en el Lugar de Aterrizaje, le estaban esperando Igigi rebeldes, ¡se estaban preparando para declarar a Anzu rey de la Tierra y de Lahmu!

En el santuario de Nibru-ki, el resplandor se desvaneció, el zumbido se acalló, el silencio prevalecía en el lugar, las fórmulas sagradas habían quedado suspendidas.
En Nibru-ki, Enlil se quedó sin palabras; estaba abrumado por la traición. Palabras furiosas profirió contra Enki, dudó de la ascendencia de Anzu.

Se reunieron los líderes en Nibru-ki, los Anunnaki que decretan los hados consultaron con Anu.
¡Hay que detener a Anzu, las Tablillas deben volver al santuario!, decretó Anu.
¿Quién se enfrentará al rebelde? ¿Quién recuperará las Tablillas?, se preguntaban entre sí los líderes.
¡Estando en posesión de las Tablillas de los Destinos, Anzu es invencible!, se decían uno a otro.
Ninurta, animado por su madre, se adelantó entre los reunidos: ¡Seré el guerrero de Enlil, venceré a Anzu! Así habló Ninurta. Ninurta se dirigió hacia la ladera de la montaña, se comprometió a vencer al fugitivo Anzu.
Anzu se mofaba de Ninurta desde su escondrijo: ¡Las Tablillas son mi protección, soy invencible! Dardos relampagueantes le dirigió Ninurta a Anzu; las flechas no pudieron acercarse a Anzu, volvieron hacia atrás.

¡La batalla se detuvo, las armas de Ninurta no vencerían a Anzu! Entonces, Enki le dio un consejo a Ninurta: ¡Levanta una tormenta con tu Torbellino, que el rostro de Anzu se cubra de polvo, que las alas de su pájaro celeste se encrespen!

Enlil forjó una poderosa arma para su hijo, era un proyectil Tillu; ¡sujétalo a tu Arma-Tormentosa, cuando se acerquen ala con ala, dispáraselo a Anzu!
Así instruyó Enlil a su hijo Ninurta.
¡Cuando se acerquen ala con ala entre sí, deja que el proyectil vuele como un rayo!
De nuevo se remontó en el cielo Ninurta con su Torbellino; Anzu se elevó con su pájaro celeste para hacerle frente.

¡Ala con ala!, gritó Anzu enfurecido. ¡Esta batalla será tu destrucción!
Ninurta siguió el consejo de Enki; con su Torbellino creó una tormenta de polvo. El polvo cubrió el rostro de Anzu, quedaron al descubierto los piñones de su pájaro celeste; en medio de ellos, dejó ir Ninurta el proyectil, los piñones de Anzu se vieron sumidos en un resplandor de fuego.

Sus alas comenzaron a aletear como mariposas; Anzu cayó hasta el suelo.
La Tierra se sacudió, los cielos se oscurecieron; Ninurta hizo cautivo al caído Anzu, de él recuperó las Tablillas.
Los Igigi estaban observando desde la cima de la montaña; cuando Ninurta llegó al Lugar de Aterrizaje, temblaron y le besaron los pies.
Ninurta liberó al cautivo Abgal y a los Anunnaki, anunció su victoria a Anu y a Enlil.
Después, volvió a Nibru-ki, y las Tablillas se reinstalaron en la cámara más profunda. De nuevo volvió el resplandor allí dentro, se restableció el zumbido de los ME en las Tablillas.

Anzu fue sometido a juicio ante los Siete Que Juzgan; Enlil y Ninlil, su esposa, Enki y su esposa Ninki, a la que anteriormente se conocía como Damkina, y los hijos Nannar y Marduk estaban allí, Ninmah también estaba en el juicio.
Ninurta habló de los malvados actos: ¡No hay justificación, que la muerte sea su pena!, dijo.
¡Los Igigi se quejaban con razón, necesitan un lugar de descanso en la Tierra!, argüyó Marduk en contra.
¡Por su malvada acción, Anzu puso en peligro a todos los Anunnaki y a los Igigi!, dijo Enlil.

Enki y Ninmah dieron la razón a Enlil; ¡el mal debe ser extinguido!, dijeron. Los siete sentenciaron a Anzu a muerte por ejecución; con un rayo mortal fue extinguido el aliento vital de Anzu. ¡Dejadle su cuerpo a los buitres!, dijo Ninurta.
¡Dejad que sea enterrado en Lahmu, que se le ponga en una cueva junto a Alalu para su descanso!, dijo Enki.
¡De la misma simiente ancestral eran ambos!
¡Que Marduk lleve su cuerpo a Lahmu, que Marduk se quede allí como comandante!

Eso sugirió Enki a los jueces. ¡Así sea!, dijo Enlil.
Viene ahora el relato de cómo se fundó Bad-Tibira, la Ciudad del Metal, y de cómo, en el cuadragésimo Shar, los Anunnaki se amotinaron en el Abzu.
Anzu fue juzgado y ejecutado en el vigésimoquinto Shar, esto sojuzgó el malestar de los Igigi, aunque siguió hirviendo lentamente.
Marduk fue enviado a Lahmu para levantar los espíritus de los Igigi, para prestar atención a su bienestar.
En la Tierra, Enlil y Enki discutieron cambios, estuvieron reflexionando sobre cómo evitar el malestar en la Tierra.

Las estancias en la Tierra son demasiado prolongadas, se decían uno a otro.
Pidieron consejo a Ninmah; quedaron alarmados por el cambio de semblante en ella. ¡El oro debe fluir con más rapidez a Nibiru, hay que proveer de salvación con más rapidez!, coincidieron todos. Ninurta era un experto en las interioridades de los planetas; dijo palabras sabias a sus mayores: Que se establezca una Ciudad del Metal, para que allí se funda y se refine el mineral aurífero, allí se podrán disponer cargamentos menos pesados desde la Tierra. Cada nave espacial podrá llevar más oro, y quedará espacio para que los Anunnaki regresen a Nibiru, ¡que los agotados regresen a Nibiru, que otros frescos los sustituyan en la Tierra! Enlil, Enki y Ninmah consideraron favorablemente la sugerencia de Ninurta, se le consultó a Anu y dio su aprobación.

¡En el Edin, se planificó una Ciudad del Metal, en esa ubicación insistió Enlil! Se construyó con materiales de Nibiru, se equipó con herramientas de Nibiru.

Tres Shars llevó su construcción, se le dio por nombre Bad-Tibira. Ninurta, que hizo la sugerencia, fue su primer comandante. De esta forma, el flujo de oro a Nibiru se hizo más fácil y rápido, aquellos que habían venido a la Tierra y a Lahmu al principio de los Tiempos Previos volvieron a Nibiru; Alalgar, Abgal y Nungal estaban entre ellos. Los recién llegados que los sustituyeron eran más jóvenes y entusiastas; no estaban acostumbrados a los ciclos de la Tierra y de Lahmu ni a otros rigores. En Nibiru, de donde habían venido, la brecha en la atmósfera se estaba curando; los más jóvenes no habían conocido las grandes calamidades que habían tenido lugar en el planeta y en sus cielos. ¡De su misión dorada albergaban especialmente el anhelo de emociones y aventuras! Tal como había concebido Ninurta, los minerales se traían desde el Abzu, en Bad-Tibira se fundían y se refmaban, con naves espaciales se enviaban a Lahmu; el oro puro se llevaba de Lahmu a Tibiru en carros celestiales. Tal como había concebido Ninurta, el oro fluía desde el Abzu hasta Nibiru; ¡lo que no había concebido era el malestar de los Anunnaki recién llegados que trabajaban sin descanso en el Abzu!

La verdad sea dicha, Enki no tuvo en cuenta lo que se estaba fraguando, ponía su atención en otros asuntos del Abzu. Había llegado a fascinarse con lo que crece y vive en el Abzu; deseaba aprender de las diferencias entre lo que había aparecido en la Tierra y lo que había aparecido en Nibiru, quería descubrir cómo se causaban las enfermedades por la atmósfera y los ciclos de la Tierra. En el Abzu, junto a las chorreantes aguas, erigió un magnífico lugar de estudio, lo dotó con todo tipo de herramientas y de equipos.

Llamó al lugar Casa de la Vida, a ella invitó a su hijo Ningishzidda.
Configuraron fórmulas sagradas, diminutos ME, la posesión de los secretos de la vida y la muerte, buscaban desentrañar los misterios de la vida y la muerte de las criaturas de la Tierra.
Enki estaba especialmente enamorado de algunas criaturas vivas; éstas vivían entre los árboles altos, utilizaban sus patas delanteras como manos.
En las altas hierbas de las estepas se veían extrañas criaturas; parecían caminar erectas.
Enki estaba absorbido con estos estudios; pero no se daba cuenta de lo que se estaba fraguando entre los Anunnaki. El primero en darse cuenta del problema fue Ninurta: en Bad-Tibira había observado una disminución en mineral de oro.

Enlil envió a Ninurta al Abzu para averiguar lo que estaba sucediendo.
Ennugi, el oficial jefe, lo acompañó en las excavaciones, con sus propios oídos escuchó las quejas de los Anunnaki; murmuraban y se lamentaban, refunfuñaban en las excavaciones; ¡El trabajo es insoportable!, le dijeron a Ninurta.
Ninurta dio cuenta de esto a su tío Enki. ¡Convoquemos a Enlil!, dijo Enki. Enlil llegó al Abzu, se instaló en una casa cercana a las excavaciones. ¡Vamos a enervar a Enlil en su morada!, gritaron los héroes que trabajaban en las minas.

¡Que nos libere del duro trabajo!
¡Proclamemos la guerra, nos liberaremos a través de las hostilidades!, gritaban otros.
Los Anunnaki de las excavaciones prestaron oídos a las palabras de instigación, prendieron fuego a sus herramientas, quemaron sus hachas. Se enfrentaron a Ennugi, oficial jefe de las minas, lo apresaron en los túneles; lo llevaron con ellos, se abrieron paso hasta la puerta de la morada de Enlil.
Era de noche, en mitad de la vigilia; rodearon la morada de Enlil, sostenían en alto sus herramientas a modo de antorchas.
Kalkal, el guardián de la entrada, atrancó la puerta y despertó a Nusku; Nusku, el visir de Enlil, despertó a su señor, lo sacó de la cama, diciéndole así: ¡Mi señor, la casa está rodeada, hasta la puerta han llegado los hostiles Anunnaki!

Enlil convocó a Enki, Enlil convocó a Ninurta a su presencia: ¡Qué es lo que están viendo mis ojos! ¿Es contra mí contra quien se está haciendo esto?
Así les dijo Enlil: ¿Quién es el instigador de las hostilidades? Los Anunnaki se mantuvieron unidos: ¡Cada uno de nosotros ha declarado las hostilidades!
¡El trabajo es excesivo, nuestro trabajo es duro, grande es nuestra aflicción! Así le dijeron a Enlil. Enlil le transmitió a Anu palabras de lo que estaba sucediendo. ¿De qué se acusa a Enlil?, inquirió Anu.

¡El trabajo, no Enlil, es la causa del problema!, le dijo Enki a Anu. ¡Graves son los lamentos, todos los días podemos escuchar las quejas! ¡Hay que obtener oro!, dijo Anu. ¡El trabajo debe continuar! ¡Liberad a Ennugi para consultas!, dijo Enki a los hostiles Anunnaki.
Ennugi fue liberado; a los líderes les dijo:
¡Desde que ha aumentado el calor en la Tierra, el trabajo es insoportable, inaguantable!
¡Que los rebeldes vuelvan a Nibiru, y que otros nuevos vengan en su lugar!, dijo Ninurta.
¿No podrías forjar nuevas herramientas?, dijo Enlil a Enki. ¿Para que los héroes Anunnaki evitaran los túneles?

¡Llamemos a mi hijo Ningishzidda, deseo que me asesore él!, respondió Enki.
Convocaron a Ningishzidda, vino desde la Casa de la Vida; Enki se apartó con él, intercambiaron palabras entre ellos. ¡Es posible una solución!, dijo Enki.
¡Creemos un Lulu, un Trabajador Primitivo, para que se ocupe del trabajo más duro, que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki!
Asombrados quedaron los líderes asediados, ciertamente se quedaron sin palabras.
¿Quién había oído hablar antes de un ser creado de nuevo, un trabajador que pudiera hacer el trabajo de los Anunnaki?

Llamaron a Ninmah, que en curación y ayuda era experta.
Le repitieron las palabras de Enki: ¿Acaso hay alguien que haya oído hablar de eso?, le preguntaron.
¡No se había oído hablar de algo así!, le dijo ella a Enki. Todos los seres descienden de una simiente, ¡Cada ser se desarrolló a lo largo de eones a partir de otro, ninguno vino nunca de la nada!
¡Cuánta razón tienes, hermana!, dijo Enki sonriendo.
Dejadme que os revele un secreto del Abzu:
¡El ser que necesitamos existe ya!

Todo lo que tenemos que hacer es ponerle la señal de nuestra esencia,
¡así se creará un Lulu, un Trabajador Primitivo! Así les dijo Enki.
Tomemos pues una decisión, dadle la bendición a mi plan:
¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!


Enki revela un secreto a los incrédulos líderes: en el Abzu deambula un ser salvaje similar a los Anunnaki; acrecentando su esencia vital con la de los Anunnaki, se le podrá elevar hasta convertirle en un Trabajador Primitivo inteligente.
La creación pertenece al Padre de Todo Principio, gritó Enlil
Sólo le daremos nuestra imagen a un ser ya existente, arguyó Ninmah
Necesitando urgentemente el oro para sobrevivir, los líderes votan Sí Enki, Ninmah y Ningishzidda, el hijo de Enki, comienzan los experimentos
Tras muchos fracasos, se consigue el modelo perfecto Adamu Ninmah grita triunfante: ¡Mis manos lo han hecho!
Se la renombra Ninti («Dama de la Vida») por su logro
Ninki, la esposa de Enki, ayuda a crear a Ti-Amat, una hembra Terrestre
Los terrestres, siendo híbridos, se emparejan pero no procrean
Ningishzidda añade dos ramas de esencia al Árbol de la Vida de los Terrestres
Al descubrir los acontecimientos no aprobados, Enlil expulsa a los Terrestres
La doble hélice del ADN, emblema de Ninghishzidda

 
LA SEXTA TABLILLA

¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!
Así dijo Enki a los líderes.
¡El ser que necesitamos existe ya!
Así les reveló Enki un secreto del Abzu.

Asombrados escucharon los demás las palabras de Enki; se quedaron fascinados con sus palabras.
Existen criaturas en el Abzu, dijo Enki, que caminan erectas, sobre dos piernas, las patas delanteras las utilizan como brazos, de manos están dotados. Viven entre los animales de las estepas. No saben vestirse, comen plantas con la boca, beben agua de los lagos y de las zanjas. Tienen todo el cuerpo peludo, el pelo de la cabeza es como el de un león; ¡retozan con las gacelas, disfrutan con las criaturas prolífícas en las aguas! Los líderes escucharon las palabras de Enki con sorpresa.
¡En el Edin no se había visto ninguna criatura como esa!, dijo Enlil sin podérselo creer.
¡Hace eones, en Nibiru, nuestros predecesores quizá fueron así!, dijo Ninmah.
¡Es un ser, no una criatura!, dijo Ninmah. ¡Debe ser emocionante contemplarlo!
Enki les llevó a la Casa de la Vida; en fuertes jaulas había unos de estos seres.

Al ver a Enki y a los demás, se pusieron a saltar, golpeaban con los puños en las barras de la jaula.
Gruñían y resoplaban; no decían palabras.
¡Son macho y hembra!, dijo Enki; tienen masculinidad y femineidad, procrean como nosotros, los venidos de Nibiru.

Ningishzidda, mi hijo, ha comprobado su Esencia de Elaboración; es similar a la nuestra, como dos serpientes entrelazadas; nuestra esencia vital se combinará con la de ellos, nuestra señal se pondrá sobre ellos, ¡se creará un Trabajador Primitivo! Comprenderá nuestras órdenes, manejará nuestras herramientas, llevará a cabo los trabajos duros en las excavaciones; ¡dará alivio a los Anunnaki en el Abzu!
Así hablaba Enki, con entusiasmo, sus palabras sonaban excitadas. Enlil vacilaba ante las palabras: ¡Es un asunto de gran importancia! ¡Hace mucho que se abolió la esclavitud en nuestro planeta, los esclavos son las herramientas, no otros seres!

Quieres traer a la existencia a una nueva criatura, no existente previamente; ¡la creación sólo está en manos del Padre de Todo Principio! Así dijo Enlil, oponiéndose; sus palabras eran severas. Enki le respondió a su hermano: ¡No esclavos, sino ayudantes es mi plan! ¡El ser ya existe!, dijo Ninmah. ¡El plan consiste en darle más capacidad! ¡No se trata de hacer una nueva criatura, sino de hacer más a nuestra imagen una ya existente!, dijo Enki persuasivamente.
¡Con pocos cambios se puede conseguir, sólo se necesita una gota de nuestra esencia!
¡Es éste un asunto grave, y no es de mi agrado!, dijo Enlil. Va en contra de las reglas del viaje de planeta en planeta, se prohibió por las reglas de la venida a la Tierra. ¡Nuestro objetivo era obtener oro, no era reemplazar al Padre de Todo Principio!

Después de hablar así Enlil, Ninmah fue la que le respondió: ¡Hermano mío!, le dijo Ninmah a Enlil, el Padre de Todo Principio nos ha dotado de sabiduría y entendimiento, ¿para qué propósito se nos perfeccionó de este modo, si no es para hacer el máximo uso de ello?

El Creador de Todo llenó nuestra esencia vital de sabiduría y entendimiento, para que fuéramos capaces de hacer cualquier uso de ello, ¿no es eso para lo que hemos sido destinados? Así fueron las palabras que Ninmah le dirigió a su hermano Enlil.
¡Con eso que se nos concedió en nuestra esencia, hemos perfeccionado herramientas y carros, hemos hecho añicos las montañas con las armas de terror, y los cielos hemos curado con oro!
Así le dijo Ninurta a su madre.

¡Con la sabiduría no vamos a crear nuevos seres, sino a forjar nuevas herramientas, vamos a aliviar el trabajo con nuevos equipos, no con esclavos!
¡Allá donde nuestro entendimiento nos lleve, a eso hemos sido destinados!
Así dijo Ningishzidda, estaba de acuerdo con Enki y con Ninmah.
¡No podemos impedir que se usen los conocimientos que poseemos!, dijo Ningishzidda.

¡Ciertamente, el Destino no puede ser alterado, desde el Principio hasta el Final ha sido determinado!
Les dijo Enlil a ellos. ¿Es Destino, o es Hado, lo que nos ha traído a este planeta, a sacar oro de las aguas, a poner a trabajar en las excavaciones a los héroes Anunnaki, a estar neando la creación de un Trabajador Primitivo?
¡Ésa, parientes míos, es la cuestión! Así, con gravedad, dijo Enlil.
¿Es Destino, es Hado? Eso es lo que hay que decidir, ¿Está ordenado desde el Principio, o es algo por lo que debemos decidirnos?
Decidieron exponer el asunto ante Anu; Anu presentó el asunto ante el consejo.
Se consultó a los ancianos, a los sabios, a los comandantes.
Las discusiones fueron largas y amargas, se dijeron palabras de Vida y Muerte, de Hado y Destino.
¿Hay alguna otra forma de obtener oro? ¡La supervivencia está en peligro! ¡Si hay que obtener oro, que se elabore al ser!, decidió el consejo.

¡Que Anu deje a un lado las reglas de los viajes planetarios, que se salve Nibiru!
La decisión se transmitió desde el palacio de Anu hasta la Tierra; a Enki encantó. ¡Que Ninmah sea mi ayudante, tiene conocimientos de estos asuntos!
Así dijo Enki. Miraba a Ninmah con anhelo.
¡Así sea!, dijo Ninmah. ¡Así sea!, dijo Enlil.
A través de Ennugi se anunció la decisión a los Anunnaki en el Abzu: ¡Hasta que se consiga el ser, tenéis que volver voluntariamente al trabajo!, dijo.

Hubo decepción; no hubo rebelión; los Anunnaki volvieron al trabajo. En la Casa de la Vida, en el Abzu, Enki le explicó a Ninmah cómo elaborar el ser.
Llevó a Ninmah a un lugar entre los árboles, era un lugar de jaulas. En las jaulas había extrañas criaturas, algo que nadie había visto en libertad: tenían la parte superior de una especie, la parte inferior de otra criatura; ¡Enki le mostró a Ninmah criaturas de dos especies combinadas por sus esencias!

Volvieron a la Casa de la Vida, la llevaron a un lugar limpio con un brillante resplandor.
En el lugar limpio, Ningishzidda le explicó a Ninmah los secretos de la esencia vital, cómo se puede combinar la esencia de dos especies, él a ella le mostró. ¡Las criaturas de las tres jaulas son muy extrañas, son monstruosas!, dijo Ninmah.
¡Sí, lo son!, respondió Enki. ¡Lograr la perfección, para eso se te necesita! ¿Cómo combinar las esencias, cuánto de ellas, cuánto de eso reunir, en qué útero comenzar la concepción, en qué útero deberá dar a luz? Para eso se necesitan tus conocimientos de ayuda y curación; ¡se necesitan los conocimientos de alguien que haya dado a luz, de alguien que sea madre! En el rostro de Ninmah había una sonrisa; recordaba bien las dos hijas que había tenido con Enki.

Ninmah supervisó con Ningishzidda las fórmulas sagradas que se guardaban secretamente en los ME, le preguntaba cómo se había hecho esto y aquello.
Examinó a las criaturas de las tres jaulas, contempló a las criaturas bípedas.
Las esencias se transmiten por inseminación de un macho a una hembra, las dos hebras entrelazadas se separan y combinan para forjar una descendencia.
¡Que un varón Anunnaki fecunde a una hembra bípeda, que nazca una descendencia de combinación! Así dijo Ninmah.

¡Eso hemos intentado, pero ha habido fallos!, le respondió Enki.
¡No hubo concepción, no hubo parto!
Viene ahora el relato de cómo se creo al Trabajador Primitivo, de cómo Enki y Ninmah, con la ayuda de Ningishzidda, forjaron al ser.
Hay que intentar conseguir otra forma de mezclar las esencias, dijo Ninmah.
Hay que encontrar otra forma de combinar las dos hebras de las esencias, para que no resulte dañada la porción de la Tierra.

¡Se tiene que configurar para que reciba nuestra esencia gradualmente, sólo se podría intentar poco a poco a partir de las fórmulas ME de la esencia de Nibiru!
Ninmah preparó una mezcla en un recipiente de cristal, puso con mucho cuidado el óvalo de una hembra bípeda, con ME que contenía simiente Anunnaki, fecundó el óvalo; insertó de nuevo el óvalo en la matriz de la hembra bípeda.

¡Esta vez había concepción, había un parto en ciernes!
Los líderes esperaron el tiempo previsto para el nacimiento, esperaban los resultados con el corazón lleno de ansiedad.
¡El tiempo previsto se cumplió, pero no hubo nacimiento!
Desesperada, Ninmah hizo un corte, lo que había sido concebido extrajo con tenazas. ¡Era un ser vivo! Enki exclamó con regocijo. ¡Lo conseguimos!, gritó Ningishzidda jubiloso.
Ninmah sostenía en sus manos al recién nacido, pero ella no estaba llena de gozo: el recién nacido tenía pelo por todas partes, su parte superior era como las de las criaturas de la Tierra, las partes inferiores se parecían más a las de los Anunnaki.

Dejaron que la hembra bípeda cuidara del recién nacido, que mamara su leche. El recién nacido creció rápido, lo que en Nibiru era un día, era un mes en el Abzu. El niño de la Tierra se hizo más alto, no era a imagen de los Anunnaki; ¡sus manos no se adaptaban a las herramientas, y no emitía más que gruñidos!
¡Tenemos que volver a intentarlo!, dijo Ninmah. Hay que ajustar la mezcla; ¡Dejadme ensayar con los ME, dejad que haga el esfuerzo con este o aquel ME! Con la ayuda de Enki y de Ningishzidda repitieron los procedimientos, Ninmah consideró cuidadosamente las esencias de los ME, tomó un poco de uno de ellos, tomó un poco de otro de ellos, luego fecundó en el cuenco de cristal el óvalo de la hembra de la Tierra.

¡Hubo concepción, cuando se cumpliera el tiempo habría nacimiento!
Éste se parecía más a los Anunnaki; dejaron que la madre le diera de mamar, dejaron que el recién nacido se convirtiera en niño.

Por su aspecto, era atractivo; sus manos estaban conformadas para sostener herramientas; pusieron a prueba sus sentidos, los encontraron deficientes: el niño de la Tierra no podía oír, su visión era vacilante. Una y otra vez, Ninmah reajustó las mezclas, de las fórmulas ME tomó pizcas y trozos; un ser tenía los pies paralizados, a otro le goteaba el semen, a otro le temblaban las manos, a otro le funcionaba mal el hígado; otro tenía las manos demasiado cortas para alcanzarse la boca, otro no tenía los pulmones adecuados para respirar. Enki estaba decepcionado con los resultados. ¡No conseguimos el Trabajador Primitivo!, le dijo a Ninmah.

¡Estoy descubriendo a través de ensayos lo bueno o malo en este ser! Respondió Ninmah a Enki. ¡Mi corazón me anima a que siga intentándolo! Una vez más, Ninmah hizo una mezcla; una vez más, el recién nacido era deficiente.
¡Quizás el déficit no se encuentre en la mezcla!, le dijo Enki.

¡Quizás el impedimento no esté ni en el óvulo de la hembra ni en las esencias!
¡De lo que la Tierra misma está forjada, quizá sea eso lo que falta!
¡No uses un recipiente de cristales de Nibiru, hazlo de la arcilla de la Tierra!
Así dijo Enki, en posesión de gran sabiduría, a Ninmah.

¡Quizá se requiera lo que es la propia mezcla de la Tierra, de oro y cobre!
Así animó Enki, el que sabe cosas, a Ninmah, para que usará la arcilla del Abzu.
En la Casa de la Vida, Ninmah hizo un recipiente, lo hizo con la arcilla del Abzu.
Como un baño purificador conformó el recipiente, para hacer dentro de él la mezcla.
Puso con cuidado el óvalo de una hembra terrestre, de una bípeda, en el recipiente de arcilla, puso en el recipiente la esencia vital extraída de la sangre de un Anunnaki, a través de las fórmulas ME se dirigió la esencia y poco a poco y con mesura fueron añadidas al recipiente, después, insertó el óvalo así fertilizado en la matriz de la hembra terrestre.

¡Hay concepción!, anunció alegre Ninmah. Esperaron el tiempo del nacimiento.
Cuando se cumplió el tiempo, la hembra terrestre comenzó a parir, ¡un niño, un recién nacido estaba a punto de llegar!
Ninmah extrajo al recién nacido con las manos; ¡era un varón!

En sus manos sostuvo al niño; Enki y Ningishzidda estaban presentes.
Los tres líderes se echaron a reír alegremente, Enki y Ningishzidda se daban palmadas en la espalda, Ninmah y Enki se abrazaron y se besaron. ¡Tus manos lo han hecho!, le dijo Enki con un destello en los ojos.
Dejaron que la madre diera de mamar al recién nacido; éste creció más rápido que un niño de Nibiru.

El recién nacido progresó de mes en mes, pasó de bebé a niño.
Sus miembros eran adecuados para el trabajo, hablar no sabía, ¡no comprendía las palabras, emitía gruñidos y resoplidos! Enki valoró el asunto, tomó en consideración lo que se había hecho en cada paso y en cada mezcla. ¡De todo lo que hemos intentado y cambiado, hay una cosa que nunca se ha alterado!, le dijo a Ninmah: siempre se ha insertado el óvalo fertilizado en la matriz de una hembra terrestre; ¡Quizás sea la obstrucción que queda! Así dijo Enki. Ninmah miró a Enki, lo contempló desconcertada. ¿Qué, en verdad, estás diciendo? De él, exigía ella una respuesta. ¡Estoy hablando de la matriz que da a luz!, le respondió Enki. De quién nutre el óvalo fertilizado, de quién da a luz; para que sea a nuestra imagen y semejanza, ¡quizás se necesite una matriz Anunnaki! En la Casa de la Vida hubo silencio; ¡Enki estaba pronunciando palabras nunca antes escuchadas! Se miraron uno a otro, estaban pensando en lo que podría estar pensando el otro.

¡Sabias son tus palabras, hermano mío!, dijo Ninmah por fin. Quizás se insertó la mezcla correcta en la matriz equivocada; Ahora bien, ¿dónde está la hembra entre los Anunnaki que ofrezca su matriz, para crear quizás al Trabajador Primitivo perfecto, para llevar quizás un monstruo en su vientre? Así dijo Ninmah, con la voz temblorosa. ¡Deja que le pregunte a Ninki, mi esposa!, dijo Enki. Convoquémosla a la Casa de la Vida, para exponer el asunto ante ella. Se estaba volviendo para marcharse cuando Ninmah le puso la mano en el hombro:
¡No! ¡No!, le dijo a Enki.
¡Yo hice las mezclas, la recompensa y el peligro deben ser míos! ¡Seré yo la que proporcione la matriz Anunnaki, la que afronte el buen o el mal hado!

Enki inclinó la cabeza, la abrazó suavemente. ¡Así sea!, le dijo. Hicieron la mezcla en el recipiente de arcilla, unieron el óvalo de una hembra terrestre con la esencia masculina Anunnaki; Enki insertó el óvulo fertilizado en la matriz de Ninmah; ¡hubo concepción!
¿El embarazo, concebido por una mezcla, cuánto durará?, se preguntaron uno a otro.
¿Serán nueve meses de Nibiru? ¿Será nueve meses de la Tierra?
Después que en la Tierra, antes que en Nibiru, llegó el parto; ¡Ninmah dio a luz a un varón!
Enki sostuvo entre sus manos al niño; era la imagen de la perfección.

Palmeó las partes traseras del niño; ¡el recién nacido emitió los sonidos adecuados!
Le pasó el recién nacido a Ninmah; ella lo levantó entre sus manos.
¡Mis manos lo han hecho!, exclamó victoriosa.

Viene ahora el relato de cómo se le puso por nombre Adamu, y de cómo se hizo Ti-Amat para él, una contraparte hembra.
Los líderes examinaron con atención el aspecto y los miembros del recien nacido: sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos, tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior y como manos en la parte superior.

No era peludo como los salvajes, su cabello era negro oscuro, su piel era tersa, tersa como la piel de los Anunnaki, el color de su sangre era rojo oscuro, del mismo tono que la arcilla del Abzu.
Miraron su hombría: su forma era extraña, la parte delantera estaba envuelta con una piel, ¡A diferencia de la hombría de los Anunnaki, le colgaba una piel de la parte delantera!
¡Que el Terrestre se distinga de nosotros, los Anunnaki, por esta piel!, dijo Enki.
El recién nacido empezó a llorar; Ninmah lo estrechó contra su pecho; le dio el pecho, el niño se puso a chupar del pecho.

¡Hemos conseguido la perfección!, dijo Ningishzidda eufórico.
Enki miraba fijamente a su hermana; no estaba viendo a Ninmah y a un ser, sino a madre e hijo.

¿Le pondrás un nombre?, preguntó Enki. ¡Es un ser, no una criatura! Ninmah puso su mano sobre el cuerpo del recién nacido, acarició con sus dedos su roja y oscura piel. ¡Le llamaré Adamu!, dijo Ninmah. ¡El Que Como Arcilla de la Tierra Es, ése será su nombre! Hicieron una cuna para el recién nacido Adamu, lo pusieron en un rincón de la Casa de la Vida. ¡Verdaderamente, hemos conseguido un modelo del Trabajador Primitivo!, dijo Enki. ¡Ahora se necesita un ejército de trabajadores como él!, les recordó Ningishzidda a sus mayores. ¡En verdad, será un modelo; por lo que a él se refiere, será tratado como un primogénito, del duro trabajo se le protegerá, su sola esencia será como un molde! Así dijo Enki; Ninmah quedó muy complacida con su decreto. ¿Qué matrices llevarán los óvalos fertilizados a partir de ahora?, preguntó Ningishzidda.

Los líderes ponderaron el asunto; Ninmah ofreció una solución. Ninmah reunió a las sanadoras de su ciudad, Shurubak; les explicó el trabajo que se requería de ellas, las llevó hasta la cuna de Adamu, para que apreciaran al recién nacido
Terrestre. ¡No es un mandato llevar a cabo este trabajo!, les dijo Ninmah: ¡Vuestro propio deseo es la decisión!

De las Anunnaki reunidas, siete se adelantaron, siete aceptaron la tarea. ¡Que se recuerden sus nombres para siempre!, le dijo Ninmah a Enki. ¡Su trabajo es heroico, gracias a ellas nacerá una raza de Trabajadores Primitivos! Las siete que se adelantaron, cada una anunció su nombre; Ningishzidda registró los nombres:
Ninimma, Shuzianna, Ninmada, Ninbara, Ninmug, Musardu y Ningunna, Éstos fueron los nombres de las siete que, por deseo propio, madres de nacimiento iban a ser, para concebir y llevar Terrestres en sus matrices, para crear Trabajadores Primitivos.
En siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah puso óvalos de las hembras bípedas, Ninmah extrajo la esencia vital de Adamu, la insertó poco a poco en los recipientes.
Después, hizo una incisión en las partes masculinas de Adamu para dejar salir una gota de sangre; ¡Sea esto un Signo de Vida; proclámese siempre que Carne y Alma se han combinado!
Apretó las partes masculinas para que sangraran, una gota de sangre añadió en cada recipiente para la mezcla.

¡En esta mezcla de arcilla, lo Terrestre y lo Anunnaki se enlazarán! Así dijo Ninmah, un encantamiento pronunció:
¡A la unidad las dos esencias, una del Cielo, una de la Tierra, juntas se llevarán, la de la Tierra y la de Nibiru, se enlazarán por parentesco sanguíneo! Esto pronunció Ninmah; Ningishzidda también tomó nota de sus palabras.
Los óvalos fertilizados se insertaron en las matrices de las heroínas alumbradoras.
Hubo concepción; por anticipado, se calculó el tiempo previsto.
¡En el tiempo previsto, tuvieron lugar los partos!

En el tiempo previsto, nacieron siete Terrestres varones, sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos; fueron amamantados por las heroínas.
¡Se han creado siete Trabajadores Primitivos!, dijo Ningishzidda. ¡Repítase el procedimiento, que siete más asuman el trabajo!
¡Hijo mío!, le dijo Enki. ¡Ni siquiera de siete en siete será suficiente, harían falta demasiadas heroínas sanadoras, su trabajo de este modo se haría eterno!
¡Ciertamente, es un trabajo demasiado exigente, es poco menos que insoportable!, les dijo Ninmah.
¡Tenemos que hacer hembras!, dijo Enki, para que sean las parejas de los varones.

Que se conozcan, para que los dos se hagan una sola carne.
¡Que procreen por sí solos, que hagan su propia prole, que por sí mismos hagan nacer Trabajadores Primitivos, para relevar a las mujeres Anunnaki! ¡Tienes que cambiar las fórmulas ME, ajustarías de varón a hembra! Así le dijo Enki a Ningishzidda. ¡Para hacer una pareja para Adamu, es necesaria la concepción en la matriz de una Anunnaki!
Así le respondió Ningishzidda a su padre Enki. Enki dirigió su mirada hacia Ninmah; antes de que ella pudiera hablar, él levantó la mano.

¡Deja que esta vez llame a mi esposa Ninki!, dijo con voz poderosa, ¡Si está dispuesta, que ella cree el molde para la hembra Terrestre! Al Abzu, a la Casa de la Vida, llamaron a Ninki, le mostraron a Adamu, se lo explicaron todo, le dieron explicaciones del trabajo que se requería, le dieron cuenta del éxito y del peligro.

Ninki estaba fascinada con el trabajo. ¡Hágase!, les dijo. Ningishzidda hizo los ajustes de las fórmulas ME, con la mezcla se fertilizó un óvalo, Enki lo insertó en la matriz de su esposa; lo hizo con mucho cuidado. Hubo concepción; en el tiempo previsto, Ninki se puso de parto; no hubo nacimiento.
Ninki contó los meses, Ninmah contó los meses; El décimo mes, un mes de malos hados, empezaron a llamar. Ninmah, la dama cuya mano había abierto matrices, hizo una incisión con un cortador.

Llevaba la cabeza cubierta, llevaba protecciones en las manos; hizo la abertura con destreza, la cara se le iluminó de pronto: lo que había en la matriz, de la matriz salió.
¡Una hembra! ¡Has dado a luz a una hembra!, le dijo con regocijo a Ninki. Examinaron con atención el aspecto y los miembros de la recién nacida, sus orejas tenían buena forma, no tenía los ojos obstruidos, tenía los miembros adecuados, conformados como piernas en la parte inferior y como manos en la parte superior.

No era peluda, como las arenas de la playa era el color de su cabello, su piel era tersa, era como la de los Anunnaki en tersura y en color.
Ninmah sostuvo en sus manos a la niña. Le dio una palmada en la parte trasera; ¡La recién nacida emitió los sonidos adecuados!
Le pasó la recién nacida a Ninki, la esposa de Enki, para que la amamantara, la nutriera y la cuidara.
¿Le pondrás nombre?, le preguntó Enki a su esposa. Es un ser, no una criatura.
¡Está hecha a tu imagen y semejanza, está hecha a la perfección, has logrado un modelo para trabajadoras hembras!

Ninki puso la mano sobre el cuerpo de la recién nacida, acarició su piel con los dedos.
¡Ti-Amat será su nombre, la Madre de la Vida!, dijo Ninki.
Será llamada como el planeta de antaño, del cual se forjaron la Tierra Luna, de las esencias vitales de su matriz se moldearán otras alumbradoras, ¡dará así la vida a una multitud de Trabajadores Primitivos!
Así dijo Ninki; los demás pronunciaron palabras de acuerdo.
Viene ahora el relato de Adamu y Ti-Amat en el Edin, y de cómo se les dio el Conocimiento de la procreación y al Abzu fueron expulsados.

Después de que fuera hecha Ti-Amat en la matriz de Ninki, en siete recipientes hechos de arcilla del Abzu puso Ninmah óvalos de hembras bípedas.

Extrajo la esencia vital de Ti-Amat y la insertó en los recipientes. En los siete recipientes, hechos de arcilla del Abzu, Ninmah formó la mezcla; pronunció encantamientos, como requería el procedimiento. En las matrices de las heroínas alumbradoras se insertaron los óvalos fertilizados; Hubo concepción, en el tiempo previsto hubo alumbramientos, en el tiempo previsto, nacieron siete hembras Terrestres.
Sus rasgos eran los adecuados, emitían buenos sonidos.
Así se crearon las siete homologas femeninas de los Trabajadores Primitivos; los cuatro líderes crearon siete varones y siete hembras.
¡Después de ser así creados los Terrestres, inseminen los varones a las hembras, que los Trabajadores Primitivos tengan descendencia por sí mismos!

Así dijo Enki a los demás. ¡Después del tiempo previsto, los descendientes tendrán otros descendientes, abundante será el número de Trabajadores Primitivos, ellos llevarán los trabajos duros de los Anunnaki!
Enki y Ninki, Ninmah y Ningishzidda estaban contentos, bebieron del elixir del fruto.
Se hicieron jaulas para los siete y siete, las pusieron entre los árboles; ¡Que crezcan juntos, alcancen la virilidad y la femineidad, inseminen los varones a las hembras, tengan descendencia por sí mismos!
Así se decían unos a otros.

¡En cuanto a Adamu y a Ti-Amat, se les protegerá de los duros trabajos de las excavaciones, llevémosles al Edin, para mostrar allí nuestra obra a los Anunnaki! Así dijo Enki a los demás; con esto coincidieron los demás.
A Eridú, la ciudad de Enki en el Edin, fueron llevados Adamu y Ti-Amat, se les construyó una morada en un recinto, para que pudieran vagar por allí.
Los Anunnaki del Edin vinieron a verlos, vinieron del Lugar de Aterrizaje.
Enlil vino a verlos; su disgusto disminuyó ante su visión.
Ninurta vino a verlos; Ninlil también.

Desde la estación de paso en Lahmu, Marduk, el hijo de Enki, también bajó a ver.
¡Era una visión de lo más sorprendente, una maravilla de maravillas!
Vuestras manos lo han hecho, dijeron los Anunnaki a los forjadores.
Los Igigi, que iban y venían entre la Tierra y Lahmu, estaban todos expectantes también.
¡Se han hecho Trabajadores Primitivos, nuestros días de esfuerzos llegarán a un fin! Así decían todos.
En el Abzu, los recién nacidos crecieron, los Anunnaki esperaban ansiosamente su maduración.
Enki era el supervisor, Ninmah y Ningishzidda también llegaron.
En las excavaciones, los Anunnaki se quejaban, cediendo el paso la paciencia a la impaciencia.
Enki preguntaba a menudo a Ennugi, el supervisor; éste le transmitía las protestas, pidiendo Trabajadores Primitivos.

Las vueltas de la Tierra crecieron en número, se retrasaba la madurez de los Terrestres; ¡Se observó que entre las hembras no había concepción, no había nacimientos!
Ningishzidda se hizo un diván de hierba junto a las jaulas de entre los árboles; estuvo observando a los Terrestres día y noche para determinar sus acciones.
¡En verdad, los vio emparejarse, los varones inseminaban a las hembras!
Pero no había concepción, no había nacimientos. '

Enki ponderó el asunto en profundidad, reflexionó sobre las criaturas combinadas; ¡Ninguna, ninguna de ellas ha tenido descendencia!
¡Al combinar dos especies, se ha creado una maldición!, dijo Enki a Iddemás.
¡Examinemos de nuevo las esencias de Adamu y Ti-Amat!, dijo NÜ-gishzidda.
¡Estudiemos poco a poco sus ME para averiguar lo que está mal!

En Shurubak, en la Casa de Sanación, se contemplaron las esencias de Adamu y Ti-Amat, se compararon con las esencias vitales de varones y hembras Anunnaki. Ningishzidda separó las esencias como dos serpientes entrelazadas, las esencias estaban dispuestas como veintidós ramas en un Árbol de la Vida, sus porciones eran comparables, determinaban adecuadamente las imágenes y semejanzas.
Veintidós eran en número; ¡no incluían la capacidad de procrear!

Ningishzidda les mostró a los demás otras dos porciones de la esencia presentes en los Anunnaki. Una masculina, otra femenina; ¡sin ellas, no había procreación! Así les explicaba él a ellos.

¡En los moldes de Adamu y Ti-Amat, en la combinación no se incluyeron! Ninmah escuchó esto y se quedó muy turbada; Enki se vio inundado de frustración. ¡El clamor en el Abzu es grande, se está preparando de nuevo el motín! Así les dijo Enki. ¡Hay que procurar Trabajadores Primitivos, para que no se deje de extraer oro!
Ningishzidda, experto en estos asuntos, propuso una solución; a sus mayores, Enki y Ninmah, les dijo en un susurro en la Casa de Sanación.

Entre todos, hicieron salir a las heroínas que ayudaban a Ninmah, cerraron las puertas tras ellos, y se quedaron los tres a solas con los dos Terrestres. Ningishzidda hizo descender un profundo sueño sobre los otros cuatro, a los cuatro hizo insensibles. De la costilla de Enki extrajo la esencia vital, en la costilla de Adamu insertó la esencia vital de Enki; de la costilla de Ninmah extrajo la esencia vital, en la costilla de Ti-Amat insertó la esencia vital.

Allí donde se hicieron las incisiones, Ningishzidda cerró la carne después. Luego, Ningishzidda los despertó a los cuatro. ¡Ya está hecho!, declaró con orgullo.
¡Al Árbol de la Vida de ellos se le han añadido dos ramas, con fuerzas procreadoras se han entrelazado ahora sus esencias vitales! ¡Dejémosles vagar libremente, que se conozcan entre sí como una sola carne!, dijo Ninmah. En los huertos del Edin se puso a Adamu y a Ti-Amat para que vagaran libremente.

Tomaron conciencia de su desnudez, se hicieron conscientes de su virilidad y su femineidad.
Ti-Amat se hizo un mandil de hojas, para distinguirse de las bestias salvajes.
Enlil paseaba por el huerto con el calor del día, disfrutaba de las sombras.
Se encontró de improviso con Adamu y con Ti-Amat, se dio cuenta de los mandiles con los que cubrían su bajo vientre.

¿Qué significa esto?, preguntó Enlil; Enki le convocó para explicárselo. Enki le explicó a Enlil el asunto de la procreación: Los siete y siete han fracasado, le admitió a Enlil; Ningishzidda examinó las esencias vitales, ¡hacía falta una combinación adicional!
Grande fue el enfado de Enlil, furiosas eran sus palabras:
Nada de todo esto era de mi agrado, yo me oponía a que actuáramos como Creadores.
¡El ser que necesitamos ya existe! Eso dijiste tú, Enki.

¡Todo lo que tenemos que hacer es poner nuestra señal en él, para así forjar a los Trabajadores Primitivos!
¡A las mismas heroínas sanadoras se las ha hecho correr riesgos, a Ninmah y a Ninki se les ha puesto en peligro, todo en vano, tu obra era un fracaso!
¡Ahora les has dado a estas criaturas las últimas porciones de nuestra esencia vital, para que sean como nosotros en el conocimiento de la procreación, quizás para conferirles a ellos nuestros ciclos vitales!

Así, con palabras iracundas, habló Enlil.
Enki llamó a Ninmah y a Ningishzidda para apaciguar con sus palabras a Enlil.
¡Mi señor Enlil!, dijo Ningishzidda. ¡Han recibido el conocimiento de la procreación, pero no se les ha dado la rama de la Larga Vida en su árbol esencial! Después habló Ninmah, le dijo a su hermano Enlil:
¿Qué elección teníamos, hermano mío? ¿Que acabara todo en el fracaso, que afrontara Nibiru su fatídica suerte, intentar, intentar, intentar, y hacer que asuman el trabajo los Terrestres a través de la procreación?

¡Entonces, que estén donde se les necesita!, dijo Enlil furioso. ¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
De regreso al Abzu, Adamu y Ti-Amat tienen hijos Los Terrestres proliferan, trabajando en las minas y como sirvientes
Nacen los nietos de Enlil, los gemelos Utu e Inanna
Las parejas Anunnaki tienen otros descendientes en la Tierra
Los cambios climáticos provocan penurias en la Tierra y en Lahmu
La aproximación orbital de Nibiru viene acompañada de trastornos
Enki y Marduk exploran la Luna, la encuentran inhóspita
Enki determina las constelaciones y el Tiempo Celestial
Amargado por su propia suerte, Enki le promete a Marduk la supremacía
Anu ordena a Utu, no a Marduk, la creación de un nuevo espaciopuerto
Enki encuentra y se empareja con dos hembras Terrestres
Una tiene un hijo, Adapa, la otra una hija, Titi Enki mantiene en secreto su paternidad y los cría como expósitos
Adapa, sumamente inteligente, se convierte en el primer Hombre Civilizado
Adapa y Titi se emparejan, tienen dos hijos: Kain y Abael
Utu (Shamash) e Inanna (Ishtar)

 
LA SÉPTIMA TABLILLA

¡Al Abzu, lejos del Edin, sean expulsados!
Así lo ordenó Enlil; Adamu y Ti-Amat fueron expulsados desde el Edin al Abzu.
Enki los puso en un recinto entre los árboles; los dejó para que se conocieran. Enki vio con alegría lo que Ningishzidda había provocado: Ti-Amat estaba retozando con un niño.
Ninmah vino para observar el parto: ¡un hijo y una hija, gemelos, les han nacido a los Seres Terrestres!
Ninmah y Enki veían a los recién nacidos con asombro, era una maravilla como crecían y se desarrollaban; los días eran como meses, los meses acumulaban años para la Tierra. ¡Para cuando Adamu y Ti-Amat tuvieron otros hijos e hijas, los primeros ya estaban procreando por sí mismos!

Antes de que hubiera pasado un Shar de Nibiru, los Terrestres estaban pro-liferando.
A los Trabajadores Primitivos se les había dotado de entendimiento, entendían los mandatos; estaban anhelando estar con los Anunnaki, trabajaban duro y bien con sus raciones de comida, no se quejaban del calor ni del polvo, no refunfuñaban diciendo estar derrengados; los Anunnaki del Abzu se vieron liberados de las penurias del trabajo.

El vital oro iba llegando a Nibiru, la atmósfera de Nibiru iba sanando lentamente; La Misión-Tierra proseguía para satisfacción de todos Entre los Anunnaki, Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron, también había desposorios y procreación.

Los hijos de Enlil y Enki, de entre hermanas y hermanastras, de entre heroínas sanadoras tomaron esposas. A ellos, les nacieron hijos e hijas en la Tierra;
Aunque estaban dotados con los ciclos vitales de Nibiru, se vieron acelerados por los ciclos de la Tierra.
El que aún había estado en pañales en Nibiru, en la Tierra se había convertido en niño; el que había comenzado a gatear estando en Nibiru, naciendo en la Tierra ya estaba corriendo por ahí.

Mucha alegría hubo cuando les nacieron gemelos a Nannar y Ningal, una hija y un hijo tuvieron; Ningal les llamó Inanna y Utu. ¡Con ellos, se hacía presente la tercera generación de Anunnaki en la Tierra! Se les asignaron trabajos a los descendientes de los líderes; se repartieron algunas faenas de antaño, entre los descendientes se hacían más fáciles; A las faenas de antaño, se les añadían nuevas tareas. Sobre la Tierra el calor era creciente, la vegetación florecía, criaturas salvajes recorrían la tierra; las lluvias eran más fuertes, los ríos manaban, había que reparar las moradas. Sobre la Tierra cada vez hacía más calor, las zonas de blanca nieve se fundían en agua, los océanos no contenían las barreras de los mares.

Desde las profundidades de la Tierra, los volcanes arrojaban fuego y azufre, el suelo temblaba cada vez que la Tierra se sacudía. En el Mundo Inferior, el lugar de color blanco de nieve, la Tierra gruñía; en la punta del Abzu, Enki estableció un lugar de observación, confió el mando a su hijo Nergal y a su esposa Ereshkigal. ¡Algo desconocido, algo insólito, se está fraguando allí abajo!, dijo Nergal a su padre, Enki. En Nibru-ki, el lugar del Enlace Cielo-Tierra, Enlil observaba las vueltas celestes, comparaba los movimientos celestes con los ME-de las Tablillas de Destinos; ¡Hay alboroto en los cielos!, le dijo Enlil a su hermano Enki.

Desde el planeta Lahmu, el lugar de la estación de paso, Marduk se quejaba a Enki, su padre.
¡Fuertes vientos están perturbando, están levantando irritantes tormentas de polvo!
Estas palabras le transmitió Marduk a su padre, Enki: ¡En el Brazalete Repujado está habiendo trastornos! Sobre la Tierra, caía azufre del cielo.

Demonios despiadados que causaban estragos, se acercaban violentamente a la Tierra, se inflamaban con fuegos llameantes en el cielo.

Traían la oscuridad a un día claro, hacían estragos con tormentas y Vientos Malignos.
Estaban atacando la Tierra como proyectiles pétreos, Kingu, la Luna de la Tierra, y Lahmu también, se veían afligidos por estos estragos, ¡los rostros de los tres se veían cubiertos con innumerables señales!
Enlil y Enki le transmitieron a Anu, el rey, palabras urgentes, alertaron a los sabios de Nibiru:
¡La Tierra, la Luna y Lahmu se enfrentan a una calamidad desconocida!

Desde Nibiru, los sabios respondieron; sus palabras no calmaron los corazones de los líderes: en los cielos, la familia del Sol estaba tomando posiciones, los celestiales, de los cuales la Tierra es el séptimo, estaban eligiendo lugares. En los cielos, Nibiru se aproximaba, se acercaba a la morada del Sol. Nibiru se veía perturbado por los siete, en una hilera dispuestos, el sendero a través del Brazalete Repujado había desaparecido, ¡había estado desplazando trozos y piezas del Brazalete! Despojado de la barrera celestial, Lahamu con Mummu se agazapaban cerca del Sol, en los cielos, Lahamu había abandonado su gloriosa morada, se veía atraída hacia Nibiru, el rey celestial, ¡una reina del cielo deseaba ser! Para contenerla, Nibiru hizo aparecer un monstruoso demonio desde la profundidad celestial.

Un monstruo que perteneció una vez al ejército de Tiamat, forjado en la Batalla Celestial, desde la profundidad celestial se abrió camino, despertado de su sueño por Nibiru. Como un dragón flameante, se extendía desde el horizonte hasta la mitad del cielo, una legua tenía su cabeza, cincuenta leguas de largo tenía, su cola era impresionante.

Por el día, oscurecía los cielos de la Tierra.
Por la noche, arrojaba un hechizo de oscuridad sobre el rostro de la Luna. A sus hermanos, los celestiales, Lahamu pidió ayuda: ¿Quién se enfrentará al dragón, quién lo detendrá y lo matará?, preguntaba. Sólo el valiente Kingu, en otro tiempo protector de Tiamat, se adelantó para responder.
Kingu se apresuró para interceptar al dragón en su sendero: Fiero fue el encuentro, una tempestad de nubes se levantó sobre Kingu; Kingu se sacudió hasta sus cimientos, la Luna se estremeció y tembló por el impacto.

Después, el trastorno celeste se calmó, Nibiru volvía a su distante morada en lo Profundo, Lahamu no abandonó su lugar de morada, los proyectiles pétreos cesaron en su lluvia sobre la Tierra y Lahmu. Enki y Enlil se reunieron con Marduk y Ninurta, emprendieron la inspección de los estragos.
Enki inspeccionó los cimientos de la Tierra, examinó lo que había acontecido con sus plataformas. Midió las profundidades de los océanos, exploró las montañas de oro y cobre de los lejanos rincones de la Tierra. No habrá escasez del oro vital. Así dijo Enki. En el Edin, Ninurta fue el inspector, donde las montañas temblaron y los valles se estremecieron, en su nave celeste, se elevó y viajó. La Plataforma de Aterrizaje estaba intacta; ¡en los valles del norte, la Tierra derramaba líquidos ígneos! Así le contaba Ninurta a su padre, Enlil; descubrió brumas sulfúricas y betunes.

En Lahmu, la atmósfera estaba dañada, las tormentas de polvo interferían con la vida y con el trabajo, Así le decía Marduk a Enki. ¡Deseo volver a la Tierra!, desveló a su padre.
Enlil volvió de nuevo sobre sus antiguos planes, reconsideró las ciudades que había planeado y sus funciones.
¡Hay que establecer en el Edin un Lugar del Carro!, les dijo a los demás. Les mostró los antiguos diseños del trazado sobre la tablilla de cristal.

El transporte desde el Lugar de Aterrizaje hasta la estación de paso en
Lahmu ya no es seguro, ¡tenemos que ser capaces de subir hasta Nibiru desde la Tierra! Así les habló Enlil.
Desde el primer amerizaje, se contaban ya ochenta Shars.

Viene ahora el relato del viaje a la Luna de Enki y Marduk, y de cómo Enki determinó los tres Caminos del Cielo y las constelaciones.
¡Que se establezca el Lugar de los Carros, cerca de Bad-Tibira, la Ciudad del Metal, desde allí, llévese el oro directamente desde la Tierra a Nibiru en los carros! Estas palabras les dijo Ninurta, el comandante de Bad-Tibira.

Enlil tuvo en cuenta las palabras de Ninurta, su hijo; estaba orgulloso de la sabiduría de su hijo.
Enlil le transmitió rápidamente el plan a Anu, el rey, diciéndole estas palabras:
Que se establezca un Lugar de Carros Celestiales en el Edin, que se construya cerca del lugar donde se funde y se refina el mineral de oro.
¡Llévese el oro puro en los carros directamente desde la Tierra hasta Nibiru, que héroes y suministros sean traídos directamente a la Tierra desde Nibiru!
¡De gran mérito es el plan de mi hermano!, dijo Enki a su padre Anu. Pero una gran desventaja alberga en su núcleo: ¡la atracción de la red de la Tierra es mucho mayor que la de Lahmu; para superarla, nuestras energías quedarán exhaustas!

Antes de que haya prisa por decidir, examinemos una alternativa: ¡cerca de la Tierra hay un acompañante, se trata de la Luna! La atracción de su red es más pequeña, de ahí que se precise poco esfuerzo para ascender y descender. ¡Considerémosla como estación de paso, que se nos permita a Marduk y a mí viajar hasta allí!

Anu, el rey, presentó a la consideración de consejeros y sabios los dos planes. ¡Examínese primero la Luna!, le aconsejaron al rey. ¡Examínese primero la Luna!, transmitió Anu la decisión a Enki y a Enlil. Enki se alegró enormemente; la Luna siempre le había resultado atractiva, siempre se había preguntado si habría aguas ocultas en algún lugar, y qué atmósfera poseía.

En las noches de insomnio, había observado embelesado su frío disco plateado, sus crecientes y decrecientes jugaban con el Sol, y se le antojaba una maravilla entre las maravillas. Enki deseaba descubrir los secretos que la Luna conservaba desde el Principio.

En una nave espacial, hicieron Enki y Marduk su viaje hasta la Luna; tres veces circundaron a la compañera de la Tierra, observaron la profunda herida que le había causado el dragón, la cara de la Luna estaba marcada con muchas depresiones, obra de los destructivos demonios. En un lugar de ondulantes colinas hicieron descender la nave espacial, en su mitad aterrizaron; desde aquel lugar pudieron observar la Tierra y la amplitud de los cielos. Tuvieron que ponerse los cascos de águilas; la atmósfera era insuficiente para respirar.

Dieron un paseo con facilidad, fueron en esta y en aquella dirección; la obra del maligno dragón fue de sequedad y desolación. ¡No se parece a Lahmu, no es adecuado para una estación de paso!, dijo Marduk a su padre.

¡Vamonos de este lugar, volvamos a la Tierra! ¡No te precipites, hijo mío! Así le dijo Enki a Marduk. ¿Acaso no estás hechizado con la danza celestial de la Tierra, la Luna y el Sol?
Desde aquí, la visión está despejada, la región del Sol está a mano, la Tierra no cuelga de nada, como un globo en el vacío.
¡Con nuestros instrumentos, podemos explorar los cielos distantes, en esta soledad podemos admirar la obra del Creador de Todo!
¡Quedémonos, observemos las vueltas, cómo circunda la Luna a la Tierra, cómo hace sus vueltas la Tierra alrededor del Sol!
Así le hablaba Enki a su hijo Marduk, excitado por lo que veía.

Marduk se persuadió con las palabras de su padre; hicieron su morada en la nave espacial.
Durante una vuelta de la Tierra, durante tres vueltas, permanecieron en la Luna; midieron sus movimientos con respecto a la Tierra, calcularon la duración de un mes.
Durante seis vueltas de la Tierra, durante doce vueltas alrededor del Sol, midieron el año de la Tierra.
Tomaron nota de cómo se emparejaban ambos, haciendo desaparecer a las luminarias.
Después, prestaron atención a la región del Sol, estudiaron los senderos de Mummu y de Lahamu.
Junto con la Tierra y la Luna, Lahmu constituía la segunda región del Sol, Seis eran los celestiales de las Aguas Inferiores. Así le explicó Enki a Marduk.

Seis eran los celestiales de las Aguas Superiores, estaban más allá de la barrera, del Brazalete Repujado:
Anshar y Kishar, Anu y Nudimmud, Gaga y Nibiru; éstos eran los otros seis, eran doce en total, doce era la cuenta del Sol y su familia. De los trastornos más recientes, Marduk inquirió a su padre:
¿Por qué han tomado plazas en una hilera siete celestiales? Así preguntó a su padre.
Enki consideró entonces sus vueltas alrededor del Sol; Enki observó con atención la gran banda de éstos alrededor del Sol, su progenitor, las posiciones de la Tierra y la Luna marcó Enki en un mapa, Por los movimientos de Nibiru, no descendiente del Sol, esbozó la anchura de la gran banda.
El Camino de Anu, el rey, decidió Enki nombrarla.

En la amplitud de los cielos profundos, padre e hijo observaron las estrellas; Enki estaba fascinado con sus proximidades y agrupamientos.
Dibujó imágenes de doce constelaciones, de horizonte a horizonte, en toda la vuelta de los cielos. En la Gran Banda, el Camino de Anu, emparejó a cada una con los doce de la familia del Sol, a cada una le designó una estación, por nombres serían llamadas. Luego, en los cielos por debajo del Camino de Anu, por donde Nibiru se aproxima al Sol, diseñó un camino parecido a una banda, lo designó el Camino de Enki; también le asignó a él doce constelaciones por sus formas. A los cielos por encima del Camino de Anu, a la Hilera Superior, la llamó el Camino de Enlil, también agrupó allí las estrellas en doce constelaciones. Treinta y seis fueron las constelaciones de estrellas, en los tres Caminos estaban ubicadas.

En lo sucesivo, cuando Nibiru se acerque y se vaya, desde la Tierra su curso será conocido por las estaciones de estrellas, ¡Así se designará la posición de la Tierra mientras viaja alrededor del Sol! Enki le indicó a Marduk el inicio del ciclo, la medida del Tiempo Celestial: Cuando llegué a la Tierra, la estación a la que di final, la Estación de los Peces fue nombrada, ¡La nombré con mi propio nombre! «El de las aguas». Así dijo Enki, con satisfacción y orgullo, a su hijo Marduk. Tu sabiduría abarca los cielos, tus enseñanzas sobrepasan mi propia comprensión, ¡pero en la Tierra y en Nibiru, el conocimiento y el gobierno andan separados! Así le dijo Marduk a su padre. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío! ¿Qué es lo que no sabes, qué es lo que echas en falta?, le dijo Enki.

¡Los secretos de los cielos, los secretos de la Tierra he compartido contigo! ¡Ay, padre mío!, dijo Marduk. Había angustia en su voz. Cuando los Anunnaki en el Abzu dejaron de trabajar y te pusiste a forjar al Trabajador Primitivo, no mi madre, sino Ninmah, la madre de Ninurta, para ayudarte fue convocada, no yo, sino Ningishzidda, de mí el más joven, para ayudarte fue invitado, ¡con ellos, no conmigo, tus conocimientos de la vida y la muerte compartiste!
¡Hijo mío!, le respondió Enki a Marduk. ¡A tu mandato fue dado de los Igigi y Lahmu ser supremo!
¡Ay, padre mío!, le dijo Marduk. ¡De la supremacía, por el hado hemos sido privados!

Tú, padre mío, eres el Primogénito de Anu; sin embargo, Enlil, y no tú, es el Heredero Legal; tú, padre mío, fuiste el primero en amerizar y en fundar Eridú, sin embargo, Eridú está en los dominios de Enlil, los tuyos están en el distante Abzu.
Yo soy tu Primogénito, de tu esposa legítima en Nibiru nací, sin embargo, el oro se reúne en la ciudad de Ninurta, para de allí enviarlo o retenerlo, la supervivencia de Nibiru está en sus manos, no en mis manos.

Ahora volvemos a la Tierra; ¿cuál será mi trabajo, el hado me destina a la fama y la realeza, o a ser humillado de nuevo?
En silencio, Enki abrazó a su hijo, en la desolada Luna le hizo una promesa:
¡Eso de lo cual se me ha privado a mí, tu destino futuro será!
¡Tu tiempo celestial llegará, una estación mía junto a la tuya habrá!

Viene ahora el relato de Sippar, el Lugar de los Carros en el Edin, y de cómo los Trabajadores Primitivos volvieron al Edin.

Durante muchas vueltas de la Tierra, padre e hijo estuvieron ausentes de la Tierra; en la Tierra, no se llevaba a cabo ningún plan; en Lahmu, los Igigi estaban alborotados.
Enlil le transmitió a Anu palabras secretas, sus preocupaciones le transmitió a Anu desde Nibru-ki:
Enki y Marduk han ido a la Luna, durante incontables vueltas se han quedado allí.
Sus acciones son un misterio, no se sabe lo que están tramando; Marduk ha abandonado la estación de paso de Lahmu, los Igigi están ansiosos, la estación de paso se ha visto afectada por tormentas de polvo, los daños que pueda haber nos son desconocidos.

El Lugar de los Carros en el Edin debe ser construido, desde allí se llevará el oro directamente de la Tierra a Nibiru, a partir de entonces, ya no será necesaria una estación de paso en Lahmu; ése es el plan de Ninurta, su entendimiento es grande en estas materias, ¡Establézcase el Lugar de los Carros en Bad-Tibira, sea Ninurta su primer comandante!

Anu dio mucha consideración a las palabras de Enlü; a Enlil, una respuesta le dio:
Enki y Marduk están volviendo a la Tierra; ¡Escuchemos primero sus palabras de lo que en la Luna han descubierto! De la Luna partieron Enki y Marduk, a la Tierra regresaron; dieron cuenta de las condiciones allí; ¡no es viable una estación de paso ahora!, informaron.
¡Que se construya el Lugar de los Carros!, dijo Anu. ¡Sea Marduk su comandante!, dijo Enki a Anu. ¡Esa tarea está reservada para Ninurta!, gritó Enlil con rabia. ¡Ya no hace falta comando para los Igigi, Marduk tiene conocimientos de esos trabajos, que se haga cargo Marduk del Pórtico del Cielo! Así le dijo Enki a su padre. Anu reflexionó sobre el asunto con preocupación: ¡Ahora los hijos se ven afectados por las rivalidades!

Con sabiduría estaba dotado Anu, con sabiduría tomó sus decisiones: El Lugar de los Carros para conducir el oro por nuevos caminos está designado, pongamos en manos de una nueva generación lo que viene a partir de ahora.
Ni Enlil ni Enki, ni Ninurta ni Marduk estarán al mando, ¡que asuma la responsabilidad la tercera generación, sea Utu el comandante! ¡Construyase el Lugar de los Carros Celestiales, sea su nombre Sippar, Ciudad Pájaro!

Ésta fue la palabra de Anu; inalterable fue la palabra del rey.
La construcción comenzó en el Shar ochenta y uno, se siguieron los planos de Enlil.
Nibru-ki estaba en el centro, Enlil lo designó como Ombligo de la Tierra, por su ubicación y por distancias, las ciudades de antaño se situaron como en círculos, se dispusieron como una flecha, desde el Mar Inferior hacia las montañas él trazó una línea sobre los picos gemelos de Arrata, hasta los cielos en norte, donde la flecha intersectaba la línea de Arrata, marcó el lugar de Sippar, el Lugar de los Carros de la Tierra; ¡a él llevaba directamente la flecha, desde Nibru-ki estaba exactamente ubicado por un círculo igual!
Ingenioso era el plan, todos se maravillaban por su precisión.

En el octuagésimosegundo Shar se terminó la construcción de Sippar; se le dio el mando al héroe Utu, nieto de Enlil. Se forjó para él un casco de águila, se decoró con alas de águila.
Anu llegó en el primer carro que, desde Nibiru, vino directamente hasta Sippar; deseaba ver por sí mismo las instalaciones, quería maravillarse con lo que se había conseguido.
Para la ocasión, los Igigi, comandados por Marduk, bajaron de Lahmu a la Tierra, desde el Lugar de Aterrizaje y desde el Abzu vinieron los Anunnaki.

Hubo palmadas en las espaldas y vítores, fiesta y celebración.
Inanna, nieta de Enlil, obsequió a Anu con cantos y danzas; antes de partir, Anu convocó a los héroes y a las heroínas.
¡Una nueva era ha comenzado! Así les dijo.
¡Con el suministro directo de la salvación dorada, el fin del duro trabajo está próximo!

En el momento haya suficiente oro de protección amontonado y almacenado en Nibiru, podrá reducirse el trabajo en la Tierra, ¡héroes y heroínas volverán a Nibiru! Esto prometió Anu, el rey, a los allí reunidos, les transmitió una gran esperanza:
¡Unos cuantos Shars más de duro trabajo, y volverán a casa!
Anu ascendió de vuelta a Nibiru con mucha pompa; oro, oro puro llevaba con él. Utu llevó a cabo su nueva tarea con cariño; Ninurta conservó el mando en Bad-Tibira.

Enlil no se apaciguó; ¡Así sea!, le dijo refunfuñando a su hijo.
¡Amontónese con rapidez el oro, volvamos todos pronto a Nibiru!
En el Edin, los Anunnaki observaban con admiración a los Terrestres:
Tienen inteligencia, comprenden las órdenes.
Se encargaron de todo tipo de faenas; iban desnudos al realizar sus trabajos.
Entre ellos, varones y hembras se emparejaban constantemente, prolifera-ban con rapidez:
¡En un Shar, a veces cuatro, a veces más, tenían lugar sus generaciones!
Mientras los Terrestres crecieran en número, tendrían trabajadores los Anunnaki, los Anunnaki no se saciaban con los alimentos; en las ciudades y en los huertos, en los valles y en las colinas, los Terrestres estaban buscando comida constantemente.

En aquellos días, todavía no se habían hecho los cereales, no había ovejas, aún no se había creado el cordero.
Acerca de todo esto, Enlil le dijo palabras airadas a Enki:
¡Con tus actos has generado confusión, así que busca tú la salvación!

Viene ahora el relato de cómo vino a ser el Hombre Civilizado, de cómo se creó, mediante un secreto de Enki, a Adapa y a Titi en el Edin.
Con la proliferación de los Terrestres, Enki estaba complacido, Enki estaba preocupado; el grupo de los Anunnaki se había acomodado en gran medida, su descontento había decrecido, con la proliferación, los Anunnaki rehuían el trabajo, los trabajadores se estaban convirtiendo en siervos.

Durante siete Shars, el grupo de los Anunnaki se acomodó mucho, su descontento disminuyó.
Con la proliferación de los Terrestres, lo que crecía por sí solo era insuficiente para todos; en tres Shars más hubo escasez de pescado y de caza, ni Anunnaki ni Terrestres quedaban saciados con lo que por sí mismo crece. En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; concebía la creación de una Humanidad Civilizada. ¡Cereales que sean sembrados por ellos para ser cultivados, ovejas para que las apacienten! En su corazón, Enki estaba planeando una nueva empresa; reflexionaba sobre cómo conseguirlo.

Observó para estos planes a los Trabajadores Primitivos del Abzu, reflexionó sobre los Terrestres en el Edin, en las ciudades y en los huertos. ¿Qué se les podría adecuar para los trabajos? ¿Qué hay que no se haya combinado en la esencia vital?
Observó a los descendientes de los Terrestres, constató algo alarmante: ¡Con la repetición de las cópulas, se estaban degradando hacia sus antepasados salvajes!

Enki estuvo mirando por las zonas pantanosas, navegó por los ríos y observó; con él, sólo iba Isimud, su visir, el que guardaba los secretos. Vio que en la orilla del río se bañaban y retozaban unos Terrestres; entre ellos, había dos hembras de salvaje belleza, firmes eran sus senos. Contemplándolas, el falo de Enki se humedeció, tenía un ardiente deseo. ¿Les doy un beso a las jóvenes?, le preguntó Enki a su visir Isimud. Llevaré la embarcación hasta allí, ¡besa a las jóvenes!, le dijo Isimud a Enki. Isimud dirigió la barca hasta allí, Enki saltó de la barca a tierra firme.

Enki llamó a una joven, ella le ofreció una fruta. Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos. En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció. Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen del señor Enki.

Enki llamó a la segunda joven, ella le ofreció bayas del campo.
Enki se inclinó hacia ella, la abrazó, en los labios la besó; dulces eran sus labios, firmes de madurez eran sus senos.
En su matriz derramó su semen, en el apareamiento la conoció.
Ella guardó en su vientre el sagrado semen, quedó fecundada con el semen del señor Enki.
¡Quédate con las jóvenes, por ver si quedan embarazadas!
Así le dijo Enki a su visir Isimud.

Isimud se sentó junto a las jóvenes; hacia la cuarta cuenta aparecieron sus abultamientos.
Hacia la décima cuenta, la novena se había completado, la primera joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació un niño; la segunda joven se puso en cuclillas y dio a luz, de ella nació una niña. Al amanecer y al crepúsculo, lo cual delimita un día, en el mismo día dieron a luz las dos, como las Llenas de Gracia, Amanecer y Crepúsculo, a partir de entonces se les conoció en las leyendas. En el nonagésimotercer Shar, engendrados por Enki, nacieron los dos en el Edin.

Isimud llevó rápidamente a Enki noticia de los alumbramientos.
Enki estaba en éxtasis con los alumbramientos: ¡Quién había oído hablar de algo así!
¡Se consiguió la concepción entre Anunnaki y Terrestres, he traído al ser al Hombre Civilizado! Enki dio instrucciones a su visir, Isimud: ¡Mi acción debe permanecer en secreto! Que los recién nacidos sean amamantados por sus madres; después de eso, los traerás a mi casa, ¡Entre las aneas, en cestas de junco, los he encontrado!, dijo Isimud a todo el mundo.

Ninki tomó cariño a los expósitos, los crió como a sus propios hijos. Adapa, el Expósito, llamó al niño; Titi, Una con Vida, llamó a la niña. A diferencia del resto de niños Terrestres, la pareja era: de crecimiento más lento que los Terrestres, mucho más rápidos de comprensión; estaban dotados de inteligencia, eran capaces de hablar con palabras.
Hermosa y agradable era la niña, muy diestra con las manos; Ninki, la esposa de Enki, le tomó cariño a Titi; le enseñó todo tipo de oficios.
A Adapa, fue el mismo Enki quien le enseñó, le instruyó en cómo hacer anotaciones.
Enki le mostró orgulloso a Isimud sus logros, ¡he creado al Hombre Civilizado!, le dijo a Isimud.

¡De mi simiente, ha sido creado un nuevo tipo de Terrestre, a mi imagen y semejanza!
De las semillas, harán crecer alimentos; y apacentarán ovejas, ¡a partir de entonces, los Anunnaki y los Terrestres quedarán saciados! Enki envió palabras a su hermano Enlil; Enlil vino desde Nibru-ki hasta Eridú.
¡En el desierto, ha aparecido un nuevo tipo de Terrestre!, dijo Enki a Enlil. Son rápidos en aprender, se les pueden enseñar conocimientos y oficios. Que se nos traigan de Nibiru semillas de las que se siembran, que se nos traigan de Nibiru ovejas para repartir por la Tierra, enseñemos a esta nueva raza de Terrestres la agricultura y el pastoreo, ¡saciémonos juntos Anunnaki y Terrestres! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Ciertamente, son similares a nosotros los Anunnaki en muchos aspectos!, dijo Enlil a su hermano. ¡Es una maravilla de maravillas que hayan aparecido por sí mismos en el desierto!

Llamaron a Isimud. ¡Entre las aneas, en cestas de juncos, los encontré!, dijo. Enlil ponderó el asunto con gravedad, sacudía la cabeza con asombro. ¡Ciertamente, es una maravilla de maravillas, que haya emergido una nueva raza de Terrestres, que la misma Tierra haya hecho un Hombre Civilizado, se les puede enseñar agricultura y pastoreo, oficios y elaboración de herramientas!
Así le decía Enlil a Enki. ¡Enviemos palabras a Anu de la nueva raza! Se transmitieron palabras de la nueva raza a Anu, en Nibiru. ¡Que se nos envíen semillas que puedan ser plantadas y ovejas para el pastoreo!
Esto sugirieron Enki y Enlil a Anu.
¡Que el Hombre Civilizado sacie a los Anunnaki y a los Terrestres!

Anu escuchó las palabras, quedó asombrado con ellas:
¡Que un tipo de esencias vitales lleve a otro no es algo inaudito!, les dijo en respuesta.
¡Pero nunca se había oído algo así, que en la Tierra apareciera tan rápidamente un Hombre Civilizado a partir del Adamu!
Para la siembra y el pastoreo hará falta un gran número; ¿son capaces de proliferar los seres?
Mientras los sabios de Nibiru reflexionaban sobre el asunto, en Eridú ocurrían cosas importantes:
Adapa conoció a Titi en el apareamiento, él derramó su semen en su matriz.

Hubo concepción, hubo alumbramiento:
¡Titi alumbró gemelos, dos hermanos!
Se transmitieron palabras del nacimiento a Anu en Nibiru:
¡La pareja es compatible para la concepción, pueden proliferar!
¡Que se repartan por la Tierra semillas que se puedan sembrar y ovejas para el pastoreo, que comience la agricultura y la ganadería en la Tierra, saciémonos todos! Así dijeron Enki y Enlil a Anu en Nibiru.

¡Permanezca Titi en Eridú, para amamantar y cuidar de los recién nacidos, tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.

Siguiente                                                                                        Regresar al inicio 

Visitantes del blog